Cuando uno pierde la esperanza se vuelve reaccionario.” (Jorge Guillén, poeta español, 1893-1984)
“La esperanza ha contribuido a perder al género humano.” (Henrik Johan Ibsen, dramaturgo noruego, 1828-1906)“
Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate.” (dejad, pues, los que entráis aquí, toda esperanza). (Inscripción en la puerta del infierno según Dante Alighieri en La Divina Comedia).
OK, manga de cínicos, cobardes y frustrados, me convencieron: el Negro no va a cambiar nada. Nada. Ni una puta cosa. Tuve –en la edición de ayer– un momento de debilidad: la musiquita, los niños con los globos frente al Capitolio, el inconcebible moño de Aretha Franklin: demasiado Sony, ya sé.
Cometí el pecado de la ingenuidad, escribí en este diario que quizá, que por qué no, que al menos una vez
La jauría me cayó encima:
–¿Pero no ves que no es TAN negro?
–Es la continuidad del capitalismo explotador.
–¡Quiere que su país sea grande, y si su país es grande el nuestro es chico!
–¿Y Vietnam, y Pearl Harbor, y El Salvador y todas las otras películas de Stone?
–Ya lleva un día en el gobierno, ¿no? ¿Y qué hizo? ¿Nacionalizó Wall Street? ¿Disolvió el Fondo Monetario? ¿Condonó la deuda? ¿Bajó el precio del Big Mac?
Amanecí avergonzado de optimismo y hojeé las primeras planas de 721 diarios de 73 países (lo recomiendo, métanse en www.newseum.org): desde el Al-Ryadh de Arabia Saudita hasta The Dominion Post de Wellington, New Zealand, o The Winnipeg Sun de Canadá, pasando por el Bild alemán o toda la prensa de Nicaragua. Y supe, entonces, que el mundo vive equivocado y los argentinos tenemos razón: todos, en algún lugar, hablaban de esperanza.
Pobre gente, ¿no? Deberíamos empezar a avivar giles.
El mundo no discute si el Negro nos va a cagar. El mundo observa que: • Por primera vez después de Kennedy surge un candidato con una capacidad de liderazgo inusitada.• Ese candidato crece en base a las nuevas tecnologías y a los aportes de cinco y dos dólares para la campaña en un país donde vota la mitad del electorado.• El candidato recurre a un discurso épico, de sacrificio y de corrección del rumbo histórico. • Dos millones de personas asisten durante horas a su ceremonia de asunción, bajo temperaturas de cinco o seis grados bajo cero. No llegaron hasta allí en micros contratados por el gobierno, y –si comieron o tomaron– pagaron por su choripán, tal vez llamado en origen “choribread”.
¿Algo de esto convierte al Negro en el Mesías? No. El Mesías sigue siendo rubio y de barba rala. Tal vez, entonces, el problema sea otro: ¿qué esperan o esperaban del Negro aquellos que hoy sentencian que no cambiará nada? • Que eliminara la Green Card. • Que organizara koljós en Arizona. • Que impusiera la lectura obligatoria de Pierre Proudhon, al grito de: “La propiedad es un robo”. Es curioso, porque en la confusión mundial, en el terrible error de la Humanidad que se permite creer, quizá, un poco, que Obama sea mejor que Bush, se escuchan voces insólitas: • En el Centro de Estudios sobre la vida del Che, de próxima inauguración en El Nuevo Vedado, Adelaida March, la última mujer de Guevara, dijo a El País de Madrid: –Niña, ni Jesucristo sabe lo que va a pasar. Ojalá Obama cumpla y haga un cambio. • En un programa de televisión en Moscú, Vladimir Putin, primer ministro ruso, le respondió al público que asistía a la emisión en vivo: –En estos momentos nos están llegando señales de cambios positivos en la relación con los Estados Unidos. Albergamos esperanzas. • En Medio Oriente, Mahmud Abbas, el presidente palestino, felicitó a Obama, insistió en la palabra esperanza y lo instó a involucrarse inmediatamente en el proceso de paz.
El movimiento islamista Hamás se mostró dispuesto a conversar con el nuevo presidente: “No nos oponemos a mantener un diálogo con él. Obama debería aprender de los errores de su predecesor”, dijo Fawzi Barhum, portavoz de Hamás. ¿Y si el Negro no puede? ¿O no quiere, o nunca quiso? ¿Habría sido en vano esperar? Escribí ayer, en este diario, que no: porque la esperanza pone a prueba a quien la genera, pero mejora al que la profesa, a quien puede sostenerla, al que cree que este mundo, alguna vez, comenzará a cambiar en serio.
(Simpático e inteligente artículo de Jorge Lanata que apareció en Critica Digital hace un mes y que reproducimos por su actualidad en estos precisos momentos)
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