El club de los humildes por Beto Ortiz (*)
Valle Riestra me confió que, aunque no lo ha probado todavía, siempre lleva una pepa de Viagra consigo. '¿Traes una ahora?' -le pregunté-. 'Ahora no' -me contestó- 'porque no vine a verte para eso'. A su turno, Lady Tula confesó que -por Chiquito Flores- se lió a golpes con la falsa en un salsódromo, que se le salió la rosa salvaje que todos llevamos dentro y le volcó la mesa encima, preguntándole a los gritos: «¿Acaso esta no sabe que tú estás conmigo?»
El amigo de todos, Facundo Cabral -que fue tan íntimo de Borges, de Perón, de Chabuca y de Mother Teresa y estuvo en todos lados primero y más veces que tú como ocurre siempre con los argentinos-, me recitó a Walt Whitman a voz en cuello y con los brazos extendidos como no lo hacía desde que decidió atiborrarse el alma de kiwicha atómica y acampó un año completo en el valle sagrado: «Me canto y me celebro. Me celebro y me canto. Y si me canto y me celebro, te celebro y te canto. Porque cada átomo que te pertenece, me pertenece. Porque cada átomo que me pertenece, te pertenece. Porque tú y yo somos la misma cosa.» (Podrá ser todo lo florero y sermoneador que ustedes quieran, pero no existe mejor traducción del Canto a mí mismo que la suya). La pícara abuela Nicolasa -que nunca deja títere con cabeza- tuvo a bien enseñarme la creativa pose del vampiro: primero, aleteas -me dijo-, luego te pones a revolotear alrededor de la cama y, de pronto, te detienes y -¡chuippp!- chupadita sorpresa. «Si algo no le voy a perdonar nunca es la ingratitud: que dijera en su libro que yo soy un ocioso, que sólo trabajo tres horas al día.» -dijo de Gisela el productor Guillermo Guille tras admitir, no sin cierta imperial nostalgia, que su sueldo en la América de Crousillat ascendía a la magra suma de cincuenta mil dólares mensuales.
Convencida de que regresará de la muerte reencarnada en gacela y de que ya no necesita más exámenes ginecológico-legistas, la voluptuosa Naaminn Timoyco -alias 'El Cuerpo'- se quejó amargamente de que las autoridades judiciales peruanas se sigan negando a considerarla una mujer ante la ley, pero algunos minutos después -con su tradicional cantadito charapa- sentenció: "¡Ya me tienen cansado con tanto juicio!". (Ejem, cansada). El afamado púgil Phillip Butters -alias 'La Flaca'- salió del clóset por fin y se declaró machista abiertamente y sin tapujos ("machista ilustrado" -dijo-), reafirmándose en su férrea voluntad de no cambiarle jamás a su neonata ni medio pañal y de continuar chambeando en cinco cosas, como burro, con tal de que La flor de Pampacolca, su señora esposa, permanezca siempre en casa desempeñando las labores que Dios Padre ha encomendado a las féminas desde que el mundo es mundo y por los siglos de los siglos, amén. Recordando a Hugo, su entrañable hermano que murió el año pasado, Jaime Lértora recitó, conmovido, la escena final del Calígula de Camus: «La gente cree que un hombre sufre porque la muerte, de pronto, le arrebata a la persona que ama. Pero el verdadero dolor radica en el descubrimiento de que ni siquiera el dolor permanece, que hasta el sufrimiento carece de significado. ¿No se dan cuenta? Ni siquiera la ficción del amor me sirve ya como coartada y, sin embargo, aquí me tienen, más libre que nunca porque ahora ya sé que, al final, nada durará.» Contagiado de su impronta lírica, esa noche, inexplicablemente, despedí el programa diciendo: «El tiempo se nos ha escurrido como arena entre los dedos» ¿Perdón?
Por supuesto que de nada de esto se ha enterado nadie porque nadie sabe todavía que existimos, no me importa, piano, piano, andante tranquilo, senza complicazione, ya se enterarán. Siendo que mi último, histórico club de grandes ligas fue nada menos que -¡oh!- Panamericana, regresar al viejo equipito de La Victoria que me vio nacer ha terminado siendo todo un upgrade. Es lo mejor que me pudo pasar. Créanme. Me ha encantado regresar al interbarrios. ¿Siguen dudando? Las razones sobran, las explico con ejemplos: no desencadeno una grave crisis en las alturas del poder si me estaciono, por error, en el lugar asignado (por memorándum de la Secretaría de la Presidencia del Directorio) al pomposo meche dorado con que Alejandro Guerrero va por la vida atropellando tricicleros o a la estoica pero dignísima carcocha del sorprendente Gunther Rave. Los baños son limpios, tienen papel higiénico y funcionan (los sanitarios, claro, son de Casinelli) y no hieden a mierda ni tienen las paredes llenas de graffitis que rezan «¡Paguen, mierdas!» y que han sido escritos con la mierda honesta de trabajadores que son tratados como la mierda: se sacan la mierda siempre por las puras porque nunca alcanzan a cobrar ni mierda. El Hermanón jamás me jode, no se mete, no convoca a reuniones pelotudas con treinta y siete gerentes de asuntos sin importancia, no me manda a sus hijitos a oletear, no fiscaliza la lista de invitados, no tiene listas negras repletas de gente que estoy prohibido de invitar, no me llama a exigirme que insulte a Ivcher en pantalla sólo porque él (cree que) me lo ordena porque él (cree que) me paga, no me envía videítos "exclusivos" en sobre lacrado, no me llama a preguntar de qué tema vamos a hablar, no saca comunicados defendiendo a sus amigotes montesinistas cuando les cae la mancada, no se reúne a hurtadillas con informantes disfrazados de practicantes, espías suyos infiltrados en mi staff, no llama personalmente a tu auspiciador a pedirle a gritos que te quiten el auto, el terno o el celular porque no te dio la gana de obedecer y de decir lo que se te dijo que dijeras, no deposita el billete de tus anunciantes directamente en su cuenta de Miami mientras todos en La Gran Familia están que se muerden los codos. No regatea lloriqueando por lo carísima que le sale la caja chica de tu equipo ni te la hace trágica para ahorrarle diez luquitas de movilidades al canal. No empapela el edificio entero denunciando cada cámara, cada parlante, cada computadora y cada reflector que le roban cada día sus propios desesperados por purita hambruna y porque ladrón que roba ladrón...
Mi choche, la 'Chichi' tiene un ejército de treinta y dos puntas de Canal Dos más otros treinta y seis de Agencia Perú que, sumados, ascienden a un total de sesenta y ocho pundonorosos legionarios. Entiendo que, al otro lado, mi causita Rossy tiene como quince gallos entre productores, reporteros y editores. Yo, por mi parte, ostento four cats. No exagero. Ni uno menos, ni uno más. Fue más o menos así: estaba el señor Don Gato, ron-ron, maullando desempleado, ron-ron. Lo que yo tengo es antena, ron-ron, me dijo con alegría el Hermanón. Lo que no tengo es billete, ron-ron, ya ahí veremos qué sale, ron-ron. Vino la Señora Gata, ron-ron, y dijo: "traigo a mi mami", ron-ron. La Hildebrandt es su mami, ron-ron. Y acepta tener secuencia, ron-ron. Yo compro un par de sillones, ron-ron. Dijo el Thundercat tercero, ron-ron. Se consiguen más baratos, ron-ron. En Villa El Salvador Shopping, ron-ron. Y yo convenzo a Polanco, ron-ron. Dijo la cuarta minina, ron-ron, que nos preste sus cuadros, ron-ron. Para la escenografía, ron-ron. El resto -ustedes disculparán- fue convencer al primer invitado de acudir a un programita fantasma, imaginario. Y luego, al segundo. Y luego, al tercero. Y acudir al set sin canjes de Hugo Boss ni de cosméticos Mac ni de ninguna clase de perendengues. Voy con el mismo jean, los mismos polos y las mismas tabas que, hace meses, uso a diario. Ya no tengo que pasarme la vida abasteciendo de obscenidad a la prensa chancho ni tengo por qué soplarme la desoladora cháchara de alguna hetaira con cerebro de silicona y pécora feroz solamente porque eso vende, porque eso es lo que gusta a la gente aunque a mí me produzca arcadas. Fuck that shit. Fuck it forever.
Está decidido: el publicacho esta vez no decide nada y los críticos, menos. Esta vez haré el programa que a mí me cantan las pelotas. Y si les gusta, bien y si no, piñata. Cada noche conozco a alguien que yo pagaría por conocer y me hago merecedor de mis pallares haciendo algo que pagaría por hacer, me los gano -qué lechero- a cambio de uno de los más exquisitos placeres que todavía quedan en la vida: conversar, conversar y conversar. Porque no tengo fortuna, esas tres cosas te ofrezco. El invitado viene y yo me abstengo de dictarle lección alguna de vida, ni de ley ni de moral. Hago la pregunta y después lo escucho. Nada más. Hacemos lo posible por ser mínimamente corteses, por no aburrirnos. Si nos caemos bien, de repente hasta nos divertimos y si no, no. Tampoco puede ser todo pachotada. ¿Que no tengo éxito? No, pues. No tengo. Pero tampoco tengo guardaespaldas, jojolete. Dense una vueltecita cualquier noche de estas, si les provoca. Vamos todas las noches, a las 11 en el 11, por si acaso. Y si no les provoca, sigan sin vernos y está bien también. Quedamos como amigos. Nevermind. Tampoco es que se nos vaya la vida en esto. No podríamos estar más orgullosos de nuestra bien ganada clandestinidad. ¿Estamos viejos? De repente. Pero si una cosa tenemos clara es que ya no vamos a sacarle las tripas a nadie por arrancharle un decimal o un miserable auspicio de Ajos Tito. Esto es una chamba, compatriotas, nada más. Cuatro Gatos Producciones, para servirles.
La columna Pandemonio que escribe Beto Ortiz aparece los domingos en el diario Perú21. También pueden revisar las anteriores usando la pagina web del periódico. Normalmente Beto tiene un gran speach con la pluma pero cuando se "jaimebailyza" tratando de ponerse mariconamente frívolo pierde algo de su extraordinario talento. Su primer libro, la novela " Maldita Ternura" hubiera podido llegar un poco más lejos sino se hubieran incluído historietitas innecesarias sobre sus líos con la deprimente farándula local. Sin embargo hay que reconocer que en sus actos hay consecuencia y que más alla de las diferencias de criterio lógicas a veces -como en la columna de hoy- nos resulta delicioso leerlo. Su magnífico programa de entrevistas "Callate Beto" va de Lunes a Viernes a las 23.00 horas por RBC televisión Canal 11. No se lo pierdan.
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