Por: Renato Cisneros
Si hubiera que forzar una analogía animal para definir a la CGTP, acaso convendría hablar de un viejo lobo que --desdentado y rengo-- se niega a aceptar que ya dejó de ser la feroz criatura de otro tiempo. Un lobo maltrecho que, si bien conserva algunas de sus viejas mañas y hasta balbucea con cierta convicción sus tercas arengas, ya no atemoriza, ya no intimida, ya no sopla con el furibundo ímpetu de ayer.
Tan venida a menos está la CGTP que la movilización que convocó el jueves pasado, más que una marcha significativa, pareció un corso de fiestas patrias. Numerosa y colorida, sí, pero políticamente intrascendente.
Qué brumosos se ven ahora los días en que la poderosísima CGTP era capaz de articular a distintos gremios a su alrededor, pechar al presidente de turno, y remover con sus reclamos los cimientos del Gobierno.
Así ocurrió, por ejemplo, en la década del setenta. Tal como recuerda el analista Álvaro Rojas, en 1971 la CGTP logró el reconocimiento oficial del régimen militar que encabezaba Juan Velasco Alvarado. Hasta entonces --precisa Rojas-- el predominio sindical era potestad de la Confederación de Trabajadores del Perú, CTP.
Leyendo notas periodísticas de entonces, uno puede constatar que la CGTP fue un eslabón muy importante para que el gobierno militar pudiera convivir en una relación armónica con el Partido Comunista, que originalmente se oponía al golpe de Velasco.
Álvaro Rojas señala que los "moscovitas" habían rectificado su oposición inicial al golpe y en 1969 reconocieron "una organización nueva y distinta" en el gobierno militar, y expresaron "total apoyo a la digna y enérgica conducta gubernamental frente a la amenaza yanqui y las diversas medidas tomadas en favor del pueblo".
Bajo esa misma tesis, podría decirse que hasta 1975 la CGTP estabilizó el panorama sindical procurando crear condiciones para la aplicación de las reformas dispuestas por los militares.
En 1976, sin embargo, tras el derrocamiento de Velasco, la confederación entró en un conflicto con los militares, exigiéndoles el retorno a la democracia. La crisis desembocó en el paro nacional del 19 de julio de 1977, el de mayor éxito de la CGTP.
"Ese julio, los militares sabían que debían irse: las calles vacías y pueblo unido lo reclamaban. Un año después se convocó la Asamblea Constituyente", dice Rojas.
CON TODOS Y CON NINGUNOEl devenir de la CGTP desde aquella época hasta hoy ha sido errático pero sobre todo susceptible de las mudanzas ideológicas más variopintas y saltimbanquis.
Si en los setenta, los trabajadores protestaban por las libertades suspendidas, aunándose al coro de casi toda la clase política peruana, en la primera mitad de los años ochenta renegaban en las calles por la inflación económica acompañados por los líderes de la izquierda. Entonces su voz aún tenía un peso innegable y ejercía presión. En diciembre de 1982, el primer ministro Manuel Ulloa dio un paso al costado, entre otras cosas, por no haber podido revertir las problemáticas que la CGTP subrayaba.
Luego --durante el primer gobierno de Alan García-- la CGTP se quejaba básicamente del desempleo, pero sus ayes apenas eran rebotados por la izquierda atomizada. Es en esos años que su estructura y su línea de acción se verían seriamente debilitadas.
Así lo entiende también el analista Santiago Pedraglio. "La CGTP perdió fuerza política desde 1987, con el inicio de la hiperinflación, la crisis generalizada, la destrucción masiva del empleo formal y la consiguiente disparada del subempleo y el empleo informal. Un factor agregado, pero claramente secundario, fue el inicio de la crisis de la izquierda en 1988", redondea Pedraglio.
Su época más difícil fue --como para todos el país-- el inicio de los noventa. No solo porque tuvo que lidiar con el hecho de ser asociada con Sendero Luminoso, sino que padeció la flexibilización que el gobierno de Alberto Fujimori hizo de la legislación laboral, que terminó debilitando a los sindicatos de trabajadores.
Esas pugnas cobraron un hito el 18 de diciembre de 1992, cuando el entonces secretario de la CGTP, Pedro Huilca, fue asesinado por una cuadrilla de hombres encapuchados en la puerta de su casa.
Inicialmente se atribuyó a Sendero el crimen del dirigente popular, pero luego --considerando que Huilca era uno de los activistas que más se oponía al ajuste neoliberal que promovía Fujimori-- se discutió una teoría que con el tiempo tomaría cuerpo: que el grupo paramilitar Colina era responsable de su desaparición.
REBELDES SIN CAUSA Del 2000 en adelante, la CGTP, ya opacada por los dobleces de los noventa, pero también por su falta de inventiva y modernización, se convirtió en una plataforma convenientemente utilizada por políticos con ganas de hacer escándalo. Producto de ello ha ido perdiendo el escaso liderazgo efectivo que le quedaba y ha abrazado causas contradictorias que explicarían su ingravidez.
En julio del 2000, por ejemplo, la CGTP aceptó la invitación de Alejandro Toledo para plegarse a la Marcha de los Cuatro Suyos en contra de la dictadura auspiciada por Fujimori.
Cuatro años más tarde, sin embargo, el 14 de julio del 2004, la CGTP --aupada por el Apra-- convocó una marcha para forzar la renuncia de Toledo (uno de los lemas consignados en pancartas fue "Nosotros te pusimos, ahora te sacamos").
Tan penosa fue esa procesión que si dejó una huella en los expedientes periodísticos fue únicamente por la célebre 'patadita' que Alan García le encajara al ciudadano Jesús Lora.
Aquella marcha del 2004 se organizó, entre otras cosas, para protestar contra el anunciado TLC con EE.UU. Alan García participó de ella y hoy, tres años más tarde, él, curiosamente, saca pecho por haber finiquitado el esperado tratado comercial.
Por todo eso, si la CGTP alojó primero entre sus filas a Toledo para marchar contra Fujimori y luego a Alan para marchar contra Toledo, pues no sorprende que ahora invitase a Ollanta Humala para marchar contra García.
Lamentablemente para los gremios, de muy poco les ha servido abrirle la puerta a los oportunistas. Si antes su vigor les permitía conseguir avances políticos para los intereses de su sector, hoy su máximo logro pasa por detener el tránsito unas cuantas horas.
Tal vez por reconocer que ya no es la misma de antes, la CGTP de hoy ha dejado de promover paros justicieros y prefiere hablar de marchas pacíficas.
Para Santiago Pedraglio, el discurso de los trabajadores es bastante menos confrontacional que hace tres décadas. "Se preocupa por tener algunas iniciativas vinculadas no solo a las reivindicaciones salariales y de trabajo, sino también al desarrollo productivo y la sostenibilidad".
Ahondando en su diagnóstico, Pedraglio estima que el escenario comercial que se avecina para el país, en lugar de sepultar la figura de los sindicatos, quizá termine resucitándolos.
En todo caso, si tal proliferación de sindicatos se produce, la CGTP tendría que replantear su visión para blindarlos. Además, debería fortalecer su dirigencia, que no se renueva, que no está representada, y que en su afán por ser democrática ha terminado siendo harto demagógica.
Por ahora, sus propuestas son --como bien sugiere Álvaro Rojas-- tan lánguidas como decepcionantes.
LA FRASE "La CGTP hoy vive de glorias pasadas: no organiza paros, sino movilizaciones y marchas para hacerse presente y decir, en bolero inolvidable, "para que no me olviden/ ni siquiera un instante"
ÁLVARO ROJAS ANALISTA POLÍTICO
(*) Aparecido ayer en el diario El Comercio
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