lunes, 12 de noviembre de 2007

EL DESTINO NOS ALCANZA












¿Existe un planeta oculto para los ricos? por Guillermo Giacosa (*)
La destrucción del planeta es lenta pero, aparentemente, irreversible. España, por ejemplo, "consume y genera una contaminación casi tres veces (2,6) la biocapacidad de su territorio (capacidad de recarga de los recursos naturales), lo que significa que su nivel de insostenibilidad es del 260%". En palabras menos pomposas, destruyen el medio ambiente a mayor velocidad que la que este posee para recomponerse. No es difícil darse cuenta que a ese ritmo, en un período de tiempo no muy extenso, la muerte estará golpeando la puerta de nuestro hábitat natural. ¿Por qué a un ritmo de depredación tan evidente y acelerado las respuestas humanas se vuelven tan lentas?
¿De dónde proviene esa incoherencia fundamental que es permitir una agresión contra el único bien cierto que tenemos, que es la vida, sin actuar con la rabia y la decisión que la situación exige? ¿Es finalmente la especie humana una especie suicida o ha llegado a un nivel de su desarrollo donde lo único que cabe es la eliminación de la vida? ¿Estamos apresados por la obsesión de esta sociedad de "tener" cada vez más para sentir que estamos vivos? Aparentemente, la crisis que desataría la instalación tecnológica que evite la contaminación produciría una elevación de costos y una merma del consumo de por sí gravísimas pero, en todo caso, menos definitivas que la propia muerte. Muertos no habrá nada que repartir y nada que discutir. Cuando uno escucha a Bush decir que no pueden perjudicar su economía y, por lo tanto, no toman medidas para evitar la contaminación se comprende que con líderes así la batalla está perdida. Podemos entender que el tipo tiene menos información que un cromagnon o un neanderthal y menos sensibilidad que un cadáver pero nuestra vida va en ello. ¿Podemos, entonces, seguir escandalizándonos frente a hechos insignificantes mientras el hogar común está en proceso de demolición?
Por lo general, la agenda política la marca la prensa y, salvo excepciones, uno puede llegar a pensar que la prensa y sus socios del poder económico deben tener un planeta oculto en algún lugar para cuando la Tierra sea inhabitable. De otro modo no podemos comprender cómo son tan indiferentes a su propia destrucción. Podrán argüir, en un exceso de egoísmo, que al fin y al cabo ellos no asistirán a dicho drama y, en ese caso, yo me quedaré sin respuestas, pues las especies vivas suelen actuar articuladamente y nuestro cerebro nos impulsa a actuar, no solo en defensa de nuestra propia vida sino, también, de la vida de nuestra descendencia. Sucede así en situaciones de emergencia. ¿Será que hoy el fárrago y el vértigo de la vida moderna no nos permite sentirnos en estado de emergencia o será que hemos perdido ese impulso instintivo que es (o era) parte de nuestro patrimonio genético? ¿Será que hemos sobredimensionado la capacidad de la especie humana para resolver los problemas? Muchos honestamente afirman: "algo se inventará". ¿No creen que es un riesgo confiar en ese albur mientras el planeta se desintegra bajo nuestros pies?


(*) Aparecido en su columna del diario Perú21

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