sábado, 23 de septiembre de 2017

SECRETOS DE FAMILIA

Los Secretos del Diario El Comercio, según César Hildebrandt
Hace algunos años el periodista César Hildebrandt publicó algunas cartas públicas a el diario el Comercio, en este blog “Museo de la Memoria” recordamos de qué se trata:
CARTA A EL DIARIO EL COMERCIO: 3 de febrero del 2008
hildebrandt-unas-palabras-fSr. Director del Diario El Comercio:
Usted heredó un periódico –el que González Prada llamó carreta de basura, qué exceso de anarquista, qué lisura por Dios– y una gran fortuna, que empezó a extenderse desde 1984, con la inauguración de la nueva planta, y que creció considerablemente con vuestras talentosas movidas financieras resurfeando sobre el dólar MUC del doctor Alan García. Yo heredé sólo un apellido que he mantenido, con el pesar de algunos de los que trabajan para usted, limpio. Y tenga por seguro que haré todo lo que esté a mi alcance para que ninguna campaña trate de ensuciarlo. Yo tengo un honor que defender. Y lo defenderé en todos los terrenos.
A pesar de su poder, usted, señor Miró Quesada, no ha podido jamás figurar en ninguna encuesta de credibilidad. Ni como directivo de El Comercio ni a título individual. Y es que usted es uno de los mayores responsables del descrédito de la prensa escrita, descrédito certificado por todas las encuestas recientes. ¿Y por qué? Porque usted embarra a quien le molesta, embiste a quien “lo desacata” –el caso de la Fiscal de la Nación es clamoroso– y puede defender lo indefendible si está en la esfera de sus intereses. Y usted está convencido de que todos nos morimos de miedo ante El Comercio. Yo muchas veces muero –es cierto– ante El Comercio. Pero muero de risa, señor director. Me dan risa los aires que se dan los Miró Quesada. Y me da mucha risa cuando usted editorializa sobre “la más noble de las profesiones”.
Me he ganado, a solas y a pulso, un cierto reconocimiento público. Como comprenderá, ese reconocimiento nada tiene que ver con mi inexistente simpatía o con mi ausente carisma. Tiene que ver con mi terquedad y con mi incomprabilidad.
Ayer, uno de sus esbirros ha tratado de vincularme, de nuevo, con el caso Zevallos. Por toda prueba, dice que en 1997 yo entrevisté a un testigo que primero acusó a Zevallos y luego se desdijo. Y cita unas palabras mías pronunciadas hace once años en torno al interés de Chile de tumbarse a “Aerocontinente”.
Lo que no dice su periódico es que en 1997 “Aerocontinente” era una empresa tan seria y formal que El Comercio firmaba todos los años contratos publicitarios con ella. Lo que no dice su periódico es que en 1997 Fernando Zevallos era un empresario al que “La revista dominical” –el programa que se emitía en el canal de los Crousillat y se compaginaba muchas veces en el SIN– había acusado, sin pruebas, de estar vinculado con el narcotráfico. Y lo que no dice su periódico es que en 1997 Zevallos era, por la existencia de “Aerocontinente”, una incomodidad real para los capitales chilenos que aspiraban a dominar –como lo lograron– nuestras rutas aéreas. Esos capitales chilenos que su diario, señor director, siempre ha representado tan bien, ayer con su fundador de esa nacionalidad “tan próxima” y hoy con don Emilio Rodríguez Larraín, tan allegado a usted y a su periódico y tan condecorado por la embajada de Chile.
Claro que propalé esa entrevista. ¿Qué quería? ¿Que le creyera a pie juntillas a Nicolás Lúcar? ¿Que tomara la versión policial, corregida en el SIN, del fujimorismo putrefacto? Y propalé otras entrevistas porque eran noticia. Y entrevisté a Polaco cuando sólo era un sospechoso y no un autoinculpado. Y si se hubiese autoinculpado en mi programa, me habría sentido muy bien. Es que, señor Miró Quesada, mi fuerte es el periodismo. Yo no escribo tetudeces bajo el título altivo de “Buenos días”. Eso se lo dejo a usted.
Me importa un rábano qué ha hecho Pepe Mejía con su vida. Tampoco soy un juez apócrifo, como usted, para condenarlo sin apelación. Hace años que no lo veo ni converso con él. Y jamás he recibido dinero o bienes de nadie para emitir una opinión o conceder una entrevista. Esa calumnia ya la intentó antes El Comercio, sin éxito pero con malignidad.
Pero lo que más calla El Comercio en relación a 1997, señor director, es lo que pasaba dentro de su periódico y lo que pasaba entre su periódico y el poder judicial fujimorista.
Y vaya que pasaban cosas. Estaba en pleno desarrollo la guerra civil que desembocaría, el 2 de septiembre de 1998, en la denuncia que hiciera contra El Comercio el ex gerente general de ese periódico, don Luis García Miró Elguera.
Y la denuncia consistió en revelar ante el poder judicial que, durante más de una decena de años, El Comercio tuvo cuentas secretas en el extranjero, cuentas que manejaban unos pocos del directorio, entre ellos su papá, lamentablemente, señor director.
Según lo expresado por Luis García Miró Elguera, en esas cuentas se movieron millones de dólares no declarados y a través de ellas se favoreció a algunos Miró Quesada, se dejó de declarar utilidades y, por consiguiente, se evadió impuestos olímpicamente.
¡Fíjese usted, señor director! ¡Qué notición el que se perdieron sus lectores!Dichas cuentas fueron
–La cuenta 019-233434 del Chemical Bank
–La cuenta 4031498 del Royal Bank of Canada
–La cuenta 6382769081 del Barnett Bank
Y la cuenta 4280653877, la denominada “cuenta Marco Polo”, también del Barnett Bank.
Sostiene el ex gerente general de El Comercio que hizo denuncia de la existencia de esas cuentas ante una sesión del directorio en el año de 1993. Cuando estalló el escándalo, ¿qué hizo El Comercio?
Según García Miró, sólo devolvió lo que había en ese momento (1993) en las cuentas secretas, es decir, la suma de 813,032 dólares. El Comercio habló, en su alegato, de que había “repatriado” el dinero –con lo que admitió la existencia de las cuentas–, pero García Miró ha sostenido ante los jueces que ahora ven el caso civil que no hubo tal “repatriación” porque no se cumplió a cabalidad con la ley 26001, dada por Fujimori en 1991, y porque esos ochocientos mil y pico de dólares no llegaron a una cuenta institucional sino a una que tenía como titulares sólo a tres personas: José Graña Miró Quesada, Luis Miró Quesada Valega y Luis García Miró Elguera. ¿Qué cuenta era esa? La 0555812 del Banco Wiese. Esa cuenta había sido usada antes para recabar dinero negro de los proveedores del extranjero, el mismo que se repartía entre seis de los setenta accionistas de El Comercio.
García Miró fue más allá. Alegó con cientos de documentos ante el juez que El Comercio tampoco dijo nada de cuánto dinero se había movido durante la larga existencia de esas cuentas “reservadas”, cuya creación –según propia admisión de El Comercio– databa de 1982.
Los 813 mil dólares descubiertos por García Miró se convertirían en 1994 en “una declaración jurada rectificatoria” formulada por los contadores del diario El Comercio. Pero, como sostuvo García Miró, con eso sólo se “maquillaba” el ejercicio de 1993. ¿Y los que van del año 1982 a 1993? ¿Qué pasó con ellos, señores de Price Waterhouse, auditores calificados que nunca fueron enterados de esos dineros más que tiznados?
Más todavía. Según el ex gerente general de El Comercio, la cuenta 0555812 del Banco Wiese se siguió usando, como si nada hubiera pasado, hasta el año 1998. ¿Y para qué, entre otras cosas? ¡Para comprar, con dinero girado desde esa cuenta irregular, las acciones laborales de los trabajadores de El Comercio, operación que se hizo a través de “Argos”, empresa próxima a Luis Miró Quesada Valega, quien se hizo girar un cheque de 500,000 dólares para ese propósito.
En plena batalla campal intestina, El Comercio llamó a un testigo de descargo. Se trató del ejecutivo del Wiese Héctor Grisolle Aguirre, quien declaró que El Comercio “había realizado, en efecto, una repatriación de capital”. Eso probó, para García Miró, la íntima ligazón de El Comercio y el Banco Wiese, el banco de Montesinos, y eso explica por qué, a la hora de informar, su periódico, señor Miró Quesada, siempre tuvo una opinión sesgada en torno al carísimo salvataje de esa entidad financiera. Entidad que, como usted recuerda, gerenció don Víctor Miró Quesada, para más señas. Ese es el problema de tener tanta plata y no separar la bóveda de la redacción.
El problema de El Comercio, además, es que cree, señor director, que ha vuelto la época en que era parte de las turbas disciplinarias del civilismo. No, señor director. Esa etapa murió. Y ustedes, por más que acumulen, no son un poder de la República. Son un diario que tendría muchas explicaciones que dar a sus lectores. Son sólo un periódico plagado de dineros que cuidar y dineros que convocar. Vuestra independencia limita al norte con vuestra chequera y al sur con un cierto y viejo olor a salitre.
Podrían empezar por responder preguntas como esta: ¿Por qué, señor director, El Comercio siguió firmando contratos publicitarios hasta el año 2005, con la empresa de “Lunarejo”, “Polaco” y, según ustedes, Pepe Mejía? ¿No dice usted que su diario supo de las andanzas sucias de los Zevallos desde 1995? ¿Diez años después, en el 2005, seguían sus periodistas volando en canje por “Aerocontinente”? ¿No le da vergüenza eso, señor director, con todo respeto?
Y, además, no lo entiendo, señor director. Usted llama narcotraficantes a los Sánchez Paredes –así lo señala en un valiente editorial, revíselo, es de hace poco– y en seguida acepta una catarata de avisos a página de los Sánchez Paredes. ¿No sabe, señor director, que puede estar usted ayudando a lavar dinero? ¿No hay cómo resistirse al avisaje?
Tampoco entiendo cómo es que publicaron que la fiscal Julia Eguía Dávalos recibía dineros mensuales de Montesinos (Pinchi Pinchi dixit) pero no le dijeron a sus lectores, en esa misma nota, que fue precisamente Julia Eguía Dávalos la fiscal que, en las postrimerías del fujimorismo y cuando ustedes estaban cogidos del cogote, declaró prescritos “los delitos cometidos en el diario El Comercio”. Prescritos, señor director. Yo tengo esa resolución. Como tengo tres mil páginas de documentos sobre su diario. Lo que pasa es que no puedo estar aburriendo a mis lectores –bueno, no sólo se lee El Comercio, ¿sabe?–.
Pero, en fin, de las relaciones de El Comercio con el fujimorismo hablaremos más adelante, con su permiso, claro está.
Muchos saludos al colega Fernando Ampuero, investigador en jefe de su periódico, señor director.
Se despide con la humildad de siempre,
César Hildebrandt
CARTA A EL DIARIO EL COMERCIO: 5 de febrero del año 2008
cesar-hildebrandtSr. Director del Diario El Comercio
Quizás pueda decir usted, señor director, que ­ayer, en mi respuesta a sus infames insinuaciones, sólo hablé de una de las fuentes en el sonado caso de estafa y apropiación ilícita que protagonizaron algunos directivos de El Comercio.
En efecto, ayer me atuve a la versión de don Luis García Miró Elguera, ex gerente de El Comercio y denunciante de lo sucedido en el periódico. Pero como yo no hago lo que sus “investigadores” hacen sistemáticamente, intentaré, en esta nueva carta, con su permiso obviamente, dar “la otra versión de los hechos”, es decir la versión de ustedes, la versión de El Comercio.
Esa versión, que tengo ante mi vista, es escabrosa, por decir lo menos. Y lo es porque ­acusa a Luis García Miró Elguera de tantas faltas y delitos que no entiendo cómo es que ustedes no pelearon hasta ver en la cárcel al delincuente que describieron en su contestación a la demanda.
Bajo el título “Sobre su supuesta trayectoria “intachable”, El Comercio acusa a quien había sido su gerente general durante nueve años de lo siguiente:
a) Responsabilidad en el fraude de 474,200 soles perpetrado por espacio de 16 meses por el señor Jesús Fernández Dávila.
b) Cargo de 950,000 soles a Promotora Ecsa S.A. para regularizar vales personales, “claramente realizado para esconder el problema de los vales provisionales irregulares del señor Luis García Miró Elguera…”
c) Un faltante de caja de 1’261,144 soles, descubierto tras el arqueo realizado el 23 de septiembre de 1992.
d) La sustracción de 30,000 dólares “del cajón del cajero”, hecho que se repitió, increíblemente, en mayo de 1993.
e) Autootorgamiento por don Luis García Miró Elguera de 328,623 soles “a cuenta de beneficios sociales… sin contar con la autorización del Directorio”.
f) Ocultamiento del informe de Moreno, Patiño y Asociados, el que “señalaba una serie de irregularidades en la administración de la ­empresa”.
g) La existencia de vales en caja por un valor de 5’852,690 soles “sin la autorización correspondiente”.
h) Autootorgamiento por don Luis García Miró Elguera de préstamos personales por un valor de 570,357 soles “sin conocimiento del Directorio”.
i) Sustracción, días antes del arqueo de caja, de “los documentos que sustentaban el faltante”.
Señor director: si todo lo que El Comercio alega fuese cierto, entonces habría que decir que su periódico tuvo, durante nueve años, a un encorbatado malandrín como gerente general.
La enorme duda que surge es esta: si todo eso era cierto nadie sabría explicar por qué, entonces, el periódico llegó ­a acordar con el mismo García Miró una “transacción caballerosa” ocurrida en enero de 1994, cuando todo lo enumerado por El Comercio se conocía de sobra y había sido tratado en Directorio.
¿Transacción caballerosa con alguien capaz de sustraer documentos y dinero de caja? ¿O, más bien, señor director, necesidad de transar con quien sabía demasiado de las cuentas secretas y otros desmanes contables de los que hay también registro y documentación? ¿O, para decirlo criollamente, un señor rabo de paja que aconsejaba el silencio, silencio que tuvo que romperse sólo cuatro años más tarde en los juzgados y ante las denuncias de un García Miró que se sintió vejado y traicionado?
Porque eso del rabo de paja es un asunto clave para El Comercio. Como el periódico tiene un enorme talento para intuir quiénes la deben y la temen, lanza sus amenazas, ahora también teledirigidas, a blancos bien escogidos. Blancos como algunos pusilánimes miembros del Consejo Nacional de la Magistratura, quienes, bajo la presión casi extorsiva del periódico, se han apresurado a decir que investigarán a la Fiscal de la Nación. Y todo porque a la Fiscal de la Nación no le da la gana de arrodillarse ante El Comercio. Porque El Comercio está “acostumbrado” a que el Estado se le rinda y los presidentes lo adulen. Y hay poseedores de kilométricos rabos de paja que así lo hacen.
Disculpe, señor director. Me salí del tema. El tema era que ustedes “transaron caballerosamente” con quien, cuatro ­años más tarde, resultó ser, según vuestras propias palabras, un hombre que no tenía nada de intachable.
Ahora bien, el alegato de El Comercio en contra de Luis García Miró Elguera reconoce explícitamente la existencia de las famosas cuentas secretas. Cito textualmente:
“Cuentas en el extranjero.- A este respecto manifiesta el demandante que al hacerse cargo de la Gerencia General “tomé conocimiento de la existencia de cuentas secretas bancarias existentes (sic) en el extranjero… uno de cuyos principales beneficiarios era precisamente Alejandro Miró Quesada Garland”. La afirmación es parcialmente falsa. Lo único verdadero es que las cuentas existieron”. (Fin de la cita).
Eso dice el alegato de El Comercio, señor director: “Lo ­único verdadero es que las cuentas existieron”. Y ese documento está suscrito por don Guillermo Lohmann Luca de Tena, apoderado de El Comercio, e ingresó al primer juzgado civil de Lima el 18 de noviembre de 1998. Claro que el mismo documento añade que fue don Luis García Miró Elguera quien “abrió y operó” dichas cuentas. O sea que El Comercio culpa a don Luis García Miró Elguera ¡hasta de la existencia de las cuentas secretas! Menos explicable entonces la “transacción caballerosa” de enero de 1994.
Nada dice El Comercio, sin embargo, sobre cuánto tiempo tuvieron esas cuentas (fueron once años realmente), ni quiénes se beneficiaron ni con cuánto (fueron seis miembros de su Directorio), y nada de nada respecto de la procedencia de esos fondos no declarados (eran pagos, por debajo de la mesa, de proveedores de El Comercio, según García Miró). Y nada aclara en relación a lo que llamó “repatriación de fondos” cuando de lo que se trató fue de cancelar el saldo que existía en 1993 (más de ochocientos mil dólares) sin decir ni una palabra sobre los años anteriores.
Es más, los ochocientos trece mil dólares “regresados” ni siquiera fueron a parar a la empresa. Fueron repartidos de inmediato entre todos los accionistas de El Comercio, quienes recibieron sendos cheques por distintos valores según su jerarquía accionaria. Álvaro y Bernardo Roca Rey recibieron, por ejemplo, 24,706 dólares por cabeza mientras José Graña Miró Quesada obtuvo 37,036 dólares. Alejandro Miró Quesada Garland, que se había beneficiado durante once años con sumas salidas de las cuentas secretas, fue paradójicamente favorecido con otros 52,051 dólares y doce centavos salidos de esos mismos fondos.
Así “resolvió” su periódico, señor director, el grave asunto de las cuentas en el exterior no declaradas. ¿Y así se yergue como el periódico que decide quién debe ir a la cárcel y quién no, quién debe ser ensuciado por sus insinuaciones y quién lavado por su interés, quién merece ser linchado socialmente y quién debe aparecer en su página de Sociales? ¿Con ese rabo de paja (y con otros plenamente documentados) se considera usted, señor director, el Procurador imaginario del Perú? ¿Y con ese y otros “pasados” (y presentes) quiere usted que todos tiemblen ante sus “investigaciones”? No me haga usted reír otra vez. Si usted no respeta la honra de quienes no le rinden pleitesía, no espere ser de verdad respetado.
Pero no se puede usted quejar. En esta carta he cumplido con aquello que el tirano espacio no me permitió ayer: dar la otra versión, citar la ­otra orilla, hacer eso que ustedes no practican con la frecuencia que deberían.
Con la modestia de siempre, se despide su muy remoto colega
César Hildebrandt
ARTICULO SOBRE EL DIARIO EL COMERCIO: 6 de febrero del 2008
31313-w6Kg9Gm6Ns7Ky3AEl Comercio ante la fiscal, En esto que parece una novela policiaca pero que no es una novela policiaca sino pura realidad, en este drama de la vida real que es la biografía moral de El Comercio, no podía faltar el capítulo escrito por la Fiscal Superior Penal del Fujimorismo doña Julia ­Eguía Dávalos, la que declaró prescritos los delitos cometidos por los máximos directivos de ese periódico.
Es que el escrito de dicha fiscal –luego acusada de recibir dineros mensuales de Vladimiro Montesinos y procesada por ­ello– es una obra maestra del sibilinismo judicial. Todo indica que Fujimori y Montesinos quisieron salvar a El Comercio de la vergüenza pública, pero, al mismo tiempo, decidieron que la fiscal a su servicio debía dejar constancia absoluta de que los delitos se habían cometido. Es decir, querían dejar evidencia plena del inmenso favor que les estaban haciendo a ciertos Miró Quesada implicados en la mar de felonías.
La prescripción se dio el 28 de junio del año 2000, tras el fraude de aquel Fujimori candidateando a solas y pudriendo luego la política con la compra de tránsfugas. Los señores Miró Quesada que dirigían (y dirigen) el periódico debieron celebrar con champán esa resolución venida, nada menos, de la Fiscalía Superior Penal. Dos ­años de guerra con don Luis García Miró terminaban en parte (hay todo un tramo de litigio que continúa) y los Miró Quesada salían formalmente “limpios” de una de las porquerizas empresariales más comentadas de todos los tiempos.
¿Limpios? Leamos parte de lo que escribió la fiscal superior Julia Eguía Dávalos:
“QUINTO: efectivamente se puede apreciar que los miembros del Comité Económico de la Empresa Editora El Comercio S.A, conformado por los señores Aurelio Miró Quesada Sosa, Alejandro Miró Quesada Garland, Luis Miró Quesada Valega y Luis García Miró Elguera, se ­apropiaron de dinero de propiedad de la Empresa Editora El Comercio S.A., depositándolo en cuentas bancarias en el exterior desde el año mil novecientos ochentidós al año de mil novecientos noventitrés, siendo el modus operandi del delito el recibir comisiones ilícitas que ­eran pagadas por diversos proveedores en el exterior, comisiones que en lugar de ser depositadas en las cuentas de Empresa Editora El Comercio S.A., ­eran ingresadas en cuentas especiales en el exterior, las que no eran de conocimiento del resto de accionistas ni del fisco peruano, para luego ser repartidas entre los diversos miembros del Comité Económico antes reseñado…”
¿Limpios?
Sigamos leyendo:
“SEXTO: Las cuentas a las que se hace alusión son las número 019-233434 del Chemical Bank, la número 4031498 del Royal Bank of Canada, la número 6382769081 del Barnett Bank y la cuenta número 4280653877, esta última denominada cuenta MARCO POLO del Barnett Bank, cuentas en que diversos proveedores como Industrias Forestales S.A., Abitibi Price Sales Corporation, Papelex Ltda., Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones S.A., depositaban las comisiones ilícitas producto de la compra de diversos bienes de materia prima por parte de la Empresa Editora El Comercio; comisiones cuyo monto se incrementó por efecto del uso ilegal de los dólares MUC; comisiones éstas que no fueron declaradas al fisco peruano, ni a la totalidad de accionistas de Empresa Editora El Comercio S.A., ni tampoco a los trabajadores de dicha empresa, quienes tenían una expectativa de ganancia por la incidencia de dichos ingresos no declarados en las utilidades de la empresa…”
¿Limpios?
Continúa el dictamen:
“DÉCIMO: se encuentran así evidenciados todos los elementos objetivos del delito de Apropiación Ilícita como la concurrencia de elementos subjetivos como es el dolo por parte de todas las personas antes reseñadas…”
“DUODÉCIMO: en cuanto al delito de ESTAFA, para que este ilícito pueda darse, es necesaria la existencia de una cadena lógica de antecedentes… compuesta por los elementos de engaño, disposición patrimonial y perjuicio, elementos que en el presente caso se dan…”
Y, sin embargo, a pesar de tanta culpabilidad y tanta cochinada, ninguno de los implicados fue sometido a juicio alguno. ¿Por qué? No sólo por la ley no escrita de que en el Perú ningún señor encopetado puede ser enviado a la cárcel sino porque, en este caso, la fiscal ­Eguía Dávalos, obedeciendo a un pacto entre el Fujimorismo y El Comercio según lo dicho por Luis García Miró, sacó de la manga una prescripción que jamás debió darse porque fue concebida ¡a partir de fechas ­equivocadas!
En efecto, en la última página de su resolución, la fiscal señala:
“toda vez que señala que los hechos materia de investigación datan desde mediados del mes de julio de mil novecientos ochentinueve al año mil novecientos noventa…”
El error es flagrante. El último delito de estafa analizado en el dictamen se cometió en 1993, que es el año final de la vigencia de las cuentas secretas y el año en que ­ochocientos trece mil dólares de esas cuentas se repartieron ­ilícitamente entre sus accionistas. Por lo tanto, si el último delito de estafa –aparte de apropiación ilícita y evasión fiscal– databa de 1993, la prescripción no venía al caso. Porque la prescripción para un delito de estafa comienza a correr a partir de los nueve años de cometido. Por lo tanto, para el caso que nos atañe, la prescripción sólo podía correr a partir del año 2002. Por eso es que Eguía Dávalos distorsiona los hechos, se contradice patéticamente y deja una señal nítida de la enormidad del legicidio que estaba cometiendo a pedido específico de alguien. Por eso sitúa el ­año 1990 como el del último delito: para que su resolución del año 2000 tuviese un año ­adicional de margen y, por tanto, valor legal (aunque ninguno ético). A una inteligencia superior a la de Eguía Dávalos le interesaba dejar tamaño y sangrante muñón judicial. Esa inteligencia, según García Miró, fue la de Montesinos.
Hay más: la fiscal se permite una frase casi maliciosa a la hora de sustentar la prescripción. La frase es ésta:
“…además de precisar la prescripción extraordinaria en procesos en giro, en los que el Estado tiene una prerrogativa de protección…”
¿Estado? ¿Prerrogativas? ¿Protección? ¿Era otro mensaje cifrado para dejar constancia de la gracia concedida?
Como he dicho, la prescripción se produjo el 28 de junio del año 2000. Siete días más tarde, El Comercio titulaba así su primera página:
¿Primera señal democratizadora?
Fujimori DICE QUE MONTESINOS DESEMPEÑARÁ UN CARGO PÚBLICO
OEA garantizará diálogo entre Gobierno, oposición y sociedad civil
Los días anteriores se había ­ocupado en su primera de primera del Estadio Monumental de la U (4 de julio), del triunfo de Vicente Fox en México (3 de julio), de los precios del combustible (2 de julio) y del valor del PBI rectificado (el 1 de julio).
Hubo todo un editorial instando al Perú a confiar en el futuro y en los “propósitos democratizadores” del gobierno. De ese gobierno que todo lo compraba.
Todo eso pareció raro en un diario que antes se había quejado “de la espada de Damocles” que pendía sobre su cabeza y que había dado gran acogida a la denuncia de las firmas falsificadas por la cuadrilla de Absalón Vásquez.
Según García Miró Elguera, los Miró Quesada fingieron ser oposición dura durante unos meses para luego poder negociar con el gobierno y, además, para poder decir, como lo insinuaron, que las denuncias penales en su contra eran una represalia por su papel fiscalizador. García Miró Elguera lo dice con estas palabras en un escrito presentado al relator especial para la libertad de prensa de la Comisión Interamericana de derechos humanos (octubre del 2001):
“Transcurrida LA PRIMERA semana de julio del año 2000, y habiendo cumplido Vladimiro Montesinos la parte de su ­acuerdo (básicamente, la prescripción, nota del redactor), el diario El Comercio también cumplió su compromiso y no volvió a dar en su primera página noticia alguna sobre la corrupción del gobierno de Alberto Fujimori…”
Claro, hasta que llegó el video y mandó parar.
Así se “resolvió” también el lado más oscuro y penal de sucedido en El Comercio, el diario que hoy parece aspirar a que la Fiscal de la Nación se porte como doña Julia Eguía Dávalos. Y que hoy amenaza al Consejo Nacional de la Magistratura con su teatral “indignación moral”. Y que hoy sigue creyéndose la última palabra en todo lo opinable. Porque con su vasta y crecida servidumbre –servidumbre que en Canal 4 trabaja hasta altas horas de la noche– está convencido de que nadie se le enfrentará.
Es ridículo, fariseo, espectacular y surrealista sentirse un tirano de lo políticamente correcto cuando a uno le han prescrito, desde una fiscalía digitada por la mafia, delitos efectivamente cometidos. ¿No se dan cuenta estos soberbios de quiénes, en ­efecto, son?
[Fuente: Diario la Primera]