Sé que caerán antipáticos algunos conceptos, pero creo que así como tenemos la libertad de expresar nuestras ideas, tenemos la obligación de denunciar el modelo, modelo, que mal que le pese a mis amigos kirchneristas, sigue generando desigualdad social, pobreza y marginalidad.
No hay medias tintas a la hora de definir un proyecto político. No existe un capitalismo con rostro humano, como no existe modelo alternativo que solo se defina como tal en lo discursivo. La muerte del ex presidente Néstor Kirchner debe servirnos entonces para repensar una cantidad de cuestiones que los intelectuales orgánicos que lo acompañan no están dispuestos a pensar, simplemente porque viven y comen del modelo.
En los siete años que lleva el kirchnerismo en el poder no ha cambiado el modelo económico sostenido en este país desde 1966 a la fecha. Hay que decir sin eufemismos y llamando a las cosas por su nombre, que el modelo de producción capitalista sigue dominando en las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales de nuestro país. Creo que quienes afirman lo contrario no entienden cómo funcionan determinadas relaciones, pero además se niegan a mirar los datos de la realidad con la suficiente inteligencia para ver que poco y nada ha cambiado respecto al tan cuestionado modelo de los años 90. Y simplemente no ha cambiado porque el extinto ex presidente Kirchner es hijo de aquel modelo.
Gobernador de Santa Cruz durante los duros años del menemismo, no le conocemos a Kirchner declaraciones opuestas al modelo durante esos años, acompañando incluso, la ola privatizadora de las empresas estatales estratégicas como Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). Además todos hemos visto alguna foto de Kirchner abrazando a Menem, seguidos ambos, por la mirada de Cristina. En esto sería bueno hacer memoria. No basta decir que se pertenece a una generación para decir que los ideales de esa generación son los que gobiernan. Kirchner no reúne detrás de sí el espíritu de los setentistas, por más discurso que pretenda lo contrario. Kirchner reúne el espíritu de los 90, el de un país a merced del mercado, cuando por ejemplo, decide pagar la deuda externa. Kirchner no sintetiza el espíritu de la generación que buscó transformar el mundo pues lejos de aquellos ideales transformadores de la sociedad, el ahora extinto dirigente peronista ha sostenido el modelo económico y social del consenso de Washington. Si algún espíritu setentista sostuvo al matrimonio presidencial ha sido la soberbia y la prepotencia montonera, aquella que siempre creyó llevarse el mundo por delante.
Sin Jorge Julio López no hay derechos humanos
La que pareció ser la principal bandera de Kirchner pronto se ha convertido en una banalización de un tema tan profundo como trascendente. Los derechos humanos de la administración K, y aún cuando hubiera cooptado a determinados organismos de derechos humanos como las Madres de Plaza de Mayo, Abuelas o algunas regionales de HIJOS, hace agua por todas partes. El avance no solo ha sido lento sino que hasta el momento solo se ha juzgado a una pequeña cúpula de dictadores más en su lecho de muerte que cercanos a cualquier poder, omitiendo que la justicia para ser tal debe llegar a todos los cuadros del aparato represivo implicado en la violación sistemática de los derechos fundamentales.
Kirchner hizo uso y abuso de los derechos humanos, esos que por lo que tantos nos hemos preocupado en gran parte del campo popular. Pero además y para seguir ejerciendo nuestro derecho a la memoria, derecho que parece ser que nos han quitado, que nos han robado, mientras Jorge Julio López no aparezca con vida todo discurso de derechos humanos naufraga a la deriva y no se sostiene en sí mismo. Los apologéticos del kirchnerismo han olvidado a López. Ni en 6,7,8, programa oficialista y ultrakirchnerista de la televisión pública (aquella que debiera ser de todos los habitantes del país y no solamente de la casta gobernante) blablablean de Néstor y de Cristina, encumbrándolos como los salvadores de la patria, colocándolos cual ídolos de bronce pero se han olvidado por completo que un compañero del campo popular está desaparecido. Jorge Julio López está desaparecido y esto, en una administración que se dice defensora de los derechos humanos es inadmisible. Un desaparecido en democracia vale lo mismo que 30.000 desaparecidos en dictadura. Un solo compañero del campo popular desaparecido vale tanto como todos. Y no vale la consiga sola de aparición sino va seguida de la vida, aquella que reclamaron por tantos años las organizaciones de derechos humanos, hoy, alguna de las cuales, son parte integrante del proyecto K. Tampoco a estas organizaciones les he vuelto a escuchar el reclamo de la aparición con vida de López. Y esa aparición es responsabilidad del Estado.
Moyano, cuadro de la Triple A, apoyo político de Kirchner
Desde lo político tampoco el kirchnerismo supo construir una alianza cuanto menos progresista apoyándose en peligrosos personajes oscuros como el camionero Hugo Moyano. Habría que recordarle a los apologéticos del Kirchnerismo, aquellos crédulos de las banderas de los derechos humanos, el pasado fascista de Moyano, acusado de colaborador cercano de la Triple Alianza Anticomunista, grupo parapolicial que asesinó a decenas de dirigentes políticos, obreros, estudiantiles y sindicales durante el interregno peronista de Isabel Martínez de Perón. Moyano respondía a las patotas de Mar del Plata y hoy goza de una inmunidad e impunidad para sentarse a la par del palco presidencial en cuanto acto oficial existe. Néstor Kirchner construyó esta alianza y otras no menos complejas, sostenidas en torno a vínculos non santos.
Pienso por ejemplo, en las relaciones del kirchnerismo con el gobernador de Tucumán, un empresario asociado a intereses claramente de clase con el poder capitalista mundial, hombre cuyo poder reside en el dinero y no en la construcción política de una idea, hombre que ha acompañado a Kirchner en su proyecto porque supo leer perfectamente el esquema de poder entre la administración central de la casa Rosada con el interior. Alperovich, niño por momentos mimado del ahora difunto ex presidente, mantiene en la provincia norteña un sistema clientelar basado en dádivas preelectorales.
Kirchner también representa esa forma de hacer política, forma cuasi feudal que sostuvo en Santa Cruz mientras estuvo al frente de la gobernación por tres periodos consecutivos. Pero además y por si todo esto fuera poco, hoy en la Argentina de los Kirchner, cerca de 5000 militantes sociales se encuentran como presos políticos en las cárceles argentinas, denuncias que nunca trascienden en los medios masivos de comunicación. Mucho menos en la TV Pública, plataforma desde la cual el Kirchnerismo supo vender una imagen absolutamente fantasiosa de sí mismo.
La pobreza y la marginalidad
Es cierto que del 2003 a la fecha ha disminuido la pobreza y la marginalidad. Pero tampoco ha sido un cambio transformador en las relaciones sociales ni en el modo de producción y sin ese cambio, los cordones de villa miseria que circundan los grandes centros urbanos no solo no van a transformarse sino que seguirán como hasta ahora y allí, precisamente en esos territorios de pobreza absoluta, es donde reina el clientelismo no solo kirchnerista sino también el de sus aliados. Tucumán es un buen ejemplo de ello. No hace falta alejarse mucho de la gran ciudad capital para advertir que las llamadas villas de emergencias (chabolas, villas miserias, favelas) no solo no han cambiado sino que se han reproducido. Del dicho al hecho hay un trecho enorme y el discurso “progre” de los Kirchner no se contradice con la cantidad de gente pidiendo en los semáforos, de los pibes que se suben a los autobuses a pedir una moneda o de la cantidad de limpiavidrios que subsisten gracias a la perseverancia de pasarse horas y horas en una esquina a merced de todo tipo de peligros.
La pobreza extrema no se combate con planes sociales circunstanciales sino con una verdadera política revolucionaria de transformación en el reparto de las riquezas, en el modo de producción y en las relaciones sociales, políticas y culturales. Sin estos cambios cualquier plan social no solo es una salida de paso, sino que solo sirve como coto de caza en los días electorales. Si no se cambia la estructura la dignidad de los seres humanos más afectados por el sistema seguirá dependiendo de la dádiva oficial. Y ni Kirchner ni su esposa han querido transformar este sistema pues es parte de su propio dique de contención electoral. Si el proyecto oficial es la dádiva y no el cambio de las estructuras, entonces no podemos celebrar absolutamente nada. Kirchner no habrá dejado entonces ningún cambio fundamental que prevea hacer que este país cambie. De nada sirve que el país crezca en lo macro si ese crecimiento no llega al ciudadano de a pié y mucho menos si esos ciudadanos viven en la calle.
Sin revolución no hay transformación
Kirchner no fue un revolucionario. No lo es su viuda, la presidente del país, Cristina Fernández. Ni siquiera creo que puedan entrar en la categoría de reformistas. No es revolucionario quien propone cooptar a las organizaciones sociales; no es revolucionario quien paga una deuda externa ilegal e ilegítima olvidando de saldar ante todo la deuda interna; no es revolucionario quien no decide cambiar las estructuras; no es revolucionario quien no propone siquiera la construcción de un país socialista. Néstor Kirchner no fue un revolucionario. Ni siquiera un reformista. Cierto pseudoprogresismo se ha conformado con poco, con fuegos de artificios, con un poco de ruido. Cuando el país tuvo la posibilidad histórica de ser transformado revolucionariamente (una vez más) Kirchner hizo su propio negocio y se llenó los bolsillos y los de su familia a costa del hambre de muchos argentinos. No es panfletario denunciar esto, es parte de una realidad que los pseudoprogresistas no quieren ver.
Los Kirchner, con Cristina ahora a la cabeza, son dueños de grandes riquezas, riquezas que como simples abogados no hubieran podido hacer jamás. Como políticos honrados tampoco. Mucho pudo hacerse en este país en 7 años de gobierno. Se hubiera podido atender a la salud, hoy en estado insalubre, se hubiera podido atender a las jubilaciones y pensar en la lucha histórica de los pasivos del 82% móvil, reclamo histórico de un sector doblemente vulnerable del sistema capitalista, porque es cierto que las jubilaciones se han incrementado, pero también es cierto que el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (el INDEC) no puede dibujar los números de una inflación que hace que hoy un simple trabajador, un jubilado con la mínima no pueda llegar a fin de mes en lo básico, y no hablemos de la salud, que si debe ser tratado por un tratamiento de alta complejidad, mejor que reserve un terreno en el cementerio. La educación sigue en un atraso absoluto, los salarios de docentes han quedado retrasados respecto a la misma inflación. Y podríamos seguir enumerando un estado de cosas que no se contradicen con las proclamas de cambio de los pseudoprogresistas que hoy lloran a Néstor Kirchner.
El país no ha cambiado y una cantidad de cosas deben ser repensadas y debatidas. No desde el sectarismo cuasi fascista de la derecha retrógrada, no desde el esquematismo cerrado de algunos partidos de izquierda, pero tampoco desde un kirchnerismo que como dije y sostengo no ha hecho nada por cambiar el sistema. El modelo no ha cambiado. El país tampoco. Los discursos no son revolucionarios. Las acciones pueden serlo.
Epílogo, mientras se cierra el cajón
No me he puesto ni contento ni triste con la muerte de Néstor Kirchner. Me ha sido indiferente. Lo que si me ha indignado es la panda de aduladores, intelectuales orgánicos, que han querido hacernos creer que el difunto podía ser equiparado al Che Guevara. Kirchner fue el mejor continuador del sistema. Por eso mismo el sistema lo ha sostenido. Buen alumno que ha pagado sus cuentas. La hipocresía de algunos que se han visto beneficiados por el Kirchnerismo, hoy desfila sin cesar por la televisión pública. Una vuelta de la derecha más retrógrada solo es entendible en tanto y en cuanto Kirchner no ha hecho nada, absolutamente nada, por construir en verdad otro modelo social, un modelo construido desde las bases y para las bases, sin clientelismo, sin priorizar la deuda externa por sobre la verdadera deuda que debe ser saldada urgente: la deuda interna. Pero desde otros campos y con otros discursos y con otras prácticas, vamos a seguir denunciando desde aquí que nada ha cambiado y que todo debe ser transformado revolucionariamente. De lo contrario habremos perdido una nueva generación de argentinos y tendremos que lamentarnos que no hemos sabido leer la realidad tal y como sucedió allá por diciembre de 2001. El peligro, claro está, es que vuelvan los de siempre. Y resurja un nuevo Kirchner retransformado y los pseudoprogresistas vuelvan a perder la memoria.
Ya nos pasó con la Alianza en el 99. Puede volver a pasarnos en 2011… o antes.
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