La Ley del Embudo
por César Hildebrandt (*)
Cuando los faraones gobernaban, ya hacía miles de años que se había inventado la Ley del Embudo.Inspiración de origen divino gracias a la cual las masas creyeron que su destino era ser azotadas mientras construían lo que los arqueólogos desenterrarían después, la Ley del Embudo procreó la monarquía, la hechicería profética (antecedente de todas las iglesias) y la noción, también de origen celestial, de que los ricos podían no pasar por el ojo de una aguja pero sí por la puerta grande del poder terrenal (que eso era lo que en realidad les importaba).La Ley del Embudo se ha venido aplicando desde que el primer cavernícola más listo que los demás hizo creer al resto del gentío que él podía arreglar la venida de las lluvias, cuando lo que había descubierto, en realidad, era la cadencia de las dos estaciones más diferenciadas. Por eso es que se creyó, al principio, que la Ley del Embudo era un mero producto de las desigualdades impuestas por la inteligencia.Ese predominio de lo neuronal acabó muy pronto, cuando un grupo de cavernícolas musculosos, harto de los privilegios que se había ganado, mató al presunto llamador de las lluvias, a sus hijos, a sus mujeres y hasta al improbable tilacino que podía ser su mascota. Ese golpe de garrote –el primer golpe de Estado si se quiere- fundó la verdadera Ley del Embudo, que no es otra cosa que el ejercicio de la fuerza con el consentimiento de todos los forzados.Sea que se trate de las monarquías hidráulicas –los egipcios, los aztecas, los incas por citar algunos ejemplos-, del converso Constantino o de los sabios etruscos, la historia de la humanidad es la sedimentación de dos cosas: montañas de cadáveres y autoridades ilegítimas. O sea, montañas de cadáveres producidos en guerras producidas por las autoridades ilegítimas. Demás está decir que tanto los cadáveres como las autoridades nacieron de la Ley del Embudo.¿Fue la democracia ateniense –un periodo de siglo y medio- un paréntesis en la hegemonía absoluta de la Ley del Embudo? Algunos dicen que sí, aunque sería bueno recordar que en esas ciudades que Pericles hizo brillar los esclavos no dejaron de serlo, con lo que la democracia ateniense mucho le debió también a la Ley del Embudo.Al Perú la Ley del Embudo le llegó relativamente tarde (como casi todo lo que importamos). Archipiélago de culturas que parecieron desconocerse, lo que hoy llamamos Perú requirió de la Ley del Embudo sólo cuando los Incas unificaron lo disperso, conquistaron lo que no era suyo y sujetaron con mano de hierro el poder que dizque les venía del sol.Y cuando los adoradores del sol fueron exterminados por los adoradores del oro, una Ley del Embudo de carácter agrícola y más o menos redistributiva fue reemplazada por la Ley del Embudo que venía de los tartesios, pasaba por los visigodos y había llegado a la adultez en la batalla de Toro (1476), cuando Castilla y Aragón se unieron derrotando a las fuerzas proportuguesas.La Ley del Embudo que primó en la Colonia pudo atenuarse con el nacimiento de la República, inspirada en la revolución francesa gracias al aporte de Bolívar. Pero, como hemos visto, se acentuó a niveles excepcionales y alcanzó su cumbre con la llamada “república aristocrática”, más tarde sustituida –y para siempre- por la gavilla plutocrática que nunca –con excepción de Billinghurst y Velasco- dejó de gobernarnos.Hoy la Ley del Embudo es más indiscutible que las que descubrieron Einstein y los físicos cuánticos que derribaron la mitad del busto de Newton. Es tan indiscutible que cuando el Estado de Bush tiene que acudir con billones de dólares de fondos públicos a salvar a la banca tramposa manejada por el gansgtercapitalismo, la gavilla plutocrática nativa dice “¡bravo!, ¡así se hace, machos!” Pero cuando la valerosa Cristina Kirchner, a quien le sobra el huevo que le falta a García, socorre con unos cuantos miles de millones a los pensionistas estafados por las AFP tramposas gestionadas por el gansgtercapitalismo, la gavilla plutocrática nativa grita: “¡Ladrona! ¡Arpía! ¡Puta peronista! ¡Evita! ¡Mala!”Es la Ley del Embudo en toda su magnificencia.
(*) Diario La Primera
Aunque el matrimonio K no es precisamente el ejemplo de la confiabilidad nos resulta claro y entendible que las fámulas de los poderosos hayan salido a gritar (con esas voces de corneta de heladeros) en contra de esta medida que se cae de madura (así insistan hasta la afonía en pedir mayor liquidez para asegurar sus cuentas)
Una muestra más de la doble (o triple moral) del sistema financiero peruano.Difícil que se escapen. Difícil también el vómito negro.
Una muestra más de la doble (o triple moral) del sistema financiero peruano.Difícil que se escapen. Difícil también el vómito negro.
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