Manotazos políticos de ahogado
por César Lévano
Alberto Fujimori, el gran cobarde, tiembla de miedo. Sabe que judicialmente está perdido y que la Sala Penal Especial que lo juzga puede aplicarle una pena severa.Nadie en su sano juicio puede considerarlo inocente en los casos de La Cantuta y Barios Altos (o de las malversaciones que reconoce y los latrocinios que oculta); pero él se declara inocente. Un poco más y se considera émulo de la Madre Teresa de Calcuta.No sabía, dice, no se había enterado, de los crímenes del Grupo Colina. Los felicitó sólo por ser un equipo de analistas. Otro poco más y los proclama psicoanalistas.Sabe que sería ingenuo que lo crean libre de culpa. Se ha convencido de que con gritos no puede demostrar inocencia. Por eso la esencia de su autodefensa ha consistido en un operativo político.Fujimori busca un arreglo político. Eso es. No sólo desde ahora. Todos los votos de la bancada fujimorista en favor del Apra y sus desmanes a lo largo de estos años se explican en buena parte por esa intención.Igual sentido posee la acusación, envuelta en una queja, lanzada contra Alan García y Fernando Belaunde, ex presidentes del Perú y responsables también de violaciones contra los derechos humanos, que incluyen asesinatos, desapariciones, masacres, impunidades.Respecto a García, el mensaje es directo: colega presidente, no me abandone en esta hora de prueba. Yo fui elegido gracias a su apoyo, y en los últimos años no sólo he continuado su política de privilegios a los ricos, anulación de los derechos laborales, privatización en remate de los bienes públicos, sino también apoyado todos sus decretos legislativos contra la democracia, las comunidades campesinas, las poblaciones nativas de la selva, los sindicatos, y patrocinado su línea prochilena, que también es la mía.Fujimori sabe, sin duda, que una absolución es imposible. Su abogado César Nakazaki lo ha admitido implícitamente, aunque insiste, igual que Jaime de Althaus y otros periodistas, en que Fujimori es inocente puesto que no hay orden de asesinar escrita por él.Es como afirmar que Hitler es un santo varón, dado que no impartió por escrito la orden de matar a seis millones de judíos.Fujimori aludió en su jeremiada a los crímenes de Accomarca, Cayara y Los Cabitos, cometidos en la era García, primer período, y afirmó que el jefe aprista había sido absuelto por esos graves delitos. En realidad, nunca fue absuelto, porque no ha sido juzgado. Todavía.Curioso es que Fujimori no mencionara el caso El Frontón, quizá porque sabe que el vicepresidente Luis Giampietri sabe mucho (este Lucho sabe mucho) respecto a matanzas cometidas en días de García y del propio Fujimori.Ahora sólo queda esperar que el pánico del gran cobarde se justifique. Una pena condigna elevará el nivel de la moral en el país.
Alberto Fujimori, el gran cobarde, tiembla de miedo. Sabe que judicialmente está perdido y que la Sala Penal Especial que lo juzga puede aplicarle una pena severa.Nadie en su sano juicio puede considerarlo inocente en los casos de La Cantuta y Barios Altos (o de las malversaciones que reconoce y los latrocinios que oculta); pero él se declara inocente. Un poco más y se considera émulo de la Madre Teresa de Calcuta.No sabía, dice, no se había enterado, de los crímenes del Grupo Colina. Los felicitó sólo por ser un equipo de analistas. Otro poco más y los proclama psicoanalistas.Sabe que sería ingenuo que lo crean libre de culpa. Se ha convencido de que con gritos no puede demostrar inocencia. Por eso la esencia de su autodefensa ha consistido en un operativo político.Fujimori busca un arreglo político. Eso es. No sólo desde ahora. Todos los votos de la bancada fujimorista en favor del Apra y sus desmanes a lo largo de estos años se explican en buena parte por esa intención.Igual sentido posee la acusación, envuelta en una queja, lanzada contra Alan García y Fernando Belaunde, ex presidentes del Perú y responsables también de violaciones contra los derechos humanos, que incluyen asesinatos, desapariciones, masacres, impunidades.Respecto a García, el mensaje es directo: colega presidente, no me abandone en esta hora de prueba. Yo fui elegido gracias a su apoyo, y en los últimos años no sólo he continuado su política de privilegios a los ricos, anulación de los derechos laborales, privatización en remate de los bienes públicos, sino también apoyado todos sus decretos legislativos contra la democracia, las comunidades campesinas, las poblaciones nativas de la selva, los sindicatos, y patrocinado su línea prochilena, que también es la mía.Fujimori sabe, sin duda, que una absolución es imposible. Su abogado César Nakazaki lo ha admitido implícitamente, aunque insiste, igual que Jaime de Althaus y otros periodistas, en que Fujimori es inocente puesto que no hay orden de asesinar escrita por él.Es como afirmar que Hitler es un santo varón, dado que no impartió por escrito la orden de matar a seis millones de judíos.Fujimori aludió en su jeremiada a los crímenes de Accomarca, Cayara y Los Cabitos, cometidos en la era García, primer período, y afirmó que el jefe aprista había sido absuelto por esos graves delitos. En realidad, nunca fue absuelto, porque no ha sido juzgado. Todavía.Curioso es que Fujimori no mencionara el caso El Frontón, quizá porque sabe que el vicepresidente Luis Giampietri sabe mucho (este Lucho sabe mucho) respecto a matanzas cometidas en días de García y del propio Fujimori.Ahora sólo queda esperar que el pánico del gran cobarde se justifique. Una pena condigna elevará el nivel de la moral en el país.
Fujimori en el paraíso
por César Hildebrandt
Escucho a Alberto Fujimori describir su paraíso de opio y compruebo que gente como él sólo puede prosperar en un país que tiene a un 40 por ciento de ciudadanos a los que les da lo mismo –lo dicen reiteradas encuestas- si los rige una democracia o una dictadura.O sea que en el Perú hay un 40 por ciento de ciudadanos que casi aspiran a no ser ciudadanos y que quieren ser, a veces con fervor, vasallos tristes y alegres siervos de la gleba.Detrás del fujimorismo está la capacidad de sumisión y la arrolladora ignorancia que lastiman el alma del Perú.Escucho a Fujimori y me digo que si hubiera géiseres de cinismo sonarían como su voz.Habla de coraje el hombre al que le temblaba la voz cuando se dirigió a buscar refugio en la embajada del Japón la noche del fallido golpe del general Salinas Sedó.Habla de honor el hombre que emputeció a la Fuerza Armada, hizo del Congreso un chiquero, suprimió el orden constitucional, desconoció su firma y hasta su huella digital con tal de no pagarle una deuda a la madre de sus hijos.Habla de orgullo de sí mismo el sujeto que quiso ser senador japonés para obtener la inmunidad que lo librara del alcance de la ley.Habla de responsabilidad el hombre que llenó 45 maletas de videos, dinero y botines diversos, tomó el avión presidencial y pasó de Brunei a Tokio, donde pidió asilo y desde donde renunció por fax a la presidencia de la República.Habla de amor por la patria el jefe de una banda que saqueó las cuentas del tesoro público por un valor que los más conservadores estiman en dos mil millones de dólares.Habla del veredicto de la historia el sujeto que estaba pescando en Iquitos cuando la policía de la Dincote, sin ninguna ayuda de Montesinos, capturó a Abimael Guzmán, el hombre que huyó del país tras descubrirse cómo es que Montesinos compraba esos congresistas que hoy deben estar frotándose las manos.Qué patético pobre diablo es Fujimori. Se atribuye todos los poderes para las cosas que salieron bien y se pinta como un presidente disminuido, desinformado e irresponsable cuando le mencionan los asesinatos que cometían los criminales a los que él felicitaba, ascendía y amnistiaba.“Yo era comandante de la Fuerza Armada en el sentido en que un entrenador de fútbol comanda al equipo”, dijo ayer destilando la esencia de su legendaria cobardía.O sea que debemos alabarlo por haber “comandado” las fuerzas armadas que derrotaron al senderismo, pero debemos exonerarlo de toda responsabilidad cuando esas mismas fuerzas armadas mataban ancianos, niños y mujeres en las alturas de Ayacucho.Debemos agradecerle el haber sacado al país de la crisis económica en la que nos hundió Alan García –quien hizo tanto para que Fujimori lo sucediera-, pero tenemos que olvidar que con él todos los derechos del trabajador fueron abolidos, todo asomo de equidad fue perseguido, toda corrupción en el proceso de las privatizaciones fue posible.Tenemos que decirle gracias por la paz con Ecuador –Tiwinza incluida, derechos de navegación ecuatorianos en ríos peruanos incluidos- pero no podemos recordarle su repugnante papel en la derrota peruana del Cenepa, cuando nuestros soldados carecían de logística, comunicaciones y, en muchos casos, de rancho y de zapatos.Debemos ser gratos con su régimen porque “refundó el país” (Fujimori dixit), pero tenemos que olvidarnos de que quince de sus ministros o están presos o están con orden de captura por ladrones.Debemos ser fujimoristas por las escuelas que sembró el Fonades, pero no debemos evocar la prensa inmunda que él creó para ensuciar a sus adversarios y, seguramente, “elevar el nivel cultural”.Este demócrata que cerró el Congreso, este honrado que permitió la rapiña más grande de la que se tenga noticia, este ciudadano ejemplar que convirtió a un edecán en fiscal para entrar a robar maletas en la casa de Trinidad Becerra, este hombre decente que tuvo como socio a Montesinos, este estadista al que defienden sujetos como Saravá, este ángel que vivió entre alimañas, este hombre ejemplar que dio un golpe de Estado cuando su esposa, en un rapto de bendita locura, denunció los asaltos de la hermana Rosa y del cuñado Aritomi a la caja de Apenkai, este probo encubridor de Miyagusuku, esta vergüenza que grita lo que lee y juega con la voluntad de olvidar de los peruanos, este señor Fujimori, en suma, sigue siendo exactamente el mismo miserable que la miseria moral adora y hace suyo.El secreto de Fujimori es que ha convertido en socialmente exitosos los peores vicios de la “peruanidad”: la crueldad en el tumulto, el cinismo como método y, sobre todo, la cobardía elevada a la categoría de función vital.El triunfo de Keiko Fujimori, de darse, será el resumen vistoso de la tragicomedia nacional y una prueba de que hay países económicamente pujantes y moralmente inviables.
Escucho a Alberto Fujimori describir su paraíso de opio y compruebo que gente como él sólo puede prosperar en un país que tiene a un 40 por ciento de ciudadanos a los que les da lo mismo –lo dicen reiteradas encuestas- si los rige una democracia o una dictadura.O sea que en el Perú hay un 40 por ciento de ciudadanos que casi aspiran a no ser ciudadanos y que quieren ser, a veces con fervor, vasallos tristes y alegres siervos de la gleba.Detrás del fujimorismo está la capacidad de sumisión y la arrolladora ignorancia que lastiman el alma del Perú.Escucho a Fujimori y me digo que si hubiera géiseres de cinismo sonarían como su voz.Habla de coraje el hombre al que le temblaba la voz cuando se dirigió a buscar refugio en la embajada del Japón la noche del fallido golpe del general Salinas Sedó.Habla de honor el hombre que emputeció a la Fuerza Armada, hizo del Congreso un chiquero, suprimió el orden constitucional, desconoció su firma y hasta su huella digital con tal de no pagarle una deuda a la madre de sus hijos.Habla de orgullo de sí mismo el sujeto que quiso ser senador japonés para obtener la inmunidad que lo librara del alcance de la ley.Habla de responsabilidad el hombre que llenó 45 maletas de videos, dinero y botines diversos, tomó el avión presidencial y pasó de Brunei a Tokio, donde pidió asilo y desde donde renunció por fax a la presidencia de la República.Habla de amor por la patria el jefe de una banda que saqueó las cuentas del tesoro público por un valor que los más conservadores estiman en dos mil millones de dólares.Habla del veredicto de la historia el sujeto que estaba pescando en Iquitos cuando la policía de la Dincote, sin ninguna ayuda de Montesinos, capturó a Abimael Guzmán, el hombre que huyó del país tras descubrirse cómo es que Montesinos compraba esos congresistas que hoy deben estar frotándose las manos.Qué patético pobre diablo es Fujimori. Se atribuye todos los poderes para las cosas que salieron bien y se pinta como un presidente disminuido, desinformado e irresponsable cuando le mencionan los asesinatos que cometían los criminales a los que él felicitaba, ascendía y amnistiaba.“Yo era comandante de la Fuerza Armada en el sentido en que un entrenador de fútbol comanda al equipo”, dijo ayer destilando la esencia de su legendaria cobardía.O sea que debemos alabarlo por haber “comandado” las fuerzas armadas que derrotaron al senderismo, pero debemos exonerarlo de toda responsabilidad cuando esas mismas fuerzas armadas mataban ancianos, niños y mujeres en las alturas de Ayacucho.Debemos agradecerle el haber sacado al país de la crisis económica en la que nos hundió Alan García –quien hizo tanto para que Fujimori lo sucediera-, pero tenemos que olvidar que con él todos los derechos del trabajador fueron abolidos, todo asomo de equidad fue perseguido, toda corrupción en el proceso de las privatizaciones fue posible.Tenemos que decirle gracias por la paz con Ecuador –Tiwinza incluida, derechos de navegación ecuatorianos en ríos peruanos incluidos- pero no podemos recordarle su repugnante papel en la derrota peruana del Cenepa, cuando nuestros soldados carecían de logística, comunicaciones y, en muchos casos, de rancho y de zapatos.Debemos ser gratos con su régimen porque “refundó el país” (Fujimori dixit), pero tenemos que olvidarnos de que quince de sus ministros o están presos o están con orden de captura por ladrones.Debemos ser fujimoristas por las escuelas que sembró el Fonades, pero no debemos evocar la prensa inmunda que él creó para ensuciar a sus adversarios y, seguramente, “elevar el nivel cultural”.Este demócrata que cerró el Congreso, este honrado que permitió la rapiña más grande de la que se tenga noticia, este ciudadano ejemplar que convirtió a un edecán en fiscal para entrar a robar maletas en la casa de Trinidad Becerra, este hombre decente que tuvo como socio a Montesinos, este estadista al que defienden sujetos como Saravá, este ángel que vivió entre alimañas, este hombre ejemplar que dio un golpe de Estado cuando su esposa, en un rapto de bendita locura, denunció los asaltos de la hermana Rosa y del cuñado Aritomi a la caja de Apenkai, este probo encubridor de Miyagusuku, esta vergüenza que grita lo que lee y juega con la voluntad de olvidar de los peruanos, este señor Fujimori, en suma, sigue siendo exactamente el mismo miserable que la miseria moral adora y hace suyo.El secreto de Fujimori es que ha convertido en socialmente exitosos los peores vicios de la “peruanidad”: la crueldad en el tumulto, el cinismo como método y, sobre todo, la cobardía elevada a la categoría de función vital.El triunfo de Keiko Fujimori, de darse, será el resumen vistoso de la tragicomedia nacional y una prueba de que hay países económicamente pujantes y moralmente inviables.
¿Qué esperaban? ¿una confesión de semejante rata, ojos de puñalada en cuero?
Hay que decir que el mundo nos observa y que si los obvios, vistos y recontramanyados arreglos entre el panzón que tenemos por presidente y los misaerables miembros de la mafia yakuza (andina y afro-latina-caribeña-americana) interfieren con la ejemplar sentencia que tiene que recibir este miserable asesino, vamos a salir a las calles, no a lavar banderas como viejitas pelotudas sino a desmanchar a patadas a este gobierno que se cae de color maduro corrupto. Fujimori es culpable aqui y en El Congo.
¿Vieron al moustro de Saravá y a la vieja Dark Vader del linguismo? Esa es la imagen que representa un movimiento de podridos morales que nos quieren vender a la caricatura de South Park,Keiko (complice innegable de su papi) como la nueva lideresa en las encuestas para la presidencia del 2011.
Mienten: Keiko está en 7.5 a nivel nacional, y todos sabemos que Joselin en Perú21 sólo busca mantener los mismos bussines de siempre para el futuro. ¿Cúantos negocios hizo Graña y Montero con el gobierno delincuencial del chino? ¿Cúantas licitaciones obtuvo en ese río revuelto que fueron los freakies años noventa de Alberto y Vladimiro? . Por eso tanto nerviosismo en la billetera.
Ojo con los intereses entre la minería, el fujimontesinismo y el gobierno del Apra. Atención con lo que se esta jugando la bufalería si se condena a sus socios. Guarda que nos agarren con el pantalón abajo en la evidente apelación que moverá la defensa del caco nipón. Al final lo que vamos a determinar con esta sentencia es nuestro futuro moral como país y como nación.
Ustedes deciden. ¿O, uno es como es y no hay mas de lo que ves?.
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