La guerra sin fin del mundo por César Lévano (*)
En 1969, bajo el primer gobierno de Richard Nixon, Estados Unidos creó la Agencia para la Protección del Medio Ambiente y la Agencia Antidrogas (Drug Enforcement Agency = DEA). Empezó así lo que se puede llamar la doble guerra de los 40 años. Respecto al medio ambiente, el fracaso, cuyo primer culpable está en Washington, es hoy una tragedia norteamericana y mundial. En cuanto a drogas, la derrota es parejamente universal.Como lo explica Róger Rumrrill en esta edición (páginas centrales), la estrategia estadounidense abarca ahora dos frentes: el de las drogas y el del dominio geopolítico en dos áreas decisivas: el petróleo del Medio Oriente y la Amazonía, la gran reserva de agua dulce del mundo y el tesoro de una biodiversidad prometedora.La lucha contra las drogas ha fracasado estruendosamente en el Perú --y en el mundo--.El narcotráfico se ha convertido en una potencia mundial. En nuestra Amazonía hay ahora zonas “liberadas”, en que el negocio más vil de la Tierra ejerce su dominio. Ni la DEA ni el gobierno peruano tienen respuesta para ese avance.La erradicación propugnada por la DEA ha conducido a un alza de precios de la hoja de coca y a un crecimiento impetuoso de la producción de cocaína.Hay quienes calculan que el 30 por ciento de las empresas en el Perú tiene un ingrediente de lavado de dinero del narcotráfico. No es un secreto que hace veinte años el Banco de Crédito recogía dólares turbios en Tocache y Uchiza.Se calcula que el narcotráfico produce al año en el mundo entre 500 mil y 700 mil millones de dólares. Por eso hay gobiernos, militares y bancos que, aunque lo disimulen, no quieren acabar con tan criminal industria. La droga da mucha plata. Los analistas calculan que el 7% del producto bruto interno de México proviene de esa fuente. Si a esto se suman los 30 mil millones de dólares que anualmente remesan los emigrantes mexicanos, se llega a esta conclusión: sin el narcotráfico y las remesas, México habría colapsado. Al final, el TLC no ha sido allá ninguna bolsa salvadora.En el Perú puede ocurrir algo peor. Rumrrill lo previene: los cientos de miles de campesinos que serán arruinados por el TLC probablemente se dediquen a abastecer la creciente demanda de cocaína en Estados Unidos, China y Europa. Los ricos y los deprimidos, que muchas veces son los mismos, necesitan paraísos artificiales.Los jóvenes que en las urbes ultramodernas crecen criados por nanas, sin el afecto de los padres; los niños del tercer mundo, que son los más pobres de los hogares pobres, buscan consuelo en los brazos de alguna droga, incluidos el alcohol y el tabaco. La ausencia de sueños y de ensueños, la orfandad de ideales y valores, los arrojan al vacío de su propio interior.
(*) Aparecido en la columna del Director del diario La Primera.
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