viernes, 22 de julio de 2011

EL PADECIMIENTO CONTINUO





Basta de pataleo
Augusto Malpartida

Nadie me va a convencer que Ollanta se volvió neoliberal del 5 de junio para ahora, porque anuncia un ministro de economía de derecha y ratifica al Presidente del BCR idem. Pero tampoco me puedo “tragar” que Castilla es el ministro de la “gran transformación” y Velarde el cajero  de la inclusión social.
La verdad es que tampoco pude digerir el “aggiornamiento” de Ollanta en la campaña electoral y sus cambios respecto al OIlanta del 2006. Y no es que el de ese año fuera lo máximo de nacionalista y alternativo al modelo neoliberal, pero al lado del Ollanta del 2011 Velasco Alvarado resulta un “ultra”.
Se puede decir que se ganó, como fuera pero se ganó, sí claro, y se pudo ganar de mil formas pero se optó por el “cambio de color en el polo”. Pero en febrero y con el 8% en las encuestas hasta el ahora famoso asesor Fabre alistaba sus maletas y pedía planes de viaje a las agencias. Hasta que la pesadilla de la polarización se le vino encima a Ollanta y sus asesores brasileño-argentinos y lo levantó hasta el 32% de la primera vuelta y al 51.5% de la segunda. Y cuando los partidos se ganan nadie se va a detener a discutir la estrategia y se ganó, con idas y venidas, con requiebres de marinera, con el todo vale pero se ganó. En el camino fueron cayendo propuestas, equipos de trabajo, fidelidades, lealtades, compromisos, pero igual celebramos tragándonos el sapo más grande de nuestra vida política.
Hoy a pocos días de entrar al local del Congreso Nacional para el primer mensaje a la Nación como Presidente en ejercicio, Ollanta vuelve a las andadas como si la campaña no hubiera terminado. Vuelven los requiebres, los guiños a la derecha (para decirlo modestamente y respetando a la platea), las fintas, los juegos de cintura, solamente que esta vez  tienen que ver con sectores de la derecha que entendieron el juego con rapidez.
Y entendieron que su derrota electoral no era el fin de la historia y que lo que se abría era la continuidad del Perú de siempre, un espacio de disputa -ya con Fujimori lo habían experimentado, derrotados electoralmente con la confluencia derechista más prometedora de la vida republicana, supieron capear el temporal y retomar el gobierno. Requisitos, un caudillo en el gobierno, un partido que no era partido, una prensa dispuesta a la entusiasta capitulación cotidiana y a doble turno y corrupción rampante en el país-.
Y han empezado a disputar, chantajeando, lisonjeando, presionando, amenazando, exigiendo un giro. Y como la verdadera dirección del PNP cabe en un tico, los giros son más fáciles. Como dice Carlos León, a Lula le demoró años hacer giros, y es que el obrero de Pernambuco conducía un “tráiler de 20 ejes” como el Partido de los Trabajadores. Para Ollanta es más fácil cualquier viraje y hacer del pragmatismo un ritmo de viaje le resulta sencillo.
Lo que importa es el objetivo final debe pensar Ollanta. Pura estrategia militar, se ceden plazas, para garantizar la plaza mayor; se neutralizan frentes, para no guerrear con todos a la vez; se engaña al enemigo, se lo seduce, hasta tenerlo derrotado. Pero si bien la guerra es la continuidad de la política por otros medios, la política no es la continuidad de la guerra por otros medios. Sino pregúntele a Abimael Guzmán que hasta ahora no logra salir de su derrota militar.
Encarar el gobierno como una guerra tiene sus riesgos, sobre todo porque no se tiene un ejército leal a muerte. Lo que consiguió el triunfo electoral fue un movimiento con múltiples cabezas, la principal sin duda Ollanta y su PNP, pero el grueso del triunfo estuvo en los movimientos sociales regionales y locales que se dieron maña para respaldar a Ollanta mientras tomaban carreteras, enfrentaban al gobierno, a las mineras, y los derrotaban en cada lucha. Y este es un movimiento que para nada es el ejército de Ollanta, es un movimiento que tiene sus propias batallas y sus propias plazas que conquistar. Si el presidente electo quiere plantearse el gobierno como una guerra, solamente cuenta con la fidelidad del PNP, que como ya hemos visto aún es una federación de intereses muy concretos. No me imagino ni a Aduviri ni a Pizango de lugartenientes del nuevo presidente.
Si la historia es un referente, el gobierno de Ollanta se desarrollará como un escenario de disputa, en el que la derecha continuará en la brega desde sus posiciones de poder. Y la izquierda socialista tendrá que dejar el pataleo para empezar a disputar, porque como decía un viejo dirigente socialista “luego del Congreso (del Partido) tienes 24 horas para patalear, después de ese plazo ya es desviación”. Ya pasaron las 24 horas, basta de pataleo.
Pero la izquierda tiene que disputar de verdad, dejar en el pasado su gigantesca falta de vocación de poder y reconstruirse, renovarse, reciclarse, lo que quieran; pero tiene que emerger una izquierda socialista que rompa con el pasado de enjuagues y acomodos, con su lenguaje ambiguo heredado de Barrantes, con su teoricismo de a dos por medio, tiene que dejar de caminar en puntitas de pie y dejar de levantar la mano para pedir la palabra como quien pide un favor. Romper con el famoso sanbenito de terrorista que solamente ha servido para que la cobardía se convierta en línea política y el apoltronamiento burocrático en táctica y estrategia, todo junto.
La nueva izquierda que emerja debe contemplar una serie de cambios en el mundo y en la política, pero fundamentalmente debe ser fiel a su sentido de existencia: el poder para transformar la sociedad, para quebrarle el espinazo al capitalismo y construir desde las entrañas mismas de nuestra patria mil veces vendida, un socialismo en el que cuenten los aymaras, los quechuas, los nativos amazónicos, los mestizos, las diversas opciones sexuales, las diversas expresiones afroperuanas, chinoperuanas, los jóvenes y los viejos, los niños y adolescentes, todos los que quieran jugarse por un nuevo país.
Pero tiene que salir a disputar ahora, para construirse en caliente, en la lucha por Asamblea Constituyente, en el combate junto a las comunidades nativas y amazónicas, enfrentando a las mafias mineras, petroleras y madereras, obligando junto a los excluidos del país a que los programas sociales se conviertan en políticas de estado, sacando adelante la Comisión de la Verdad Anticorrupción para enfrentar la lacra que se apoderó del país desde las instancias gubernamentales hasta la vida cotidiana. 
En esa lucha se puede crecer, ser fuerza política, dejar de ser socio minoritario y pugnar por poder. Entonces, otra vez, basta de pataleo, a disputar poder.

La lúcidez de Augusto Malpartida y su indiscutible consecuencia política lo hacen un destacado colaborador de este blog que se honra en tenerlo como amigo. Sus notas aparecerán siempre que el decida enviarlas y tendrán la contundencia ideológica que lo caracteriza.