sábado, 20 de septiembre de 2008

LENGUA VIPERINA





EL GORDO FLACO INAGUANTABLE


por Joaquín Páez


En estas épocas de tecnología digital, de teléfonos portátiles con camarita y grabadora, irse de lengua frente a un auditorio revela una trágica condición: la del patán muy confiado y terriblemente pedante.
El audio que ha difundido Pepitas.com en el que Hernancito hace unos comentarios dignos de su mal gusto y que no son los primeros (ya antes había relatado el uso del periódico como papel higiénico en un campamento) es una clara muestra de una forma de pensar, de una idiosincrasia particular en la que pareciera que ser un cabildero de los poderosos convierte a cualquier sujeto en una especie de mecanismo de una inconciencia fatal de indiferencia y desprecio por la condición humana de aquel que actúa como subordinado en una cuestión laboral.
El lenguaje con el que se expresa es repulsivo hasta la nausea y sirve a toda la ciudadanía para entender que pueden esperar los trabajadores del sector salud (en donde aparentemente este grácil escribidor de cuentos infantiles iba a iniciar su meteórica carrera hacia la primera magistratura del país al más puro estilo de la Bachelet) en cuanto a sus justas demandas salariales.
Y pese a que soy de los que piensan que nunca debería dejarse de atender a quienes padecen una enfermedad y espero que con el tiempo se organice una mejor forma de protestar que omita la desatención del pobre paciente (y el manejo politiquero del partido de gobierno que manda personas a hacerse los enfermos y a bochinchear contra los galenos en las puertas de los hospitales) mis palabras serán de aliento y solidaridad porque en el fondo siempre estaremos de acuerdo aunque no compartamos las formas, ni los métodos que le dan armas a los enemigos de los trabajadores. Es cuestión de ponerse a pensar en otra estrategia que no roce la temida indiferencia.
El otrora gordinflón ha sido siempre un tipo antipático. Tuve ocasión de conocerlo en una circunstancia particular que les detallo para que puedan verle la hilacha que esconde tras esa ridícula chalina o estola, o lo que sea, con la que aparece en los medios y la que nos da la impresión de no quitarse ni siquiera para defecar.
Ocurrió en un conocido Café de San isidro donde una de los propietarios era la esposa del entonces mas renombrado enemigo de Catrasca. Un día que llegue por ahí encontré a Don Hernán y su rebosante sobrepeso bien instalado en una de las mesas interiores, rodeado de luces y cámaras de televisión, mientras le hacían un larga entrevista sobre sus variadas faenas (todos sabemos que el ahora desinflado ministro era, amén de un economista mediocre, inventor de chucherías y escritor casi anónimo de literatura para párvulos) y para despacharse en ese patético auto bombo vano había ocupado una parte grande del local sin ningún permiso.
Cuando el Administrador, informado por los mozos, se había acercado a preguntarle la razón por la que movían mesas y sillas y desordenaban el ambiente del salón, el hombre había contestado de mala manera que el era amigo del enemigo y de los otros dueños y que tenía autorización de ellos para hacer lo que quisiese o crea necesario. Todo esto dicho gesticulando con fuerza, levantando la voz y la barbilla y frunciendo cejas y labios de manera agresiva.
Evitando incomodidades para los otros parroquianos (algunos cancelaron sus cuentas y pedidos y se retiraron) el empleado decidió no decirle nada más hasta que finalizará ese cuestionario (que tenía pinta de publirreportaje pagado).
Al culminar el cuestionario se levantó, abandonó el local mirando duramente al personal (y ahí quedaron todas las cosas desordenadas) sin decir ni siquiera gracias.
Tiempo después me enteré que cuando se le consultó a uno de los propietarios sobre el tema, muy sorprendido dijo que no sabía absolutamente nada del asunto aunque reconoció la amistad del ex cachetón con el político rival. En otras palabras el antes gordo jugándose a la patanería y al atarantamiento había conseguido su objetivo sin permiso de nadie y gastando el precio de una café alargado con sendos vasos de agua.
Este es un hecho mínimo y sin importancia pero que demuestra como suelen actuar sujetos de tan extraña calaña : mentir sin que le tiemble nada (como cuando señala el costo de los aumentos para los médicos) apocar a las personas con poses arbitrarias (como cuando invade los centros de salud premunido de guardaespaldas y filmadoras) y causar estropicios por donde pasa sin importarle nada (como cuando despierta a los que están descansado una ajetreada guardia nocturna para acusarlos de dormir en horas de trabajo) y que expresa en sus discursos personales que al no le importa nada a la hora de despedir a quien comete un error (así tenga a la esposa o a la madre sufriendo de cáncer) con lo que se quiere presentar como un ejemplo de extrema rigurosidad logrando simplemente nuestra más profunda lástima.
Ahora, si era tan amigo del más grande de los adversarios de su presidente, ¿no luce como portador de una doble moral convenenciera?
¿O es que el discurso cambia adecuadonse a las personas y a los tiempos?
Yo sé, a ciencia cierta, que para algunos politicastros en especial, en su relación con los subordinados, la comprensión y la generosidad no existen, no digamos tanto como mencionar el sentido común. Pero creo que por tan negada actitud hacia con sus semejantes una de las peores decisiones que ha tomado este gobierno es nombrar a este caballero en un sector tan sensible como el de Salud y para el cual (además de los pergaminos que no tiene) el adelgazado creador de una cubeta de hielos que permite extraer los cubitos uno por uno (obtuvo un premio internacional por semejante bobería) esta mas negado por su propia incapacidad para entender que lo que un mundo civilizado demanda a todos sus miembros es el servicio solidario y fraternal que entrega quien sabe el significado real de la palabra amor, borrada del diccionario de los que solo piensan en su propio y inexorablemente pueril beneficio, o en un insondable y dañino orgullo.
Con esta huelga –una más en su haber- ya debería salir del cargo para el que revela ser más inútil que un cenicero de moto.
Mantenerlo –con esa mentalidad que lo caracteriza- es echarle gasolina a la hoguera de un conflicto que para resolverse necesita de pensamientos más moderados que encuentren la línea de equilibrio entre ambas partes.
Los enfermos sin recursos del país –si da un paso al costado hacia una de sus múltiples actividades- se lo van a agradecer.

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