María Carolina por César Hildebrandt (*)
Cansado de escribir sobre política, dedico esta columna a un tema afín. Se trata de hablar de una puta gentil llamada María Carolina, que ayer ha ofrecido veintisiete horas de su jornada a la Teletón chilena de Don Francisco.“Serán mis propias 27 horas de amor”, ha dicho María Carolina mientras se dejaba fotografiar, a calzón quitado, para la publicación digital “El Ciudadano”.Por supuesto que, como todos los hipócritas, el tal Don Francisco, que siempre ha caído gordo en estas tierras, ha rechazado la donación diciendo que “está fuera de mis márgenes morales”. Como si tuviera márgenes morales el que creó la Teletón en plena dictadura de Pinochet para que la derecha lanzara sus sobras metálicas y quedara como compasiva.María Carolina no se ha amilanado y ha insistido, a través de su página de Internet, en vender los boletos de su propia maratón colchonera. Y la suma final no será desdeñable. Ella cobra 300 dólares por hora y eso la hará sumar 8,100 dólares ganados con el sudor de su frente. ¿Se atreverá Don Francisco a rechazar esos billetes cuando aceptó tan gustoso los de la familia Edwards, los del señor Sebastián Piñera y los grasientos y empastados del señor Andrónico Lucksic, todos ellos putos del pinochetismo y reinas travestidas de la DINA? “No puedo aceptar ese dinero. Es como si alguien vendiera droga durante 27 horas y me ofreciera lo recaudado para la Teletón”, ha dicho este fariseo payaso de la riquería. Como si inhalar la cocaína que se consume en los mejores barrios de Santiago fuera lo mismo que viajar, aunque sea venalmente, por María Carolina, joven y bella madre de dos hijos, divorciada y declarada enemiga de sus competidoras argentinas.Este Don Francisco no tiene ni idea, en su pacatería, de lo que el puterío ha significado en la historia.La imagen de Afrodita esculpida por Praxíteles repitió las ficciones de Friné, una puta griega. Y Pericles tuvo de amante a otra trabajadora sexual llamada Aspasia. Fue en Atenas que la prostitución se municipalizó bajo el gobierno de Solón –se trataba de hacerla oficial para cobrarle impuestos– y fue en Roma que se trasladó a los baños “con masaje”, tal como lo cuenta Plinio.Ignora Don Francisco que en la ciudad de Ukuk unos sacerdotes sumerios administraron un templo de veneración que era, al mismo tiempo, un burdel para privilegiados. Y que cuando Josué arrasó con Jericó, luego de derribar sus murallas a trompetazo limpio, a la única mujer que no mató fue a Rajab, una puta que había sido su espía. Una puta con la que Josué se casó y tuvo descendencia. De modo que Rajab resulta emparentada con profetas como Jeremías y Ezequiel.Y sí: Jezabel también fue una puta. Y Teodora, ungida emperatriz de Bizancio en la basílica de Santa Sofía, procedía del mismo oficio, según la versión de Procopio, versión que la Iglesia Ortodoxa consideró difamatoria cuando elevó a dicha dama a los altares de la santidad.Así que hace mal Don Francisco al fingirse puritano. Total, hablando en serio, ¿qué tan diferentes son la tele y un burdel?
(*) Aparecido en su columna del diario La Primera
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