Cuando Gabrielito tenía unicamente 8 años y era un precoz cachetoncito, con unos terribles ojos de ratón goloso, fue preguntado por los mayores que lo rodeaban sobre qué quería ser de grande. Pendejerete para su edad, respondió que deseaba ser grifero porque había visto que los caballeros que atendían en las estaciones de servicio despachando la gasolina, cargaban siempre en los bolsillos, gruesos fajos de dinero y abundantes monedas para entregar el cambio.
Mucho tiempo después y recordando la risa cachosa de los adultos, el niño pudo descubrir que el billetón que portaban esos trabajadores no era de ellos, sino del dueño (o los dueños del lugar) y que solamente lo tenían con ellos hasta la noche en donde entregaban sus cuentas debidamente emparejadas con el expendio de combustible que se había realizado en el día.
Como aquella confusión de Gabrielito parece ser la interpretación que ciertos políticos y sus respetables parejas y sus incansables lacayos le dan al uso y abuso del dinero del estado.
Digamos que el país es una especie de estos locales que surten gasolina y que los grupos de poder económico son los verdaderos dueños del negocio.
La función del gobernante de turno alcanzaría con las justas para calzarse el mameluco y la gorrita del oficioso despachador, que cobra y guarda el circulante pero que de ninguna forma puede ser el propietario del mismo.
Así que cuando se tiran la plata del Programa de las Naciones Unidas -PNUD- (también conocido como el pozo de la dicha porque lo que por ahí cae no regresa ni de broma) nos puede resultar pateticón que el gordo mandatario comente muy suelto de huesos que su esposa viaja con su propio peculio. Y lo mismo con los fujimoristas para cuando les toca explicar con qué fondos estudiaron en las mejores y mas costosas universidades de los Estados Unidos los hijos del ponja ladrón que le pagaba al Doc Vladi, derechos laborales de veinticinco millones de dolares.
Y aunque no es plata del erario público y porque no nos gusta su darkly origen que feo es el peculio venezolano de los Humala que maneja Doña Nadine Heredia.
Por eso esta doctrina convenenciera que nos pretende vender la idea que lo ajeno puede ser nuestro sin dudas ni murmuraciones y subrayando lo del "propio peculio" sirve en la nueva promoción política en donde ser honrado puede ser visto como una señal de inobjetable e incurable imbecilidad.
Lejos estan los tiempos en donde ser honesto era una condición natural y no una esforzada virtud para hacer del curriculum vitae electoral algo vendible.
Mas aún, cuando hay tanta debilidad personal con los fondos públicos y cuando se miente con un descaro que hace doctrinario el cinismo.
-----------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario