sábado, 26 de junio de 2010

ESQUELETOS EN EL ARMARIO


Good Morning Terror
por Hugh Player

Hace un chupo de años -cuando estudiaba en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos- había días en que la clase de Literatura Griega era interrumpida por unos muchachos atemorizantes que pedían una colaboración para los prisioneros políticos de la guerra popular. Ni el profesor ni los alumnos los mirábamos directamente a los ojos, a lo más, estirábamos una mano con un par de monedas esperando que la situación termine lo más pronto posible.También organizaban ferias en donde se vendía parte de los trabajos de artesanía que hacían los presos en las cárceles. Normalmente eran chicas muy jóvenes las que hacían las ventas.Tenían un periódico mural que era actualizado por las noches (a diario) y que servía para informarle a la Facultad -con fotografías tamaño carné- la muerte de uno de sus militantes en una acción subversiva. En ese ambiente, Fujimori metió al ejército, partieron en varias partes la estatua del Ché Guevara y llenaron las oficinas de seguridad del estado con culpables e inocentes.
Porque en este país las diferencias suelen ser bastantes sinuosas y difusas cuando el estado actúa.
Hoy, que me tratan de hacer tragar con el desayuno estas informaciones extrañas de pro-senderistas desfilando bien embanderados y a tiro de cámara fotográfica, me pregunto si la estupidez general en le Perú sigue siendo tan vasta como el océano. O es que la necesidad de distraernos de la cada vez más galopante corrupción nos hace recurrir al viejo enemigo.
Si no entendemos que a esta gente se le derrotará definitivamente en la confrontación de ideas y con acciones reales de gobiernos que piensen más en el hambre del pueblo que en los bolsillos de los empresarios, entonces viviremos atrapados en éste juego de espantajos.
De haber infiltración en el campus, las autoridades de la universidad no podrán hacer nada al respecto, ya que como nosotros, tiempo atrás (a los que nos inmovilizaba el miedo de aquellas siniestras presencias) también están desprotegidos frente a cualquier agresión, ya sea de cualquier lado de esa violencia ciega que camina tranquilamente por nuestros días.
No suelo ser políticamente correcto. Difícil que me asalte el fascista escondido que habita en nuestras conciencias. Repudio cualquier forma de terror, venga de donde venga y por más justa que pueda parecer su causa. Pero es hora que los afinados en este pacto de tramposos que apuestan por la supervivencia búfalo-nisei en los temores de una sociedad tremendamente culposa, lean la fábula de Pedro y el lobo.
Si el estado no puede ser bobo. Nosotros menos. Sino fuimos.
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