La realidad y el sueño por Cesar Levano (*1)
Hace unos meses, en los días de su octogésimo aniversario, escuché decir a Gabriel García Márquez: cada pueblo decidirá qué tipo de socialismo quiere, y eso será el socialismo para él.Me hizo recordar el credo de José Carlos Mariátegui: el socialismo no debe ser calco, ni copia.Esas reflexiones, colocadas a la luz de una intensa experiencia personal, se avivaron al recorrer las páginas de El canto y la ceniza, una antología de las dos mayores poetas de la Rusia del siglo XX: Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva.El volumen me lo obsequió una amiga que reside en Europa y que cada vez que viene al Perú me aporta un manojo de libros selectos.¿Qué vincula a esas dos artistas con la meditación sobre el socialismo?Ocurre que ambas sufrieron la presión y el castigo, además del insulto, del estalinismo. El resultado de ese período fue un cúmulo de injusticias, y un abandono de los impulsos generosos que hay en todo movimiento socialista.El caso de la Ajmátova es significativo, porque era una poeta excepcional, que ya Mariátegui había celebrado, y porque nunca conspiró contra el orden socialista ni se acogió al exilio. Sus poemas de los días del cerco de Leningrado, de la resistencia heroica del pueblo soviético, revelan hasta qué punto, pese a no ser militante revolucionaria, se identificaba con su pueblo en lucha contra la barbarie nazi.Su poema Réquiem, inspirado en los días de la prisión de su hijo, luego enviado a los campos siberianos, es una de esas expresiones artísticas en que se plasma una época.En un texto presentado a manera de prólogo, la poeta cuenta cómo pasó diecisiete meses haciendo cola a las puertas de la cárcel de Leningrado. Un día, cuenta, una mujer desconocida salió de la fila y le preguntó al oído:“–¿Y usted puede dar cuenta de esto?“Yo le dije:“–Puedo.“Y entonces algo como una sonrisa asomó a lo que había sido su rostro.”Era una carga de sufrimiento cruel e inútil. Al final, burócratas y malvados royeron la fe de los soviéticos. Eso no descalifica lo que la Unión Soviética realizó en términos de derechos sociales, de avance en la ciencia y la cultura, de ayuda a la liberación de los pueblos coloniales y semicoloniales, de apoyo económico y militar a los países del Tercer Mundo.Pero la moraleja es que el cambio social que anhelamos debe buscar –sin calco ni copia, libremente– que se implante por fin el viejo sueño de justicia y libertad. En la América de hoy se están abriendo caminos inéditos hacia ese ideal. Es un movimiento múltiple, rico en nuevos contingentes: las mujeres, los jóvenes, las capas medias de la ciudad y el campo, la nueva intelectualidad, las poblaciones marginales. Ellos van a inventar un socialismo a la altura de los tiempos, sin dogmas, sin ucases extranjeros.
(*)Poema de Mario Benedetti.(*1)Aparecido hoy en el diario La Primera.
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