domingo, 9 de septiembre de 2007

SEDUCIDA POR EL LADO OSCURO (LA DARK VADER DE LA LENGUA)












Martha Hildebrandt por Cesar Hildebrandt (*)
Martha Hildebrandt es un carácter embutido en un cactus. Si la inteligencia fuera dinero, Martha sería una señora Trump viviendo en Manhattan, donde gruñiría en inglés por la pobreza idiomática del Post y caminaría por el Central Park con ese aire de ex ministra del Interior de alguna dictadura de la Europa oriental.
Pero como la inteligencia sólo alcanza para pagar la luz y el teléfono y ser especialista en Bolívar o en filología comparada vende pocos ejemplares y obtiene poco reconocimiento, Martha tuvo que incursionar en la política siguiendo el único instinto que jamás le ha fallado: la adicción por el poder y la autoridad.
Fue funcionaria con Velasco Alvarado, ese chino de Castilla que quiso evitar el comunismo y que sólo se cuadraba ante ella, sonando los tacones como si se tratara de presentarse ante la mismísima mariscala. En esa época era socialista a rabiar y caviar de Beluga, una Rosa de Luxemburgo que iba a la ópera en visón y tintineando de pulseras doradas.
Pero así y todo convirtió la cultura en una prioridad y la edición y los premios a la producción académica en una cosa de todos los días en un país donde la gente seguía murmurando al leer y creyendo que el noticiero 24 horas era el colmo de la exquisitez cosmopolita.
Hizo obra aquí y en la Unesco, en París, donde sí le reconocieron el equipaje académico de ekeka sudamericana y la trataron a cuerpo de reina.
Más tarde comparó a Alan García con Simón Bolívar cuando García mandaba como un huno desde sus balconazos decretando que el cemento bajara, que la leche proliferara por el milagro de las ubres y que los domingos fueran lunes para que la gente siguiera trabajando.
Pero García era, al final, un demócrata y eso terminó por decepcionarla. ¿Cómo era eso de estatizar la banca y luego dejarse amedrentar por la grita de Vargas Llosa y el colchón de Pardo Mesones? No, ese no era un comandante en jefe como el Fidel con quien hizo tan buenas migas.
Porque a ella lo que le fascina es el ejercicio de la autoridad, el grito mandón, la unanimidad concentrada en un caudillo. Hubiera sido leguiista, benavidista, sanchezcerrista, odriista y, desde luego, como resultó siendo, fujimorista.
A esos predios llegó defendiendo a Fujimori en la TV, cuando la inteligencia del país censuraba al autócrata y se reía de sus vulgaridades gramaticales. Fue entonces que esta purista acérrima del habla culta soltó la tesis de que Fujimori se equivocaba a ratos con el castellano porque esta era su segunda lengua, considerando el japonés ancestral que tampoco hablaba bien.
Se olvidó de que la mayor parte de la generación de Fujimori aprendió el idioma del país que los acogió y lo habló con solvencia y creatividad. Se olvidó de los Watanabe, los Tanaka, los Tsuchiya, ejemplares en el decir y en el hacer.
Y de resultas de esta coartada, que ocultaba el hecho comprobado más tarde de cómo Fujimori despreciaba la historia del Perú aporreando simbólicamente su idioma oficial, Martha fue enamorando al Yamamoto de tantos Pearl Harbor domésticos.
Durante la década de Montesinos y su compadre extranjero, Martha defendió con elocuencia los logros del gobierno –que los tuvo–, calló hasta en esperanto sus desaprobaciones y recibió encargos sombríos que cumplió con la eficacia de su talento de generala en eterna disponibilidad.
Encargos, por ejemplo, como el de negar el terrorismo de Estado, las masacres del grupo Colina, la monra de los Hermoza Ríos y la defenestración del Tribunal Constitucional tras la “interpretación auténtica” del artículo 112 de la Constitución, esa sucia maniobra que permitió la segunda reelección del hoy prófugo.
Y todo lo hizo fulminando con un grito a cuanto alfeñique oratorio se le parase por delante y con la habilidad dialéctica que sólo la da el masaje neuronal de los libros.Hace algunos días, Martha volvió a demostrar que está en forma tratando como a una maruja invertebrada a una animadora de la tele.
Porque su inteligencia brilla a los 81 años de su edad como si se hubiese conservado en formol y su carácter parece una espada toledana que hiere y decapita, si es necesario, a quien ose contrariarla.
Si la inteligencia fuese capital, Martha se trataría de tú a tú con Bill Gates.Pero la inteligencia es un don, así como la estupidez es un déficit genético.Así que si la coherencia y los valores fueran también un capital, Martha pediría limosna bajo un puente de la vía expresa.
(*) Por esas cosas que tiene la vida Cesar es medio hermano y primo de Martha. Hemos reproducido este artículo porque en estos días la Dra hizo una lamentable demostración de soberbia barata. También vamos a reproducir de GULMO un fragmento de la entrevista que tuvo en junio con Jaime Baily y que nos muestra su actitud fascitoide.

Congresista Fascista
Este es el diálogo entre Marta Hildebrandt (MH) y Jaime Baily (JB) en el programa de este último el 24 de Junio del 2007.
MH: …con eso que nos han contado siempre que el Perú es un país pobre, cosa que yo no acepto. El Perú es un país riquísimo de gente que vive como pobre porque no sabe hacer nada…JB: Bueno, será rico pero está lleno de pobres pues. ¿Pero cómo puede ser un país rico si está lleno de pobres?MH: Porque los pobres…JB: No quieren ser ricos. Tu crees que están contentos siendo pobres.MH: No, no se saben sostener.JB: Ah…(cachosamente).MH: Y tampoco se puede hacer caridad pues. ¿Qué cosa han hecho los chilenos con esa fajita de tierra que tienen?JB: Y han prosperado. Son un dragón sudamericano.MH: Ah…¿Por qué? Si pues…Son descendientes de vascos y alemanes pue.JB: Ah, ¿es por eso no? ¿Y tu también eres descendiente de alemanes?MH: Yo tengo una cuarta parte de alemana.JB: No, más que una cuarta parte. Te sale ahí el acento prusiano-germánico.MH: (Se le marca la sonrisa en toda la cara).JB: Hildebrant es una cosa germánica.MH: Una vez un autor me puso una cosa preciosa que no termino de agradecérsela. Yo dije en una entrevista que yo tenía un cuarto de alemán. Y él me puso: Para Marta Hildebrant que tiene un cuarto de alemán y tres cuartos de encanto. (Nuevamente, la sonrisa). Mira como no es linda.

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