jueves, 25 de septiembre de 2008

SABLE LASER





EL COSTO DEL BENEFICIO
Por Obiwan Kenobi

La campaña que empezó el programa Prensa Libre, el diario Perú21 y algunos otros medios de expresión (bastantes blogs cuya lista omitiremos por mera ociosidad) que buscan el tener acceso a los gastos operativos de los congresistas nos ha parecido divertida, sana (hasta la candidez) y necesaria. Aunque el único convicto por este crimen de lesa contabilidad sea el cholo Oriol cuyo pecado ha sido querer vivir como un Brescia siendo un Anaya. Y es que hay que explicar que la mentalidad del peruano común (desde el más tagarote hasta el mas pobre que una rata) siempre consiente –en su estructura mental- las situaciones en donde se la podrían jugar adulterando los gastos para pagar menos impuestos o como el cholo Oriol para comprar la camionetita 4X4 que es algo así como un símbolo de standing de la huachafería nacional (gusto que con el precio del petróleo es una manifestación extrema de masoquista idiotez) y que desde aquí contemplo con una seria comprensión y una no recomendable compasión. Y es que en este país se estila el ponerse muy creativo a la hora de hacer y rendir cuentas y si bien la revisión de gastos es una especie de anamnésis violatoria de la intimidad (imagínense justificando el telo relajante donde se sostuvo el combate amatorio bajo el rubro de martillo) es obvio, microbio, que la ley se hace para que todos la cumplamos.
Ahora, pongase una mano en el pecho y dígame si cree en esos folders con papelitos pegados en hojas, ordenados por algún asistente alcahuetón.
Francamente, no. Sospecharía de cualquier ticket de estacionamiento con esa alma de maletero natural con la que cuenta todo aquel sujeto que opta por lograr el perfil de auditor. Es una eterna fuente de dudas y cualquiera podría aparecer –por un consumo no bien detallado- como un aprovechador de campeonato (lo que además resulta redundante porque para la opinión pública todos los congresistas son una manga de angurrientos).
Es cierto que el sistema se presta a confusiones. Es innegable que se ha venido trabajando para el orto y que hay una supina ignorancia en cierta gente que (como Redford en la película El candidato -escena final- cuando por fin gana las elecciones luego de una campaña electoral intensa) mirando a la cámara se preguntan: ¿y ahora qué hago? porque están como Pedro Navaja, en nada.
He leído y escuchado las versiones de ambas partes y aquí solo cabe obedecer la ley o cambiarla de una vez para que nos dejemos de hacer el terrible daño de convencer a la masa con la idea que las leyes están escritas para los zonzos
Por lo demás no entiendo que interés puede tener para alguien saber donde come Luciana León o cuantos cigarrillos compra diariamente Abugattas.
Al final –por arriba o por abajo- reciben un sueldo (válido para sus CTS porque en el Congreso es el único lugar que las paga en todo el Perú) y un monto asignado para gastos que sería mucho mejor considerar como parte del sueldo para que paguen los impuestos que les corresponden. Soluciones hay infinitas y la mejor deberá coincidir con las normas que establecen los presupuestos de cada institución. Lo demás es conchudez o arbitrariedad por parte de nuestros sesudos padres y madres de la patria y amarillismo y chuzmerío por quienes se auto erigen como fiscalizadores (ahora y con mascarita para tapar el pasado) para lograr que un intrascendente mancha boletas como el cholo Oriol termine con cuatro meses de vacaciones en sus labores congresales y la chapa de comepollos que heredaran sus nietos (a sus hijos en la chamba ya les dicen los comepollitos) porque en eso va a quedar, salvo que sus pares hayan decidido incendiarlo para guardar las apariencias. De pollo broaster a cholo broaster, que trágico final.
Desde los noventa y como un virus que supo inocular y propagar el fuji-montesinismo la imagen del congreso como institución democrática se fue al cacho y hemos visto desfilar en el recinto que acuno preclaros pensadores a gente de toda laya intelectual que seguramente no debieron nunca estar ahí pero que debemos asumir como el costo de la democracia. Porque esa es la sensación que debemos entender y aceptar ya que el beneficio de la civilización consiste en que logremos que esos mecanismos funcionen adecuadamente en el tiempo.
No me gustan las generalizaciones. En la viña del señor hay de todo como en botica pero para hacer cumplir la ley primero hay que creer en ella.
Pregunta general necesaria para una digresión: ¿Cree usted en las leyes?.
Entonces deroguen la ley de acceso a la información pública o permitan que hasta su vecino le revise los gastos, mis queridos otorongos.
A mis amigos periodistas y aficionados a la investigación les sugiero que sigan en su lucha mientras la ley exista y siga siendo caquita de moscas sobre papel.
Cada quien tiene el universal derecho de extraviar su tiempo en semejantes boludeces pero cuando se trate de contarle algo a sus nietos, por favor omitan el tema, quizás el mundo los necesitaba para otras tareas más importantes.
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