martes, 16 de febrero de 2010

ESQUELETOS EN EL ARMARIO




Crimen para el desencanto
Por Hugo Del Portal


Recuerdo hace muchos años atrás. Salíamos del cine Diamante. Acabamos de ver El Padrino II y a mi viejo no le había gustado el final de la película. No le parecía bien que Michael Corleone hubiese mandado a liquidar a su hermano Fredo (que lo había traicionado con el judío Hyman Roth y su mensajero siciliano Jhony Ola)
Lo gracioso de todo esto es que mi viejo se llevaba pésimo con su propio hermano y que los matices dramáticos de la decisión del joven Padrino le parecían –según sus propias palabras- una buena mierda como para justificar el crimen contra la propia sangre.
Años después y luego de unos meses de convivir con mi hermano mayor y conocer la terrible hilacha que cuelga de todos los seres humanos (el autor incluido, por supuesto) creo que lo de Michael Corleone fue terapéuticamente necesario. A los tres días las visitas apestan.
La familia en verdad es un lamentable accidente geográfico, una jugada del destino irónico y burlón.
Y ya sean los ítaloamericanos mafiosos, la familia de Pascual Duarte o los de la barriada neorrealista de Feos, malos y sucios cada grupo humano esta compuesto por mundos tan individualmente descompuestos, que hacen imposible una buena articulación de sus miembros.
Yo no creo en la redención de la plaga voraz que se hace llamar humanidad.
Por eso, preguntada la hija de la abogada sobre el porqué del asesinato perpetrado contra su madre, ella responde con una sinceridad que hiela los huesos: un seguro de 250,000 dólares.
En un mundo regido por la majestuosa oscuridad del dinero no nos debería asombrar la claridad de una respuesta cínica pero brutalmente inapelable.
Mas aún cuando desde pequeños nos venden la idea de la relación inatacable del éxito con la abundante presencia del dinero.
Mi viejo debe estar pataleando en su tumba. Mi hermano confirmará que sigo siendo un bicho de mala semilla. De mi familia no espero menos.
La verdad que como Charly García, a veces yo también desearía Kill my mother. Supongo que no somos lo que no nos atrevemos a ser.
Yo hubiera podido ser –quizás- un buen amigo de Catherine Tramell.
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