Cuándo callarlo por Augusto Alvarez Rodrich (*)
La relación diplomática con un autócrata peligroso.
El ya famoso "pero por qué no te callas" del rey Juan Carlos I a Hugo Chávez, ante una impertinencia tradicional del venezolano en la Cumbre Iberoamericana, podría quedar en el anecdotario, pero va a traer más cola.
Mejor hubiera sido que se lo dijeran varios presidentes latinoamericanos, y no en la reciente cumbre de Santiago, sino en cualquiera de las citas previas, en las que Chávez siempre se ha comportado con la prepotencia majadera del nuevo rico chabacano ante la mirada complaciente de sus colegas regionales.
No se trata de la defensa de José María Aznar, cuya presidencia es harto criticable, sino del respeto de las formas que son indispensables en las relaciones diplomáticas, y que el autócrata venezolano cree poder infringir gracias a una chequera alimentada por el aumento de la cotización del petróleo con la que, además, compra sumisiones, adhesiones o silencios en la región.
Pero el problema es mucho más grave que el respeto elemental de las formas, porque es obvio que Chávez tiene un plan de expansión en la región que incluye el financiamiento de gobiernos o de políticos de oposición que esperan llegar al poder, para cumplir su ambición. Las casas Alba son una expresión obvia en el Perú.
El avance en su plan es evidente. Evo Morales de Bolivia es un títere de Caracas, mientras las relaciones con Argentina y Ecuador son sólidas, Brasil prefiere mirar al techo y Álvaro Uribe de Colombia se está enredando en la telaraña chavista por los rehenes de las FARC.
Es en dicho contexto geopolítico que se debe analizar el planteamiento de la acción diplomática del Perú frente a Chávez, lo cual requiere de un cuidado extremo.
Es evidente que la relación con el presidente Alan García no es fluida, a pesar de los abrazos fotográficos. No obstante, una reacción fuerte ante Venezuela que los principios demandan requiere un contexto que impida el eventual aislamiento del Perú en el ámbito regional.
Tan relevante como la invitación para que Venezuela invierta en el país -una manera de decirle a Chávez que entre por la puerta legal-, es la solidaridad de García con el rey español.
El rompimiento del Perú con Chávez es inevitable, pero hay que escoger la oportunidad correcta. La actual todavía no parece serlo.
(*) Columna del Director del diario Perú21
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