sábado, 21 de noviembre de 2009

SOY UN ANIMAL






YO SOY ESPÍA
por Chachi Prado

Yo soy espía. Y mi mamá también.
La vieja es infaltable a la misa dominical del Padre Ennio. Ella es pía.
Mis primeros avatares en el mundo del espionaje se dieron cuando el negro Chi (que en realidad era injerto de chino con crola) descubrió que frente a la ventana del salón de quinto de primaria, una señora madura pero manducable, se vestía frente al espejo de una cómoda, observándose sucesivamente mientras se ponía el corpíño, las bragas, las medias, el portaligas (en esa época se usaba todavía el erótico admíniculo) y el vestido.
Con el tiempo mi vocación aumentó con la gloriosa vista (¿o visualización?) de las primeras películas del agente OO7 con Sean Connery como James Bond que era tremendo pipiléptico y que se chapaba lomos de la talla de Usula Andrews (1*) con la misma facilidad con que mandaba al otro barrio a cualquier matón del bando contrario. A Connery le siguió Roger Moore que también era eléctrico al extremo de mostrarse en un flotante coito espacial sin gravedad frente a la mismísima reina de Inglaterra (2*) haciendo esos famosos ojitos sinverguenzas con los que coronaba su actuación.
Ya de grandecito, espiaba a la infaltable vecinita que se calateaba sin correr las persianas, o escuchaba por el anexo telefónico los desmanes bastantes arrechifes de mi hermana con su jefe, el Dr Piñon Gordillo, cuando planeaban ir a matarse como locos a Huampaní el fin de la semana, mientras la esposa del Doc visitaba a sus parientes en el norte.
No se como empecé a abrir la correspondencia ajena. Tenía las llaves del buzón del condominio y rebuscaba las cartas en donde me informaba de los estados de cuenta del vecindario y de las notificaciones judiciales, por las que me enteraba que en el 401 había un juicio por sevicia ( el zambo había gomeado a la señora por aligerar los cascos) o que en el 305 el estado demandaba al chato por haberse atendido en el seguro social usando documentación fraguada como trabajador de una empresa inexistente.
Fue una lógica consecuencia que cuando estando en la chamba llegó a mis manos la documentación del ponja (que había vendido casas subvaluadas para evadir impuestos) o la del presidente en ejercicio (que tenía tres libretas tributarias usando sus tres nombres, seguramente por consejo del pendeivis de Quimper) o de la sociedad de Popi con Picasso (para el negocio restaurantero) procediera a ponerlas al palo, al mejor postor por supuesto, y cobrara unos buenos cocos por información que periodísticamente algún valor político tendría.
No había nada ideológico en este cuento. Negocios, nada personal. Ustedes comprenderán: Una vida extramatrimonial costosa. La genética de la lujuria.
Sinceramente no recuerdo con exactitud como llegaron los rotos hasta mis dominios. Supongo que tenía cierta fama en algunas redacciones y de ahí al soplo hay dos chelas de por medio y un par de alcahuetes dispuestos a proporcionar el número de mi celular. Me contactaron después de un buen reglaje.
Yo estaba dedicado a buscar datos concretos sobre la edad y la dirección de algunas potables damas en las páginas de la RENIEC y de ESSALUD (lo que hacen todos los jeropas del barrio) y decidieron contactarme.
Me abordaron por mi lado débil ( con una chola que estaba fuertaza y que cuando cruzaba las piernas me producía un alocado priapísmo) y me pidieron secretos militares.
Que locos. Lo único que tenía sobre milicos es que los putas chupan como vikingos, bailan todos igual y se tiran la gasolina.
Ya no hay ni siquiera cuarteles. Si los han vendido todos -a sus paisanos precisamente- y ahora son departamentos con vista al mar o con vista al mar de cholos de que toman su combi al frente.
Pero plata es plata y uno no está para despreciar.
Aviones. Tanques. Misiles. Talla de chuzos de los Comandantes Generales. Donde chupan. En que antro bajan la caña. Nombre de la caserita y pose preferida.
Ni se imaginan lo impresionante que puede ser recibir un giro de cinco mil dolares por revelar que al General le gusta el asunto teniendo como fondo el estruendo de las marchas militares.
No he sido egoísta. He ayudado a la familia. He pagado el trío puntualmente en todas mis casas (que no son pocas, a mi me dicen Loco Badani).
Incluso le di plata para el examen de admisión a mi sobrino. Y el burro no ingresó.
Ahora sólo espero que el Muñeco Ariza no me vaya a echar.
Aunque debo confesar que estoy preocupado por las consecuencias de mis pocos patrióticos actos.
Mas aún cuando en mi cachuelito de agente de inteligencia he tenido que chuponear a medio mundo y he guardado en mi laptop algún dato sobre gente del gobierno.
Cosas personales. Cachos por aquí y por allá. Conversaciones histéricas sobre depósitos bancarios, o sobre concesiones petroleras en la selva.
En fin, que sea lo que Dios quiera. Mi nombre es Prado, Chachi Prado.
(1*) Operación Trueno
(2*) Moonraker
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