(NADA MAS FALSO QUE EL BESO DE UNA HETAIRA)
AHORA SI ESTAMOS TODOS LOS DÍAS DE MI PUTA VIDA
martes, 3 de mayo de 2011
ESQUELETOS EN EL ARMARIO
"La muerte nos sonríe a todos, devolvámosle la sonrisa". (Gladiador)
La venganza de las ballenas por Hugo Del Portal
Los japonenes suelen ser un pueblo aparentemente muy elevado, muy culto, muy respetuoso de la ley y en un aparente y eterna y vigoroza prósperidad. Sin embargo, encabezan la lista de pescadores salvajes que matan despiadadamente a las ballenas. No ha habido organismo internacional que los detenga en estas espantosas travesías hacia la infamia mas ruin. Este terremoto que ha generado, hasta el momento, miles de muertos y que coloca su tecnología en el mismo nivel que el de la pobre nación de Haiti, los ha devuelto al miserable nivel de indefensos seres humanos. Los telefonos se cortaron. Sus trenes famosos se plantaron. Su industria y ciencia avanzada no les ha servido de nada frente a la mano poderosa de una naturaleza que les reclama ahora por sus actos ignominiosos. Acciones que incluyen las determinaciones estúpidas de construir centrales nucleares en un país terriblemente sísmico y que tiene al mundo entero al borde de una catástrofe sin límites por el escape de radiactividad desde sus generadoras de energía de la muerte. ¿A quién se le ocurre tamaño disparate, edificar estas centrales en suelo tan virulento? Sólo a un país terco y soberbio. Manejado por honorables sinverguenzas que refugian cacos fugados del tercer mundo que secretamente servían a sus intereses. Lamento las muertes y la destrucción ocurrida en Japón. Siento mucho el sufrimiento que tienen que padecer y espero que recuperen pronto el equilibrio. Pero nos queda claro, que ni tan elevados, ni tan cultos, ni tan prósperos, ni tan potencia mundial (hecho que le deben a la inteligente mano del General Mc Cartur) y que nos revela como el imperio inventa tigres de papel, ídolos con pies de barro, delirantes omnívoros (que devoran sin ninguna culpa seres vivos) y que tendrán que empezar a respetar a los animales, nuestros hermanos menores (a veces creo que mayores que los humanos) y entender que somos sorprendidas e insignificantes criaturas, que deberíamos honrar con conductas armonicas el ser parte de tan magnífica y hermosa creación.
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