Al rescate del debate por Jorge Bruce (*)
Cuando Chávez interrumpe con su caudalosa verborrea a Zapatero en la cumbre iberoamericana, no solo consigue sacar de sus reales casillas a Don Juan Carlos (lo cual no parece tan complicado, a tenor del rojo borbónico de su rostro). Al pronunciar la célebre frase, el monarca pisó el palito, se frustró la intervención del jefe de Gobierno español, quien estaba exponiendo su proyecto de sociedad, y Chávez impuso la imagen del periodo retrógrado de Aznar en lugar de la modernidad propuesta por el actual primer ministro. Así se arruinó la clausura del cónclave de alto nivel. Nada mal para un saboteador profesional de quienquiera exprese ideas discrepantes con su modelo de izquierda autoritaria perpetuada en el poder, respaldado por el precio del crudo y la ceguera de los gobiernos norteamericanos. Ahora solo se recuerda el exabrupto y el venezolano continúa hablando sin parar (George Steiner dice que Hitler hacía lo mismo y al principio nadie serio le hacía caso). Mientras tanto, el referéndum para su reelección ad infinitum sigue su curso inexorable. Como diciendo: aquí ya no queremos reyes, lo que necesitamos son dictadores.
Mayor razón para insistir en la necesidad de preservar el debate y rescatarlo del clima de insultos, descalificaciones y sorna en el que suelen estar sumidos nuestros países. Eso fue lo que hizo Zapatero, pero ya se sabe lo difícil de hacerse escuchar ante la gritería de los bravucones. Además, la presidenta Bachelet fue incapaz de poner orden: su tímido "no hagan diálogo" sonó más a un lapsus que al restablecimiento de la autoridad (no deja de ser irónico que, siendo mujer, le faltara muñeca). De lo que se trataba, por el contrario, era de preservar el diálogo: la exposición de ideas en el tiempo asignado es una parte del mismo, a diferencia del hostigamiento destinado a erosionarlo. Para ello, no debió tolerar la intervención impertinente del caribeño. Esto no es fácil, pero era su obligación. Se entiende que lo que ella quiso decir era que se evitara el intercambio entre dos personas, en una alocución pública, pero quien lo estaba socavando era Chávez y no Zapatero; este solo procuraba defender la democracia española de los ataques inopinados -no venían al caso- de su par venezolano. Pasado el incidente, desviadas las cámaras, disminuidas las entradas a You Tube y bajados los politonos (el nombre en español para los ring tones) en los celulares, corresponde aprender de esa experiencia mediática.
¿POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE EL DEBATE? En su libro La Transformación de la intimidad, donde Anthony Giddens analiza los vasos comunicantes entre democracia, sexualidad, amor y erotismo, el inglés responde con claridad y concisión: "La conducción de una discusión abierta es un medio en sí mismo para la educación democrática: la participación en el debate con otros puede llevar a la emergencia de una ciudadanía más ilustrada. En parte, esa consecuencia proviene de una ampliación de los horizontes cognitivos individuales. Pero también deriva de un reconocimiento de la legítima diversidad -es decir, pluralismo- y de la educación emocional. Un contribuyente al diálogo con educación política es capaz de canalizar sus emociones de manera positiva: razonar a partir de la convicción antes que sobre la base de diatribas emocionales o polémicas". Algo me dice que este no es el libro de cabecera de Hugo Chávez ni de muchos de nuestros políticos locales, como tampoco del rey.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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