domingo, 31 de mayo de 2009

DOBLE TRAICIÓN (DOS COLUMNAS IMPERDIBLES)




De espaldas al pueblo
por Verónica Insausti (*)

Pronto se cumplirán dos meses desde que las comunidades nativas retomaron medidas de fuerza en protesta por los decretos que vulneran sus derechos. A estas alturas me queda claro que los altos niveles de decisión política nunca tuvieron intención de rectificación. Y el recurso de la “escopeta de dos cañones” se agotó, aunque tuvo largo alcance desde la foto tomada en la presidencia del Congreso hace siete meses hasta la última estrategia del gobierno intentando mostrar una posibilidad de acuerdo a través de la Presidencia del Consejo de Ministros, la que fue rápidamente autobombardeada. En medio de un paro sin tregua, con estado de emergencia y denuncias contra Alberto Pizango, la mesa de diálogo sólo logró poner al descubierto la nula capacidad de decisión del premier dentro del Ejecutivo, ¿o es que lo quemaron a propósito? Es una lástima porque luego de iniciado el diálogo, los dirigentes nativos enviaron a los manifestantes un mensaje de tranquilidad y otra oportunidad de confianza hacia el gobierno. El desinterés por solucionar el problema fue corroborado en el último pleno del Congreso.Ni siquiera el eco de una verdad mediática al compás del discurso oficial pudo lograr que la población se crea todo este cuento de “los nativos manejados por intereses políticos con ansias de desestabilizar la democracia que el Apra defiende”. Esta vez parece que el cálculo político del gobierno no fue certero, las comunidades nativas, en vez de desgastarse fueron sumando el apoyo de otros sectores sociales a nivel nacional, las marchas de esta semana lo confirman.Lo preocupante es que, si el Ejecutivo sigue en sus trece en aras de proteger grandes inversiones y de evitar pérdidas materiales, el conflicto se podría agudizar y cobrar pérdidas humanas. Los nativos dicen estar dispuestos a morir en defensa de ese 20% de la Amazonía que aún queda sin concesión. Me niego a pensar que el presidente García quiera trascender en la historia con otra factura por violaciones flagrantes de los derechos humanos. Quiero creer que esta llamada “democracia” no sólo defiende la libertad de un puñado de ciudadanos, mientras pisotea los derechos de la mayoría invisibilizada. Ojalá el señor García aprovechase esta oportunidad para convencernos a los peruanos que esta llamada “democracia” realmente podría ser inclusiva, justa y solidaria. La justicia social no sólo consiste en condonar la deuda de unos cuantos en el Banco de Materiales. También y sobre todo se practica cuando se antepone el bienestar del pueblo a las ansias de poder y dinero.

(*) Verónica Insausti es periodista y escritora. Elabora documentales para la BBC y trabaja para Telesur.
Por sus guiones cinematográficos fue premiada en una importancia competencia de cine internacional.
Su artículo en La Primera realza la lista de colaboradores de este diario que ha logrado con su consecuente y combativa presencia una gran incorporación que este blog saluda.


Caracas: detrás del escenario
por César Hildebrandt

El conversatorio de intelectuales de derecha realizado en Caracas, en el que ha brillado Mario Vargas Llosa y ha asomado su silueta de polemista hirsuto y huidizo el señor Hugo Chávez, ha sido auspiciado por el Cato Institute. Eso lo explica todo. El Cato Institute es una organización privada de la que emana una de las corrientes más reaccionarias de la derecha “académica” estadounidense. Cuando digo derecha “académica” hablo de ese espejismo que pretende mostrar como científico lo que es ideológico y como próximo a la filosofía lo que es vulgar propaganda ultraconservadora.
En la construcción de esas fortalezas de cartón ha estado, desde el año 2000 por lo menos, el novelista Mario Vargas Llosa, considerado uno de los más aguerridos voceros del Cato Institute. Como una escisión universitaria del abortado Partido Libertario, el Cato se fundó en 1977 en San Francisco.
Su creador fue Edward Crane, quien contó con el apoyo financiero del conglomerado petroquímico Koch Industries. Al principio fue una de esas tantas oenegés dedicadas a predicar la libertad sexual, los derechos de los homosexuales o la legalización de la marihuana.Poco a poco, sin embargo, el Cato Institute fue perfilándose como un abastecedor disciplinado y constante de ideas para montar aquello que, en la época de Ronald Reagan, se llamaría “la revolución conservadora”.
De lo que se trataba, en el fondo, era de barrer con el New Deal de los años de Roosevelt. Y si para ello había que convertir el egoísmo en credo, la avaricia en motor social y la falta de compasión en una espantosa pero imprescindible necesidad, Cato Institute se puso manos a la obra.
Esta entidad fue clave en darle coartadas “liberales” al reaganismo más duro pregonando la privatización del sistema pensionario, la asistencia social y médica y la enseñanza. Logró bastante con Reagan y muchísimo con George W. Bush.
La “desregulación” fue la palabra clave que el Cato Institute soltó a los cuatro vientos. Dado que su casi anarquismo de derechas no era aceptable, la “desregulación” era bastante mejor que el Estado arbitral de Roosevelt.
Por eso es que hoy muchísimos estadounidenses enterados culpan al Cato Institute de haber colaborado decisivamente en la creación de esa economía plagada por el hampa bancaria y corporativa.
José Piñera, el fascista ex ministro de Trabajo de Pinochet, es una de las luminarias del Cato Institute. Autor de la privatización del régimen de pensiones en el Chile acuartelado de los 80, Piñera publicó recientemente, gracias a la imprenta del Cato, un libro delirantemente inmundo: “Una casa dividida: Cómo la violencia política destruyó la democracia en Chile”.
En el portal electrónico del Cato, entre los libros recomendados por la institución, se puede leer lo siguiente: “José Piñera, por fin, demuestra convincentemente que la remoción de Allende fue el resultado del rechazo de las instituciones chilenas a sus reiteradas violaciones a los procedimientos legales y a sus esfuerzos por instalar en Chile un sistema totalitario”.
Cato Institute llama “remoción de Allende” al bombardeo de La Moneda, la masacre de la democracia, la desaparición de más de tres mil chilenos y la instauración de ese fascismo que impuso, por el terror, el “régimen liberal” que Cato Institute dice defender.
En efecto, Milton Friedman, visitador y asesor de Pinochet, fue parte estelar del Cato Institute. Tan estelar, que el premio bianual del Cato Institute “a quien haya defendido la libertad” se llama, precisamente, “Premio Milton Friedman”.
Ese premio lo obtuvo en el año 2008 un venezolano de 24 años, autor de ningún libro, llamado Yon Goicochea. Su mérito fue llamar a la insurrección popular en contra del gobierno de Hugo Chávez y fundar la organización “Resistencia Estudiantil Venezolana”.
El “programa” político de Yon Goicochea tiene dos vistosos pronunciamientos: el derrocamiento de Chávez y la legalización de la marihuana. No es difícil deducir, entonces, que Cato Institute está decidido a librar una batalla abierta en contra del chavismo. Y es fácil suponer cuánto habrán disfrutado sus mentores con la torpe retención de hora y media de los Vargas Llosa en Maiquetía y la más torpe desconvocatoria de la polémica que ya había sido tácitamente aceptada. Y es que a Chávez lo aconsejan su propia estupidez y algunos estúpidos adjuntos.
Chávez, sin quererlo, ha trabajado para el Cato Institute, al que sirven tan amablemente los Vargas Llosa.
Ahora el Cato Institute, que estaba acribillado por las críticas dado su papel en los desmanes republicanos del periodo Bush junior, podrá inflar el pecho y obtener quizá bastante más de los veinte millones de dólares anuales que recibe de personas y corporaciones en los Estados Unidos.
Entre esos donantes están Philip Morris y Exxon-Mobil. Por pura coincidencia, Cato Institute está en contra de las leyes antitabaco y niega que el calentamiento global se haya producido por causa del hombre.
Gale Norton, próxima al Cato, fue directora del Medio Ambiente de Bush hijo e ideóloga de la resistencia al Protocolo de Kyoto.
Desde 1998 está en el Consejo de Administración del Cato Institute el señor Rupert Murdoch, zar de la Fox y de una vasta cadena periodística dedicada a enaltecer a Cheney, defender a Rumsfeld y predicar el liberalismo salvaje como solución.
Entre los libros que Cato recomienda para llevarse a la cama a leer están, aparte del de Piñera, uno titulado “El poder y el delirio”, escrito por Enrique Krauze, presente en el foro de Caracas. El libro intenta ser una lapidación “liberal” de Hugo Chávez. Otro libro que Cato encomia es “La transformación económica de Chile”, del ex ministro de Economía de Pinochet, Hernán Buchi. Y no podemos dejar de mencionar en este libro de lecturas inexorables (según Cato) uno que don Mario Vargas Llosa, de puro modesto, no ha publicitado.
Su título es “Elogio a un liberal: Homenaje a Revel”. Sus autores son José María Aznar y Mario Vargas Llosa.
Sí, así: Aznar primero y Vargas Llosa después.
Me dispongo a comprarlo de inmediato.

Para refrescar la memoria de la recatafila de seguidores que en estos últimos tiempos ha conseguido Varguitas (aclarando que ninguno se ha dado el trabajo de leer sus libros, ni los buenos, ni los regulares, ni los mediocres) no dejemos escapar la oportunidad de recordar el último escarceo político por el cual Mario Vargas LLosa estubo a punto de lanzarse como congresista español (tiene doble ciudadanía como Fujimori y sus criaturas) por un partido manipulado y finanaciado por Aznar, de aparente tinte ecológico.
Dice el Dr Peter Garca que invitemos a Varguitas a abrir sus cuentas bancarias para enterarnos de una sola vez quien financia estos alharacosos gritos neoliberales que suele emitir el escribidor.
No entendemos porque alguien como Chavez (con investidura presidencial) aceptó polemizar con un cagatintas de la caverna que ni siquiera pudo con el ataxico verbal y mononeuronal de Fujimori en el tragicómico debate del 90.
A veces Chavez es de una pelotudez realmente exquisita.
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