lunes, 5 de noviembre de 2007

BUSH Y EL SINDROME DE FORREST GUMP





El desinformado señor Bush por Guillermo Giacosa (*)
Seguramente Bush, en sus escasos momentos de lucidez, se lamentará por no haber estudiado historia y geografía, no digo ya antropología y sociología, lo cual le hubiera venido mejor aún, pero ya con solo conocer la historia y la geografía de la región que ordenó invadir se hubiese cuestionado antes de proceder. Pero él no tenía por qué saber esas cosas, él había nacido en una familia adinerada de un país adinerado y destinado por Dios a guiar a las demás naciones sobre las cuales, además, se espía mucho pero se sabe poco. Para colmo, nadie se tomó el trabajo de contarle al pobre hombre que existía una región llamada Kurdistán, dividida hoy en cuatro países: Turquía, Irán, Irak y Siria, y que, antes, un inmenso imperio llamado Otomano había sido dueño y señor no solo de esa área sino, también, del norte de África y parte de Europa. Es decir que Bush, con la inocencia que da la desinformación, ordenó atacar y hoy paga las consecuencias políticas de su ignorancia sobre historia y geografía. Si su curiosidad no alcanzaba a tanto, hubiese bastado que le preguntase a sus amigos ingleses cómo les había ido en su aventura colonial por Irak, para tomar, al menos, más precauciones.
A la ignorancia que le es propia, Bush suma la terquedad que lo caracteriza y la resistencia a la crítica que es otra de sus 'virtudes' e insiste, ante una situación que muchos de sus propios mandos militares ven como rozando lo imposible, con avanzar hacia un desastre mayor.
Amenaza a Irán, quiere asustar al mundo con una tercera guerra mundial si Irán continúa con su proyecto de desarrollar energía nuclear y logra así que los precios del petróleo batan nuevas marcas mundiales. Mientras tanto, el Congreso de los EE.UU., en el momento políticamente menos oportuno, decide irritar a los turcos reconociendo una verdad más grande que el Empire State: que la matanza de un millón 500 mil armenios en Turquía, durante la Primera Guerra Mundial, constituye un genocidio. Si el asesinato de un millón y medio de personas pertenecientes a una misma tradición histórica y cultural no es un genocidio, valdría la pena preguntarse qué lo es. Quizá lo sea también la muerte de más de dos millones de iraquíes, que es el saldo que va desde la primera invasión hecha por papá Bush hasta el presente. Eso, por supuesto, ni mencionarlo pues, como dijo Colin Powell: EE.UU. no tiene nada de que arrepentirse.
Lo cierto es que Irak se complica más cada día que pasa, que Turquía, aliada de EE.UU. y vecina de Irak, ha decidido, por 507 votos contra 19 de su parlamento, ordenar al ejército lanzar una ofensiva a través de la frontera sureste de Turquía en persecución de 3,500 rebeldes turcos-kurdos del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, que se ocultan en las montañas del Kurdistán iraquí, y que Endorgan, el primer ministro turco, le diga a su aliado Bush: "Nadie puede darnos lecciones sobre operaciones transfronterizas. ¿Acaso EE.UU. nos consultó cuando entró en Irak desde decenas de miles de kilómetros de distancia?".


(*) De su columna del diario Perú21

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