lunes, 13 de octubre de 2008

FUMANDOSE AL PREMIER







¿Qué melodía nos tocará Yehude?
por Jorge Bruce (*)



Escribo estas líneas escuchando un concierto de violín tocado por Menuhin, uno de los mayores intérpretes del siglo XX. Nombre de pila del violinista: Yehudi. Ignoro si el nombre del flamante primer ministro peruano se inspira en el del músico ruso, pero es indudable que va a necesitar la misma habilidad diabólica para enfrentar el desafío que ha aceptado. La singularidad excepcional de su trayectoria parece constituir un indicador auspicioso: pasar de la cárcel, donde estuvo sentenciado por apología del terrorismo –pero por los jueces sin rostro de Fujimori–, a presidente del Gobierno Regional de Lambayeque y representante de la Asamblea Regional y, hoy, premier de un gobierno de derecha, no es algo que se vea con frecuencia. Por otra parte, sus orígenes palestinos e italianos, junto a su arraigo chiclayano, hacen del personaje un todo terreno en los planos más diversos. Si a eso se añade una gestión interesante en Lambayeque, donde goza de un reconocimiento considerable tanto en el plano económico como en el de la lucha anticorrupción (lo prueban las encuestas de Proética), es obvio que el presidente García ha demostrado que, a pesar de su desconexión con las mayorías, no ha perdido la totalidad de sus reflejos políticos. Porque el nombramiento de un personaje tan ajeno a la línea gubernamental prevaleciente es una jugada audaz y sintónica con el ánimo de los peruanos de a pie, aunque de pronóstico incierto. Estas escisiones se vislumbran desde las primeras declaraciones de Simon. Ha ofrecido reconciliar a Haya de La Torre con José Carlos Mariátegui. Pero al mismo tiempo ha anunciado la permanencia del ministro Valdivieso en Economía, quien no es precisamente un seguidor de los intelectuales citados. Luego ha exigido la salida de los dos ministros más repudiados por la opinión pública, los apristas Alva Castro y Garrido Lecca, cuyas gestiones empañan a tal grado el desempeño del gabinete saliente, que resulta injusta la amalgama con quienes dieron lo mejor de sí para realizar una tarea ardua y mal remunerada para ese nivel de responsabilidad, sin jamás caer en la bajeza de ofender a sus críticos o a quienes menos tienen. Por otro lado, la insistencia presidencial en mantenerlos en sus cargos durante tanto tiempo requiere explicaciones ajenas a la política, más bien del orden de la psicopatología o de alguna dimensión más siniestra. Así como en la primera entrevista psicoanalítica se presiente lo que vendrá en el tratamiento, se advierte que la melodía que interpretará el nuevo primer ministro no será armónica y fácil de escuchar. Más probable es que resulte disonante y exigente para el oído.Por lo que se puede entrever de su trayectoria, es una personalidad con una resiliencia considerable; ocho años en la cárcel no parecen haberlo estropeado, pese a lo que dice el Guasón en el último filme de Batman: “lo que no te mata, te hace más raro”. Por el contrario, ha desarrollado una capacidad de adaptación y una versatilidad fuera de lo común. Eso sí, le ha tocado una época de dificultad y dureza mayúsculas.Tendrá que lidiar con la bancada aprista, cuyo comportamiento sinuoso no ha levantado –perdonen el eufemismo– la deplorable imagen del Congreso. La economía internacional colapsa y la situación nacional está en un compás de espera de alta tensión. Por si fuera poco, Alan García no es alguien previsible ni confiable, como sabe del Castillo. Toque bien, Yehude, pero cuando se emocione, no cierre los ojos.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21.
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