miércoles, 15 de octubre de 2008

TODO POR EL BILLETE


Mario Vargas Llosa está “desgarrado”
por Guillermo Giacosa (*)


MVLL confiesa estar “desgarrado”. La realidad lo ha traicionado. No obstante su desgarro, sigue jugando a favor del equipo que tantas ilusiones le mereció, y todo indica que la suma de barbaridades cometidas por su propia gente no le quita el ánimo para seguir atacando a quienes, desde la vereda de enfrente, intentan una opción diferente. En medio de la debacle financiera, MVLL se preocupa por la conducción que Evo Morales ha impreso a su mandato y profetiza, con muchas posibilidades de equivocarse, como es casi su constante en política y economía, que el presidente boliviano conduce su país al desastre. Utilizar el adjetivo desastre en esta oportunidad, donde los males de Bolivia quedan empequeñecidos ante la catástrofe financiera que se inició en EE.UU., es tan inoportuno como injustificable. Un mínimo de decoro debería llamarlo a silencio. El escritor cree que la actual crisis mundial “nos arruinará a todos”. “Todos” es solo un poco más que casi todos, que es la parte de la población que fue afectada por el neoliberalismo que tanto lo deslumbró y que condujo a este oscuro callejón por el que transitaremos más tiempo del que anuncian algunos optimistas. El “desgarro” del notable novelista se debe, según él, a la colisión entre sus principios y la realidad. “Un liberal –expresó– jamás debería aceptar que los pobres contribuyentes salvaran a las empresas codiciosas que han acabado en la ruina”, y admitió que “esta crisis también debe llevarnos a revisar la idea de que a menor Estado, mejor funcionamiento de la sociedad”.¿Hacia falta esto, que ha sido pronosticado en todas las lenguas, para que MVLL tomara conciencia del destino hacia el cual enrumbaba su concepción del Estado? ¿Sabrá el escritor que, además de la debacle de Wall Street y de sus socios europeos, el planeta se halla en estado de emergencia por la descomposición del medio ambiente? ¿O tendrá que secarse un océano para que sus principios y la realidad entren en una nueva colisión? ¿Sabrá que este sistema que tanto lo ilusionaba es, en gran parte, responsable del drama medioambiental, pues ha depredado la naturaleza más allá de la capacidad de esta para recomponerse? ¿Sabrá que ese drama es mucho mayor, a la larga, que la quiebra de algunos bancos manejados por delirantes y por delincuentes? ¿Sabrá que la guerra absurda contra Irak, que primero criticó y luego aceptó, ha contribuido a la bancarrota del sistema financiero? Respetamos el “desgarro” del novelista, pero no podemos menos que reflexionar sobre la tozudez, la ceguera y el entusiasmo con el que se enrola en cada corriente del pensamiento que lo apasiona y el arrebato que le imprime a su difusión, sin reflexionar sobre los potenciales desaciertos que está contribuyendo a poner en marcha. Su capacidad para presentar el futuro con la misma fascinación con la que nos envuelve en sus obras de ficción contribuyó grandemente a que muchos se adhirieran al nuevo credo y confiaran que esa era la verdad absoluta que, finalmente, encarrilaría la sociedad.

Hace mucho tiempo que la opinión de Mario Vargas Llosa dejó de tener peso político. Desde que le encontró un gusto especial al dinero.
Insistir con tanta terquedad en su pensamiento liberal termino por trasnocharlo remitiéndolo a la larga lista de los intelectuales anacrónicos. Por desgracia hasta su obra literaria escapó de las cumbres literarias de sus primeros escritos.
Quizás pueda haber una relación directa y proporcional entre convertirse en un cínico testarudo y la consiguiente merma del talento. O simplemente sea el terrible pago por vender tanto sebo de culebra.
El dinero
por Fernando Maestre (*)
Pobre Perú, una vez más sacudido por el estruendo de la corrupción, donde la danza de los millones hace babear de placer a los que siguen hinchando sus bolsillos en un incesante jolgorio. Pero lo que más nos deja perplejos es que aquellos que siguen aferrados a la desesperación de tener más y más dólares son personas que ya desde hace años tienen bastante. Ellos suelen ser algo mayores y tienen bienes y propiedades desde años atrás, lo que indica que hace tiempo dejaron de ser pobres. Entonces nos preguntamos ¿para qué quieren seguir ganando dinero? Y, en esta ocasión, dinero sucio.La pregunta es imposible de responder puesto que, ya teniendo buenos medios de vida, ¿qué necesidad tenían de jugarse el cuello de esa manera? Para qué quieren seguir amasando más dinero al extremo de elevar la codicia al precio de perder sus nombres, sus honras, sus libertades, su familia, simplemente por sumar algunos dígitos a su –ya gorda– cuenta de ahorros.Esta voracidad por seguir acumulando tiene el mismo origen que las pasiones adictivas que llevan a los seres humanos a las drogas, al alcohol, a la bulimia y la anorexia. Son tendencias ingobernables que, al no tener freno, conducen al voraz engullidor de dólares, acercándose a su propia destrucción. Son enfermos de corrupción, sus voces al teléfono suenan totalmente deshumanizadas, sin poder entrar en contacto con los mínimos sentimientos que a cualquier peruano le suscita pensar en la pobreza de nuestros paisanos y el hambre en la que viven. El escuchar con desparpajo que se repartían los miles de dólares me hacía recordar prácticas psiquiátricas con esquizofrénicos no tratados.Esta cruel experiencia que nos han hecho vivir a los que escuchamos la cinta me afirma que el poder y el ansia del dinero pueden hacer perder a la persona no solo el principio de realidad sino los sentimientos que envuelven sus valores. No creo equivocarme, pero llega siempre un momento en que la excitación por romper las leyes sociales puede llevar a las personas a dar pasos en falso (como hablar por teléfono de negocios que los comprometían), olvidando que son vulnerables o que cualquiera puede ser chuponeado. No se cuidaron, se sintieron indestructibles, omnipotentes y dueños de sus voraces goces.Lo peor de todo es que la corrupción a estos niveles sale de la configuración de ser un delito más. También tiene que ser considerado como una patología social. Tengo la seguridad de que ahora, mientras están escondidos, o entre rejas, el dolor que tienen se combina con el placer morboso de haberse sentido que fueron superhombres, narcisos, poderosos e inmortales.

Buen artículo del Dr. Maestre que debería ir mas lejos y profundizar más sobre la relación suicida de la humanidad y el dinero. Revísenlo.
(*) Del diario Perú21

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