viernes, 26 de octubre de 2007

BESTIARIO (HUMANO)





Corrida de 80 vacas (80) por Cesar Hildebrandt (*)
Ochenta vacas ochenta han matado ayer los ganaderos lecheros para exigirle a “Gloria” que pague un precio justo por la leche.Yo estaba con los ganaderos lecheros y su lucha. Hoy los detesto por salvajes.En los tiempos de Ptolomeo, durante un famoso juicio, una muchedumbre de egipcios mató al matador de un gato, animal que se consideraba emparentado con lo divino. Este escriba, sin embargo, nunca ha confiado demasiado en los gatos y siempre ha compartido la teoría de la sacritud de las vacas (y, por tanto, la de sus cumplidos maridos, los que asesinan en ciertas plazas los valientes que se visten de señoritas andaluzas bien marujas).A mí me parece que las vacas nos han tenido siempre compasión. ¿Cómo no tenernos compasión? Al fin de cuentas ellas siempre fueron pacifistas, jamás imaginaron que el pasto era excluyentemente suyo y nunca necesitaron implantes de mamas. De allí esa mirada de matronas desnudas y ese halo de ángeles obesos. ¿Acaso alguna vaca se ha apellidado Hitler? ¿O Bin Laden? ¿O Sharon? Cuando el planeta se sacuda de la alimaña humana, algo que será astronómicamente pronto, las vacas se harán cargo de las nuevas guarderías y presidirán las juntas de reconstrucción pero se negarán a juzgar a los criminales de guerra Alonso Alegría y Baldomero Cáceres y demandarán el perdón y la prescripción para tales señores. Una vez –y esto no es invento– le preguntaron al escritor Rudyard Kipling:–Si la especie humana llegara a desaparecer, ¿cuál cree usted que sería el rey de la creación? ¿El elefante?Y Kipling, escritor británico que había nacido en Bombay, contestó:–¿El elefante? No creo: es demasiado honrado. Quizá la zorra.Creo que el maravilloso Kipling se equivocó esa vez. La zorra es la que hoy gobierna este mundo donde los ganaderos de Lima matan a 80 vacas lecheras en un solo día y sólo para llamar la atención de la tele carroñera. Todos han visto a una zorra políglota en la Casa Blanca y todos sospecharon siempre –Kipling lo habría hecho si la vida le hubiese alcanzado– de la naturaleza de zorra ártica de la señora Thatcher, de la que –dicen– se amamantaron Rómulo y Remo Bush en la serie Dinastía.Mientras La Niña (otra zorra) enfría las aguas del norte peruano y caen pelícanos muertos del cielo, guanayes con el buche vacío por falta de pesca, piqueros famélicos porque no hay pota ni anchoveta, mientras llueven inocentes muertos en el mar de Sechura, aquí matan con una pistola de aire comprimido a 80 venerables Clarabellas para ver si así los Rodríguez Banda, o sea la banda de los lácteos, se sientan a negociar el precio miserable del litro de leche que pagan la Nestlé y la Gloria.Yo siempre supe que el tal Hipólito Irigoyen era un idiota sobreestimado por el argentinaje patriotero cuando me enteré de una anécdota sucedida durante su primera presidencia (1916-1922). Durante una huelga salvaje de los trabajadores de los trenes, quedaron atascados en una vía rural decenas de vagones cargados con vacas viajeras. Encerradas y sin alimentos, las vacas empezaron a morir como se mueren las vacas, es decir sin solemnidades ni aspavientos, con la misma sabiduría con la que vienen al mundo a enseñarnos a masticar despacio y a tener paciencia. Los ganaderos, entonces, fueron a ver a Irigoyen y le explicaron el vacuno drama. Irigoyen ni se inmutó y no movió un dedo para impedir esa matanza ferroviaria. Y el que no ama a los animales, como se sabe, suele compartir esa orfandad con la eventual adicción por lo infame.Los ganaderos de las ochenta vacas muertas en el mes de la Feria del Señor de los Milagros merecen salir de monosabios en Acho. Y por mí, que los Rodríguez y los Banda y los suizos de la Nestlé los sigan esquilmando. Ahora sí que se lo merecen.

(*) Aparecido hoy en su columna del diario La Primera. Extraordinario.


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