domingo, 30 de septiembre de 2007

¿ESCASEZ DE TOLERANCIA O MANIOBRA DE AHOGADOS?




















Mal de ojo por Jorge Bruce (*)
Hayan sido fujimoristas o no los autores de la agresión contra el lugar de memoria El Ojo que Llora, ese atentado revela lo complicado de tramitar nuestras diferencias de opinión e ideología, tolerando la existencia del otro. Muchos -más de lo que parece- hubiesen preferido que Fujimori no sea extraditado, a fin de no tener que confrontarnos con esas angustias de fragmentación. Pero también de las experiencias nefastas se aprende. Lo más probable es que conforme el proceso judicial siga su curso, nos iremos dando cuenta de que Alberto Fujimori es un personaje insignificante, que presidió un periodo de venalidad y criminalidad sin precedentes. Montesinos fue el otro gran protagonista y su presencia es cada vez menos gravitante. Lo propio puede decirse de Abimael Guzmán. Una vez encarcelados y enjuiciados, recuperan su real dimensión, que los reflectores mediáticos habían distorsionado como un espejo de feria. Fuera de ese escenario de poder, temor y adulación, son seres sin envergadura. Lo que sí debe preocuparnos son los conflictos y exclusiones sociales no resueltos que los engrandecieron artificialmente y nos arrastraron al abismo, porque podría volver a ocurrir.
Por eso ha hecho bien la escultora Lika Mutal en opinar que se debería dejar el monumento sin restaurar -provisionalmente- a fin de que podamos preguntarnos acerca de esas resistencias a la memoria, la justicia y la verdad. La extradición del dictador debería ser una ocasión especial para pensar en esa dirección. ¿Por qué tantos peruanos se inscribieron imaginariamente en ese pacto de corrupción e impunidad? ¿Era solo aspiración de orden y autoridad o había algo más destructivo que emergió de las entrañas de nuestra sociedad? ¿Por qué el Apra no tiene reparos en aconchabarse con esa herencia malhadada? ¿Es mero cálculo de gobernabilidad o hay algo más pernicioso y oscuro que los atrae? Por eso, si Martha Chávez declara en pro de la violencia y la intolerancia, es necesario aprovechar su irracionalidad y extremismo para aclarar esos puntos ciegos que nos siguen extraviando. Porque su aplauso al ataque con la comba y la pintura, es el reverso exacto de la pulsión de muerte senderista. Así como los terroristas no se arrepienten del sufrimiento y daño que causaron, los fujimoristas como ella tampoco están dispuestos a reconocer y expiar el veneno que la organización mafiosa inoculó a nuestro país. Y aún no entienden la inutilidad y el riesgo de responder a la violencia ilegal con las mismas armas.
El monumento está ahí para recordarnos la barbarie que los senderistas hicieron estallar (esta sigue latente). Las respuestas del Estado fueron inadecuadas demasiadas veces, con grados diversos de responsabilidad y culpabilidad, en una espiral tanática que no brotó de los Andes sino de nuestra Historia, marcada por la desigualdad, el racismo y la injusticia. Procesarlas es difícil y toma tiempo, como lo demuestran las reacciones encontradas o apáticas al informe de la CVR. Pero es indispensable porque está en juego nuestra vigencia como colectividad: Sendero intentó aniquilarla y para ello se refugió en las enconadas fisuras que la recorren, durante largos y terribles años. Cada individuo, cada sociedad, debe hacer un trabajo interior sostenido para que esas fuerzas disruptivas -violentas o corruptas- no boicoteen el proceso de integración. Eso es lo que representa la extradición de Fujimori (él importa poco).


(*) Brillante artículo de Jorge Bruce en torno a la tristemente célebre agresión al monumento "EL OJO QUE LLORA" . Aparecido hoy en el diario Perú21.

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