miércoles, 9 de noviembre de 2011

LENGUA VIPERINA




Ya pues muere
por Hugo Del Portal


A mí, desde chico me quisieron convencer del inexorable respeto a los muertos. 
Es más, pude apreciar que bastaba que un fulano se ponga serio (ósea, que pasara a mejor vida) para que sus terrenales defectos se conviertan en recatadas virtudes. 
De repente, el que fue conocido por ser un malvado con los hijos era buenísimo con los animales (una de esas cosas que en el fondo no suelen ser tan raras) o la dama de casquivano transitar y modales adulterinos, terminaba siendo –pese al calor de su sangre- una dama creyente que ayudaba a los pobres en sus ratos de estío.
La mayoría de estos hechos confirmaron mi sospecha. Era obvio y casi axiomático.
Para ser una persona frecuentable, de acuerdo al original gusto de la humanidad, hay que visitar irremediablemente los silenciosos y liberadores aposentos de esa flaca y esquelética dama que se hace llamar la Muerte.
Por eso no entiendo el dilema de estos días.
Primero, el de los que asisten a diario al velorio masivo de mi amigo Omar Chehade con la intención de cerciorarse que de verdad el segundo vicepresidente está frío, occiso y bien tieso.
Cuéntese en el grupo, a las espantosas mujeres agrupadas en ese club de feas que se hace llamar fujimorismo, los domésticos de los grupos de poder que no saben como encajar –siendo tan huachafos- en el marco de un pensamiento conservador sin ser tan salvajemente fachos, sus mismos coleguitas de partido que no se deciden entre la distancia estética o la cercanía diarreica y la Camorra Mediática que terminado el psicosocial de Ciro (aunque hay algunos que raspan la olla en busca de más concolón) han encontrado una nueva veta de entretenimiento en este abogadito avieso y torpe que al enceguecimiento provocado por la luz de la codicia se dejo sembrar como una buena lorna en un restaurante de nombre profético.
Y que ahora no quiere entregar el resto.
Entusiastas estudiosos de las virtudes de la paz eterna y locos desapegados de este mundanal ruido, confesamos nuestra extrañeza ante la insistencia del ex abogado del actual presidente en no dejarse morir provocando la mar de especulaciones entre quienes lo desean lo mas lejos posible, fenecido o en un estado de coma para que sus aventuras de necio lobista caigan en el saco del olvido.
Y la marea ceda.
Omar debe saber que mientras mas resistencia le haga al estiramiento de pata al que está obligado, menos fácil le será salir del imaginario popular en donde se ha instalado como un pilluelo monse (denominación que tomo prestada de mi amigoAbel Peralta Quiroz) y que si desea rescatar algo de la inversión hecha para la campaña, solicitar una licencia o renunciar sobre el pucho es la única opción que le queda. No hay más, lo demás es puro onanismo.
Aunque cante con Serrat y Sabina, para ser –esta vez- tres pájaros de un tiro, que no estaba muerto, que estaba de parranda, es muy tarde, que reciba sus santos oleos con mas estilo porque todo caballero tiene el supremo derecho de un final distinguido.
No insistas en vivir. Se ve feo. Too much, Omar, is too much.