El Perú vive un momento crucial de su historia. Las presentes elecciones le sirven solo como escenario de expresión (epifenómeno). Dicha crucialidad tiene las características de una crisis histórica. ''Una verdadera crisis histórica ocurre cuando hay algo que esta muriendo pero no termina de morir y al mismo tiempo hay algo que está naciendo pero tampoco termina de nacer'', dice Gramsci.
Lo que muere no es la rancia representación  de partidos tradicionales y caudillos arrugados a los que hay que reemplazar con  nuevas máscaras.
Lo que muere es un modelo económico-social y la  ideología-política que lo justifica.
Un modelo que prioriza la  exportación de materias primas y productos de pobre valor agregado para  satisfacer intereses transnacionales y mercados en el primer mundo, y por ende  que desatiende el mercado nacional sacrificando la integridad de la riqueza  pública y el bienestar de las mayorías. Un modelo de capitalismo atrofiado y  dependiente.
Muere también su capsula ideológico cultural, su régimen  político de dominación, ese estado cuasi-aristocrático y centralista que ha  perdurado casi doscientos años excluyendo del gobierno y del poder a las  mayorías nacionales (léase indígenas, campesinos, obreros, estudiantes, mujeres,  ancianos, militares, etc.); se desmorona con él, el sistema de partidos  aristocráticos, caudillistas, clientelistas, y de políticos que han sustituido  la ética pública por la contra-ética de la mafia y la corrupción. Este modelo de  dominación es el oligárquico.
Obsoleto ya desde algunas décadas atrás,  en su más reciente acto de resistencia a morir inhaló el éter del  neoliberalismo, aplicó recetas fondomonetaristas de Washington, y pudo extender  su moribunda sobrevivencia merced al espejismo de ''éxito económico'' iniciado  por Fujimori, disfrutado por Toledo, y en proceso de evaporación con García.
Gracias a su alianza ideológica con el neoliberalismo, el sistema  oligárquico ''no termina de morir''.
No habiéndose todavía agotado  materialmente el ''éxito económico'' que parodia, ese complejo de creencias y  valores asociados a él (el neoliberalismo) que absolutiza el lado egoísta y  salvaje de las libertades individuales, la liberalización de los mercados y la  competencia desigual y desleal, que santifica una despiadada y desregulada  propiedad privada, y que emula las elecciones periódicas como únicos mecanismos  de participación popular, constituye el ensamblaje ideológico con que la  oligarquía extiende un poco mas su desfalleciente hegemonía.
Lo que al  mismo tiempo nace no se identifica en naturaleza con el  neoliberalismo.
Lo que al mismo tiempo nace proviene, por un lado, de la  vertiente regional donde la riqueza y el mercado nacionales se reivindican y  defiende con claridad y firmeza (sino mírese  a Cajamarca, Paita, Loreto, Cuzco,  Arequipa, Junín). Un sentimiento común de vergüenza, asco y repudio a la forma  inescrupulosa como se ha vilipendiado la cosa pública (el estado) durante las  tres últimas administraciones es también síntoma de algo que está naciendo.
La multiplicidad de alianzas y movimientos regionales manifiesta  descontento con el imperante sistema centralista de representación civil y  político. Varias de estas alianzas surgen en base a programas de gobierno  municipal/regional. Esto prueba que ''lo que está naciendo'' es un algo  participativo, democrático, inclusivo, y, hasta cierto punto, religiosamente  desprendido. La confluencia regional de voluntades y fuerzas políticas  nacionalistas, progresistas e izquierdistas favorece esos desenlaces.
Ya, en el corazón de esta cristalización novedosa, se decanta un  trascendental evento en la historia del Perú. Las vertientes socialistas,  representadas por los dos mayores partidos comunistas (El Partido Comunista del  Perú - Patria Roja, y el Partido Comunista Peruano - PCP) en particular, caminan  hacia la refundación superior del partido heroico al que subscribió José Carlos  Mariátegui. La unidad de los comunistas es el evento de mayor importancia  estratégica para la codificación revolucionaria de la nueva hegemonía. Una  hegemonía alternativa a la oligárquica que ha encontrado en el dogma neoliberal  las plegarias que prescribe e impone sobre la población para extender su  dominación.
La unificación de los socialistas se desenvuelve con una  imaginación que va más allá de la circunstancia electoral. Responde a una  demanda del tiempo histórico (presente). Es lo medular del lado nuevo en medio  de la crisis orgánica que vive el Perú. La fortaleza orgánica e ideológica de  los socialistas garantizará que las bases de consenso del bloque nacional  popular en formación maduren y conformen la nueva hegemonía, la nueva utopía que  sustituya a la oligárquica en la misión formativa de la nación peruana. El  desmontaje del capitalismo deformado y dependiente y de su amalgama  ideológico-política oligárquico-neoliberal, remite a su antítesis final que es  el socialismo. La hegemonía oligárquico-neoliberal no se sustituye con mas  neoliberalismo cualquiera sea el tinte que use. Por el contrario, en el devenir  hacia el socialismo, la hegemonía alternativa incorpora elementos progresistas,  nacionalistas, indígenas, étnicos, regionalistas, comunitarios, participativos,  y otros que oponen al dogma neoliberal. Una visión nueva del Perú debe  constituirse en luz encantadora que entusiasme la propagación de la nueva  hegemonía. Una visión nueva identifica al Perú como una nación desarrollada y  saludable, nacional e inclusiva, participativa y con el poder democratizado,  soberana e internacionalista; como un país que desarrolle sus factores de  producción y distribución de bienes y riquezas con justicia social, y que este  comprometido con el logro de la mayor felicidad posible para todos los peruanos.
Un tiempo cuando el que ''está muriendo no termina de morir y el que  está naciendo no termina de nacer'' trae consigo una alta e inevitable densidad  de confusión. Los procesos electorales atizan el fuego y las aguas evaporan aun  más. Más vapor y neblina empañan la visión de algunos. Algunos de los que no  ''terminan de morir'' y ''no terminan de nacer'', empañados de esa neblina,  propenden a agregarse mutuamente: los primeros porque no quieren morir del todo  todavía y los segundos porque creen que ayudándose de los que mueren pueden  nacer pronto. Acciones guiadas por esta fe son, por decir lo menos,  erróneas.
Entre ''los que están muriendo'' se distingue el recientemente  laureado Nobel de Literatura 2010; el ideólogo vicario del neoliberalismo  latinoamericano extremo, Mario Vargas Llosa. Se equivoca el ciudadano Ollanta  Humala, que dice formar parte de ''los que están naciendo'', cuando al mismo  tiempo busca aval y apoyo en aquél. La vertiente nacionalista es parte casi  natural del bloque popular nacional. Sin embargo, su liderazgo pone en duda la  autenticidad de sus objetivos de Gran Transformación. Meses atrás, Carlos Tapia  y Sinesio López, connotados ideólogos del nacionalismo, formulaban líneas de  gobierno sobre bases de un 'neoliberalismo no-extremista, light y soft'.  También, a propósito de las recientes elecciones municipales, revelaron una vez  mas cual es el tope de su cielo; dijeron apoyar una candidatura anti-corrupción  como la de la derechista Lourdes Nanos más bien que la de Susana Villarán, la  candidata popular.
Otro de ''los que están muriendo'' en esta época es  Alejandro Toledo y su partido Peru Posible. En sus cinco años de administración  el neoliberalismo se consolidó como política oficial del estado oligárquico y  acondicionó las bases para implementar los Tratados de Libre Comercio. Sin  embargo el ciudadano Vladimiro Huaroc, presidente del partido Fuerza Social  (cuya candidata, Susana Villarán, acaba de ganar las elecciones municipales en  Lima), espera formar un frente de centro izquierda y ''concertar una propuesta  nacional con Perú Posible... con el liderazgo del presidente  Toledo''.
Ambos, nacionalismo y fuerza-socialismo, forman parte de  aquellos que ''están naciendo pero no terminan de nacer''. Ya, emulados con  ciertos logros electorales municipales parecen actuar con negligencia política,  como si el futuro solo importara en la medida en que se ganen más elecciones.  Ganar al modo rancio del estilo oligárquico, a través de componendas  sinvergüenzas y secretas. Buscan arrimarse a ''los que están muriendo y no  terminan de morir'', como Mario Vargas Llosa y Alejandro Toledo. Confían más en  ellos que en el propio pueblo. Guardan la ilusión de que estos agentes  moribundos de la oligarquía-neoliberal puedan hacer que triunfen  pronto.
Nada más favorable para perpetuar la hegemonía  oligárquico-neoliberal: el oscurantismo ideológico de ciertas fuerzas del cambio  que propugnan una llamada centro-izquierda. A través de ella, la oligarquía se  mimetizará una vez más dentro de bases populares y nacionales. Con plegarias  vaciadas de ortodoxia, reformuladas en lenguaje simple, subliminal y  transformador, continuará pautando códigos de conducta política a todos los  peruanos para que sigamos bailando al ritmo que su dominación e intereses lo  requiera.
La unidad de los socialistas peruanos y la Gran Unidad de todas  las fuerzas populares y nacionales rumbo al Gran Cambio tienen su éxito empeñado  en un programa cuyo principio fundamental es incompatible con el neoliberalismo.
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