martes, 25 de junio de 2013

ESQUELETOS EN EL ARMARIO por Hugo Del Portal

Sangre de horchata

Revisando la revista Velaverde de ayer, me encuentro una entrevista a Luis Caceres Velasquez, a quien todos recuerdan por su gestión edilicia en Juliaca y Arequipa, y porque se le encontró culpable en el transformismo pagado de la época del fujimontesinismo. La famosa ola de tránsfugas.
Declara el mismo, que el no aceptaba dinero como soborno, que aceptaba que le regalaran ternos de marca y whisky que se tomaba con el obispo de Arequipa.
Osea el mismo cuenta que aceptaba lo que se conoce como dádivas.
Sinvergüenza como el solo, este sujeto se las ingenió para burlar la ley y no cumplir un solo día de prisión de los cinco años que le tocaban.
Ahora se ampara en la prescripción y en su avanzada edad.
¿Cuántos de estos hay en el Perú, país de canallas impunes?
Incluso vuelven (porque la sed de dinero es el peor de los vicios) y la ignorancia y falta de moral de un pueblo quebrado como el peruano los vuelve a votar para que -corregidos y aumentados- regresen a perforar el erario público, con mucho mayor avidez que cuando empezaron.
Es común escuchar a las personas justificar los actos delincuenciales de ciertos políticos con el latiguillo, del no importa que roben si hacen obra.
En nuestra patria, los valores se estigmatizaron durante el primer gobierno de Alan García y se disolvieron en el de su socio Alberto Fujimori.
Siempre he pensado que el golpe de 1993 fue inducido por el propio García.
Fue el mas beneficiado, de lo contrario hubiera sido condenado.
Ahora que su poder (y su billetera y barriga) han crecido sabemos que estos linchamientos mediáticos, que este desfase entre conducta y ética, que esta falta de aprecio a los valores y a la cultura, bien pueden servir a conseguirle un tercer mandato, como a Castañeda, otro paseo en la Municipalidad.
Esto se sostiene en la piratería amancebaba tras estos políticos, en la incapacidad de razonar de un pueblo que elige siempre mal, y que cuando lo hace bien, tiende a arrepentirse porque ser honrado no es un buen negocio.
Lo malo es que en todos lados encontrarás abierta la posibilidad de un hombre honesto, los reconocerás porque son excomulgados de la vida civil de exito.
Entiéndase por exito el hecho de medirse por la vanidad de lo material.
Un "verde" es un tipo peligroso porque no lo seducirán ni con dinero, ni con dádivas, ni con mujeres, (u hombres porque también hay gustos diferentes) y porque a ese tipo lo maleducaron en su casa, su familia lo volvió contra-productivo para esta civilización decadente con un sistema a puertas de su propia muerte. Un sistema que es un caimán dando los finales coletazos.
La sangre de horchata de Luis Caceres Velasquez, su cinismo patético no es nada, cuando lo comparas con el empleaducho de marras que estira la mano para apurar un trámite o favorecer a algún interesado, al policía que recibe con el brevete y la tarjeta de propiedad un billete de veinte soles, o al comerciante grande o pequeño que no paga impuestos. La vida cotidiana.
Todo este maremágnum de errores persistirá mientras no nos disociemos de la idea del dinero como Dios, camino, trazo y leyenda.
Entendamos de una vez por todas que el camino fácil no nos llevara sino al destino mas difícil, y que siempre habrá gente tan pobre que lo único que realmente tiene es circulante, metálico, guita, o como le llamen ahora.
La pobreza es un estado mental. La verdadera es la espiritual.
El mundo que necesitas esta dentro de uno mismo, es cuestión de sacarlo a flote para que tengamos la armonía y paz que nos urge encontrar.
Say no more.