miércoles, 10 de noviembre de 2010

ESQUELETOS EN EL ARMARIO






PAÍS DE POBRES CORAZONES
por Hugh Player

En un mundo como éste, bastante perverso, cualquiera puede explicarse, sin mucho trajín cerebral, que un débil mental como George W Bush salga a justificar y casi a hacer apología de la tortura, de manera tan miserable.
Mario Benedetti tranquilamente podría dedicarle su "que moustroso cangrejo atenazó tu infancia" del poema Torturador y espejo.

Y es que vivimos en una civilización desatada y sin contención, la de más descendente genética, la que nos regresa a lo mas obscuro de nuestras voces interiores, hacia aquella miseria íntima que terminará por liquidar ésta pálida pesadilla que llamamos humanidad. Especie que solamente se puede entender con la escena inicial de "La pandilla salvaje" la extraordinaria película de Sam Peckinpah. Quizás esa sea la visión más certera y completa de nuestros días.
Es en este clima que desciframos el intercambio de insultos, pueril y de malgusto, entre dos personajes (y sus respectivos secuaces) que han logrado sentar sus pequeñas conciencias en la más alta magistratura del estado. Se estan diciendo de todo mientras las cantadas candidaturas presidenciales calientan motores en pos de las llaves del reino de la promesa siempre incumplida.
En lo que va del mes se vienen recordando lo que es de total conocimiento general: palabras como loco, corrupto, borracho, jugador, pateador, pepero, coquero, genocida, frívolo, baguazo, andahuaylazo, brichero, nepotista, voluntarista, Paris, Liechtenstein, Soros, Harvard, entreguista, derechista y neoliberal, han adornado el ambiente con su trágico hedor.
Y aunque no sirva para mucho éste patético intercambio de lisonja barata no faltará quien se divierta con ésta terrible exposición de lúmpen, bajos fondos y pampón, que le damos a quienes nos observan con la voracidad ejemplar que los ha caracterizado en lo que va de la historia.
Mi viejo decía que lo que no nace no crece. Tenía muchísima razón.
Porque no ha nacido todavía nuestro futuro mientras contemos con serias aspiraciones de gobierno a quienes ya nos gobernaron (y tan mal que seguimos igual de fregados) o a quienes muestran como credenciales de estadista un gorro de cheff de cocina y un par de ferias culinarias para engullir platillos excesivamente condimentados, amén de la larga (y nada confiable) fila de sirvientes de la dictadura cacocrática del nipón, la que incluye chistosos de la televisión local, los propios herederos y algunos emprendedores simpaticones condenados por su pasado.
Viene siendo hora de que los PRESIDENTES aprendan a comportarse como tales y no como sus imitaciones o caricaturas. Así -tal vez- logremos que mucha gente con capacidades reales y vocación de servicio se animen a tentar un cargo en la función pública, convertida en un circo de lo más raca, cuando no, en una corte de los milagros, bastante mal maquillada.
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