martes, 12 de mayo de 2009

LA DOBLE MORAL DEL SIONISMO





El denso silencio de los que mienten
Eduardo Montes de Oca

Dios, qué nobles los dirigentes sionistas, que han retirado sus tropas de la Franja de Gaza sin reducir totalmente a escombros el apretado territorio (362 kilómetros cuadrados), donde se arraciman cerca de millón y medio de esos paganos, esos bárbaros llamados palestinos. Claro, algún que otro “antisemita” acérrimo, de los que declaran no comulgar con una ideología y una política que se asisten de la tradición de “tierra prometida” para sacar de sus lares a los habitantes originarios de la dulce Palestina, se saldrá con que la operación Plomo Fundido, o Plomo Endurecido, o Plomo Sólido -depende de la traducción- aún no ha concluido y que en días venideros se podrá determinar si se reanuda o no. Como si no les bastara, los contradictores refutarán la bonhomía de los gobernantes de Tel Aviv, empecinándose en “hueras” cifras preliminares, tales como los más de mil 300 muertos, casi seis mil heridos y más de 16 mil edificios con serios perjuicios como consecuencia de los ataques. Y las cerca de cuatro mil casas derruidas, y los daños a 53 instalaciones bajo manejo de la ONU, y la desaparición de 16 centros de salud e igual número de ambulancias y de 60 escuelas -poco más, poco menos-, y la ruina parcial o radical de 48 oficinas, 30 estaciones de policía y 20 mezquitas… Todo ello, sin contar las carreteras, el suministro eléctrico y la red conductora de agua casi multiplicados por cero… Cuán nobles, sí, aquellos que ahora tendrán que oír -seguramente con la displicencia con que, a buen recaudo y vino en mano, se escucha caer el agua sobre los tejados-; sí, dignarse a oír cosas “tremebundas”: “Aunque las autoridades israelíes han tratado de justificar el ataque describiéndolo como una respuesta legítima a los recientes lanzamientos (por la organización islamista Hamas) de misiles contra las poblaciones cercanas a la frontera, las razones parecen ser distintas”. Distintas, absolutamente distintas, las juzgan observadores como Pascual Serrano y Patricia Rivas (en los digitales Rebelión e Yvke, respectivamente), quienes aclaran que el poder mortífero de esos artilugios artesanales quedó demostrado el 27 de diciembre pasado, después de la peor embestida hebrea en 40 años, cuando 20 de ellos segaron la vida de… una ciudadana israelí. Una víctima israelí, contra 230 civiles palestinos asesinados. A estas alturas, el comentarista deja a un lado el tono irónico, utilizado para conjurar la ira explícita ante las imágenes de tantos niños muertos o, peor, sepultados vivos, y se remite a la solemne aseveración de Patricia: La cuestión no es si se justifica o no el terrorismo de los (cohetes) Qassam; “la cuestión es de proporciones, pues equiparar los crímenes de Hamas con los del Estado de Israel es como comparar a los judíos partisanos que combatieron la ocupación nazi en Europa… Sencillamente inmoral, y criminal, porque iguala a la víctima y al victimario”. (Recordemos que, desde la segunda Intifada, con inicio en septiembre del 2000, mientras habían perecido 430 civiles israelíes en las acciones armadas de la resistencia, las fuerzas de ocupación habían asesinado a más de cinco mil civiles palestinos, entre ellos casi 900 menores de 18 años, no combatientes.) Y sí: es cierto que la muerte de cualquier inocente -no importa el bando- debe estremecer la sensibilidad de todo semejante. Precisamente por ello denunciemos con más vehemencia a los culpables de esa matanza repetida cual rito. Apuntemos con el colega Iosu Perales (Rebelión) que “es Israel la potencia ocupante, la misma que está colonizando la Palestina histórica utilizando la extrema violencia, la exclusión sistemática y los castigos colectivos, para construir un gran Israel etnicista; es Israel quien ha desoído 46 recomendaciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Es Israel quien incumple resoluciones del consejo de Seguridad sobre el regreso a las fronteras de 1967, el retorno de refugiados palestinos y el estatus de Jerusalén. Es Israel quien ha rechazado la sentencia del Tribunal Internacional de la Haya contra el muro de apartheid con que ha disgregado y aislado a Cisjordania…” Ahora, el 4 de noviembre pasado, rompiendo la tregua que desde junio Tel Aviv había mantenido con Hamas, las tropas israelíes se internaron en Gaza, donde ejecutaron a seis milicianos con el pretexto de evitar el comienzo de la construcción de un túnel dizque destinado al secuestro de soldados hebreos. Desde ese momento, la serpiente se muerde la cola: Hamas responde con misiles Qassam, que reciben la réplica del endurecimiento de un bloqueo de por sí feroz. Privación absoluta de alimentos y combustibles para la franja “insurgente”, condenada a la temible hambruna. La invasión abierta, el 27 de diciembre. Cual actor encasillado, apegado al mismo papel, al mismo drama, es siempre Israel quien reanuda las hostilidades o incita hasta el paroxismo a la contraparte, para el bis del fuego. Lógico, en esta ocasión no podía dilatarse la apertura de la arremetida. Para diversos analistas, el que el último ataque haya coincidido con la elección de Obama como presidente de los Estados Unidos se debe a que este había enviado colaboradores suyos, en mayo, a que se reunieran con representantes de Hamas. El articulista Javier Barreda (Información; Alicante, España) repara en que el primer ministro palestino, desposeído en Cisjordania de sus funciones pero gobernante en Gaza, había reiterado la disposición de la agrupación islamista a reconocer el Estado hebreo dentro de las fronteras de 1967, y a declarar una tregua de varias decenas de años, si se consideraban los derechos nacionales de sus compatriotas. En respuesta, la candidata a premier Tzipi Livni se apresuraba a declarar que no regresará ni un solo refugiado palestino, y que el proceso de paz no requiere de la intervención de Obama, ya que la “situación es de calma”. De demasiada calma para las apetencias de los sionistas, empeñados en deshacerse de Hamas desde las impecables elecciones en que esta agrupación asumió el poder (2006), desplazando a Al Fatah, algunos de cuyos integrantes protagonizaron un fallido golpe de Estado y se vieron obligados a refugiarse en Cisjordania. ¿Hamas “amenazando” con la paz? Caramba, si a todas luces Israel no quiere paz. Las verdaderas razones Conforme a numerosos entendidos, una de las causas principales del torrente ígneo contra la Franja de Gaza consiste en el anhelo de aplastar todo el potencial militar de Hamas. Arrasar con quienes no se avienen a arriar las banderas de la liberación nacional y que, ¡pecado!, ya andaban en conversaciones con la laica Al Fatah, deshaciendo el sueño imperialista de total fractura interpalestina. Pero hay otra clave no tan difícil de descifrar. Con Ignacio Álvarez Osorio, profesor de Estudios Árabes e Islámicos en la universidad de Alicante, señalemos que la decisión del ministro de Defensa, Ehud Barak, de lanzar el asalto guarda una estrecha relación con la celebración de los comicios legislativos israelíes del próximo 10 de febrero. Se trataría de atajar la creciente popularidad del líder del derechista Likud, Benjamín Netanyahu, quien ha venido recriminando a Kadima, de centro derecha, y al Partido Laborista, por el mantenimiento de una línea de contacto con Hamas a través de Egipto. Netanyahu ha prometido que, de imponerse en las urnas, lanzará una campaña militar que de al traste con el control islamista de la Franja. Para no quedar rezagada en las encuestas, la ministra de relaciones Exteriores y candidata del Kadima, Tzipi Livni, también se mostró a favor de una ofensiva. Más aún teniendo en cuenta que su posición de una paz parcial con los palestinos, siempre que estos acepten los planteamientos maximalistas israelíes, la han convertido en diana de los sectores empecinados en el Gran Israel, un Israel excluyente. Y el laborista Barak ha pretendido conjurar la visible debacle de una organización, la suya, a la que vaticinan el quinto puesto en el panorama político nacional, y se ha dejado llevar por los manes de la guerra, con el objetivo de mejorar las expectativas de voto y tratar de trocar a la agrupación en una bisagra en el futuro Gobierno, dado que ni el Likud ni Kadima, se augura, lograrán el respaldo necesario para regir en solitario. Exhibiéndose como halcón por antonomasia, Barak olvida o hace como si olvidara sus ofertas de convivencia pacífica a los palestinos en Camp David y a los sirios en Shepherdstown, de acuerdo con nuestra fuente, que escribe para El Corresponsal de Medio Oriente y África. Además, todos ellos están eludiendo la crisis de liderazgo que seguramente se extenderá luego de la salida del poder del primer ministro actual, Ehuld Olmert, cuyo mandato está signado por haber llevado al país a un fracaso militar y político con la invasión del Líbano; carecer de voluntad para avanzar en el proceso de paz, necesario incluso al socio mayor, Estados Unidos, en aras de una máscara democrática con que señorear en la región; y por los cuantiosos escándalos de corrupción. Por su parte, el politólogo germano-mexicano Heinz Dieterich resumía en tres los objetivos de la élite sionista: ganar las elecciones de febrero del 2009, demostrar que la derrota militar ante Hezbolá ha quedado atrás y que el Estado judío ha reconstituido su capacidad destructiva, así como truncar el proyecto nuclear de Irán antes de fin del año en curso. En concomitancia con la amplitud de los fines entrevistos, el colega Nazanin Amirian planteaba el 1 de enero, en Rebelión, que ni los cohetes de Hamas ni la cercanía de las elecciones parlamentarias podían explicar la envergadura de la nueva “hazaña” de Tel Aviv contra Palestina, teniendo en cuenta su costo militar, humano y político en la escena mundial. “¿Se trata de una cortina de humo para camuflar objetivos más ambiciosos, como aprovechar la penosa situación de la zona para declarar su hegemonía, y el vacío del poder en la Casa Blanca para colocar a Barack Obama ante los hechos consumados, sobre todo abortar su promesa de conversar (que no negociar) con Irán?” El articulista se respondía a sí mismo: “Absurda preocupación, ya que el nuevo presidente ha entregado los puestos más claves de su Gobierno a dos halcones pro israelíes: Hilary Clinton, secretaria de Estado, y Rahm Israel Emanuel, como nada menos que el jefe de su gabinete.” Con esos truenos y barruntos, dificultoso será concebir la quiebra de una práctica de dádivas a Tel Aviv que, en la administración de Bush, ha incluido la entrega de más de 21 mil millones de dólares en asistencia de seguridad, incluidos 19 mil millones sin compromiso de pago alguno. “Además de la asistencia militar, Estados Unidos firmó contratos de venta de armas a Israel por más de 22 mil millones de dólares solo en 2008, entre ellos 75 aviones caza F-35, nueve transportes militares C-130J-30 y cuatro buques de combate”. Por eso, concluye un informe de la New America Foundation, “en la mayoría de los ataques de fuerzas israelíes contra Gaza y Cisjordania se usa equipamiento militar fabricado en Estados Unidos o en Israel bajo licencia estadounidense”. En los Estados Unidos, sí, donde entes vigilantes develaron el envío de tres mil toneladas de municiones en momentos de aquelarre sangriento contra civiles palestinos y Hamas. Algo denunciado por Michel Chossudovsky (Center for Research on Globalization) y que nos ayuda a corroborar la hipocresía que destila Occidente. Todo Occidente; no olvidemos que en 2007 los miembros de la Unión Europea, “campeones” de los derechos humanos, autorizaron la exportación de armamento al régimen sionista por valor de 200 millones de euros, según estadísticas ofrecidas en Bruselas con todo el desenfado del mundo. Para redondear el maremagno de causas de la masacre, algunos “aventuran” incluso la intención de controlar y poseer las reservas estratégicas de gas de la costa de Gaza, descubiertas en el año 2000. Nosotros, prudentes ante una realidad que aún podría sorprender, concordemos más bien en que, a ojos vista, la operación genocida tiene los visos de repetir los errores del pasado. En que Hamas ha demostrado su capacidad reponerse luego de cada golpe recibido… Y en que, si inapelablemente hubieran triunfado los sionistas, ya el mundo sabría de las decenas o centenares de túneles tomados, arsenales destruidos, o de la muerte masiva entre los cerca de 25 mil combatientes con que, dicen, cuentan los rebeldes. Sintomáticamente, Israel se arropa en el denso silencio de los que mienten.
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