lunes, 20 de junio de 2011

INCLINÁNDOSE HACIA LA DERECHA



HUMALA primeras desiluciones


Por : César Hildebrandt


A OIIanta Húmala le puede pasar lo que le pasó a Alfonso Barrantes.
A Barrantes le pasó lo que les suele pa¬sar a quienes han tenido algún éxito en política: siempre habrá quienes se lo atribuyan.
Perú Posible cree que Húmala no sería presiden¬te si el partido no se hubiera manifestado a su favor. No importa que lo hiciera faltando muy pocos días para la elección y a regañadientes.
Pero lo mismo cree Alvaro Vargas Llosa. Y lo mis¬mo los radicales que alguna vez auparon a Hugo Blanco y elevaron a Barrantes a la cima de donde lo dejaron caer con inmensa alegría. Y casi lo mismo piensan algunos periodistas que se creen decisi¬vos y que aparecen la noche del triunfo festejando como si de algo personal se tratara.
Y no me van a decir que Kurt Burneo no piensa que sin su moderación, expresada a veces de modo ininte¬
ligible, el triunfo no se habría dado. Del mismo modo que Félix Jiménez está convencido de que la pureza
de sus principios, aunque depuestos en la segunda vuelta, mucho tuvieron que ver con el desenlace.
¿Y Nadine? Basta mirarla para darnos cuenta de que está segura que detrás de una gran mujer hay un gran hombre.
Y, por supuesto, Lula, que es como firma, cuando firma con la mano izquierda, el señor Odebrecht. Lula debe sentirse el padre y padrino del asunto. Y la presidenta actual espera de Húmala, por lo me¬nos, el elogio de la madrastra.
Siomi Lerner siente que Húmala le hizo caso. Y piensa que Húmala le seguirá haciendo caso. Y Da¬niel Abugattás no duda de lo mismo.
Y los intelectuales de izquierda que apoyaron a Hú¬mala, ¿acaso no se sienten, con derecho, importantes?
Para no hablar de los sindicatos que se pronun¬ciaron, las federaciones que pusieron sus avisos, las ONG que se hicieron presentes.
No puedo evitar nombrar a Mario Vargas Llosa, a quien el futuro inmediato le debe asignar el ruidoso papel de ser el jefe de la oposición en el exilio vo¬luntario. A no ser que Húmala acate sus planes az-naristas, sus metas de liberal extremo y sus consejos para que el Perú termine pareciéndose a Suiza.
A los socios que lo acompañaron en la heroica in-certidumbre electoral, se añaden ahora, en la hora del triunfo, los que aspiran a ser amigos tan repenti¬nos como influyentes. Allí están los grandes mineros dando lecciones de por qué las ganancias inmensas e impensadas no pueden gravarse, la Confiep afir¬mando que todas las dudas se han despejado y los comentaristas de diverso tono que cuentan los días para el besamanos del 28.
¡Lo que le espera al presidente electo!
Los saldos de una izquierda radical lo instarán a dar pasos temerarios. Los conservadores y aportantes, que también son parte de su entorno, se encargarán de decirle que es hora de gobernar y que las prome¬sas electorales fueron eso: promesas, lo que et viento se lleva. La Confiep le exigirá confianza renovada cada 48 horas. La CGTP le prohibirá el olvida La Bolsa de Valores será como el Big Ben inglés marcando el tiem¬po de las movidas de acciones y los sustos financieros. Las regiones más alzadas, como Cusco y Puno, lo pre¬sionarán para que cumpla con lo dicho en cada mitin y en cada reunión con actas. Y el importante Vargas Llosa vigilará desde donde esté -cuando en Lima sea invierno- no sólo que Húmala no se parezca a Chávez sino que Húmala se parezca cada día más a Uribe. Por¬que de eso se trata, créanme.
¿Y el partido Gana Perú?
Bueno, como todos sabemos, el partido Gana Perú es, visto con buena fe, un nombre y un espejis¬mo. Lo que existe es una gran bancada parlamenta¬ria que necesita la orientación de un líder.
Aparte de presidente, ¿será líder, aunque fuese sólo de los suyos, Húmala?
Esperamos que sí.
Pero, claro, un líder necesita metas y las metas son hijas de ios propósitos y los propósitos son hijos de las ideas. ¿Cuántas de ellas han sido diezmadas por las presiones en el caso del presidente?
Desde que Húmala fue elegido (felizmente), ha he¬cho lo posible por aguarse un poco y borronearse otro tanto. Hoy no sé a qué Húmala esperamos: si al que dice que los Estados Unidos son un aliado estratégico del Perú o al que afirma que nuestros representantes en La Haya tendrán que ser evaluados. Si tuviera que elegir entre esos dos Húmala la verdad es que votaría en blanco. Porque Estados Unidos no es aliado estra¬tégico de países que están, esencialmente, bajo su do¬minio y porque si hay algo que decir sobre los funcio¬narios que nos representan en el litigio que se ve en La Haya, pues eso se dice en Torre Tagle y en reserva. El presidente del Perú no puede enviarle al país con el que tiene un diferendo el mensaje de que no está con¬tento con sus propios abogados. Ese es un mensaje imprudente y derrotista.
Prefiero quedarme con el Húmala que es bienvenido en Uruguay y que reafirma nuestra cercanía -esa sí estra¬tégica- con Argentina. Las protocoladas dichas en Santiago de Chile hay que tomarlas con pinzas, aunque consti¬tuyen, de por sí, un vio¬lento desacato a sí mismo, una grosera contradicción respecto de las altivas (y geopolíticamente correctas) afirmaciones dichas en campaña.
Lo que se ve en el horizonte es un candidato que asustó a la derecha -que se asusta de todo-, que ahora ya no asusta a la derecha -y eso está muy bien-, pero que se ha vuelto un enigma para sus electores populares: los empobrecidos de las ciuda¬des, los pobres rurales, los golpeados por el empleo basura, los desatendidos.
Si Húmala cree que gobernar es obtener el apoyo de todos en un país de desiguales y que la luna de miel que ahora disfruta tiene que ser eterna, se equi¬voca. Las tortillas tendrán que salir de algunos huevos. No esperamos de Húmala aventuras peligrosas ni saltos al vacío ni un uso perverso de resentimientos sociales. Lo que la gente que le dio el triunfo espera es que algunas cosas cambien. Con prudencia, pero que cambien. Porque si Húmala decide ser el gerente "del Perú mejorando el departamento de Relaciones Humanas y Asistencia Social, muchos se preguntarán qué diablos ha sido todo esto de la campaña y de los programas formulados y luego amainados.
Lo que se espera, en resumen, es que a Húmala la palabra traición nunca le resulte justa. Aunque, al paso que vamos, nadie puede hacer predicciones sobre el tema. ■