Diario de la desocupación:
Página 3 : Descripción subjetiva del entorno
Algunos escritores disponen –en la habitación en la que suelen escribir- de un luminoso y radiante ventanal que mira hacia el mar.
Yo, en cambio, que pertenezco al club de las campanas sin badajo -los inéditos- cuento únicamente con una ventana estrecha que se estrella de bruces contra los techos viejos y abandonados de la ciudad de Lima.
Desde esta vista, la ciudad parece una fiera que ha caído cansada y vencida, esperando tan sólo el puntillazo final de sus apacibles asesinos.
Los vehículos de transporte público cruzan como si fueran grandes reptiles y la gente transcurre despreocupada entonando las coplas de una atávica desconsideración.
Lima es una sombra del pasado que pudo ser feliz.
Lima es un gran pueblo joven.
Un asentamiento humano gigante plagado de rencores callados.
Un cono infinito de colores arribistas.
Una Constantinopla de formas y de fondo.
Una luz que al fondo del camino se hace obscura.
Mi ciudad por elección.
Escribo para ella. Por ella. Porque vivir en su seno es trajinar y querer al dolor.
Y porque este sentimiento aún no ha podido matarme del todo y aquello que no me alcanza para herirme lo suficiente, me hará mas raro, quizás hasta me haga sentir mucho mas fuerte pero innegablemente poseedor de muy poca dicha.
H.D.P.
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