EL SHOW DE LA POBREZA
(¿Y dónde está el estado?)
por JOAQUÍN PÁEZ
Siempre hemos creido que la palabra caridad no debería figurar en el diccionario, ya que su existencia se debe a que el sistema -que ha creado tan torpemente el hombre- funciona inadecuada y paradójicamente, por lo tanto sólo subsistirá en la medida de reiterar sus propios errores.
La caridad sólo es posible mientras se permita la miseria. Quienes viven tratando de solucionar las consecuencias de la misma y no la miseria en si, viven atados a crear y recrear el mismo fenómeno, permanentemente, como enlazados en un inexorable círculo vicioso que permite el estado de inconciencia en que ahora vivimos.
Esto no quiere decir que no reconozcamos la ayuda que se brinda a los necesitados. Así este socorro momentáneo tenga los visos de una obvia manipulación (por partida doble) de las emociones. Sin embargo hay que ser claro para explicar que se dan casos tan estrambóticos que merecen la mención obligada de esta columna.
Porque no es posible que un programa de televisión (con la pequeña infraestructura que maneja) en base a buena voluntad desempeñe el rol que le corresponde al estado cumplir (porque así lo ordenan las leyes) que contando con la logística, y todo lo necesario para llevar a cabo esta función, luzca siempre entre perdido y ausente a los urgentes requerimientos de un pueblo maltratado por una inclemente naturaleza que practicamente lo aniquila.
Porque si el Programa Enemigos Intimos llegó con zapatos, ropa de abrigo, medicinas y víveres hasta varias comunidades en Puno (en algunas localidades y pese a la temperatura que estaba casi a -10° bajo cero los pobladores estaban descalzos) el estado peruano y su incapaz gobierno podrían haber llegado a esos lugares hace bastante rato y haber atendido a ese pueblo olvidado y pobrísimo que vive en la sierra sur y en donde las encuestas contra la presente administración son tan claras que quizás expliquen la poca o nula voluntad del Sr García y su gabinete frente al estado de indigencia en que se sobrevive en esas regiones.
¿Y dónde está el estado? ¿preparando salvatajes para las ganancias de los banqueros? ¿regalándoles las riquezas de la selva? ¿cerrando los ojos frente a las estafas?
De seguro para fin de año haremos una Teletón para solucionar la pobreza del país porque estamos viviendo en vivo y en directo el espectáculo de la necesidad cotidiana. Aquel que sacude la desgracia y las emociones ajenas para que usted se sienta culpable de vivir (aunque sea en la mas discreta modestia) cuando el hambre acecha en las inmediaciones de su existencia.
Hacer el show de la pobreza es muy útil para que se pueda digerir sin problemas ese
extraño conformismo que vendía Julio César Uribe el sabado pasado cuando participaba en el segmento de Vidas Extremas junto a una familia tan pobre que hacian ladrillos de tierra y aserrín todos los días para ganar quince soles diarios y poder comer un poco de quaker y sopa en condiciones de vida paupérrimas (dormir toda la familia en la misma cama, muertes prematuras de otros hijos, imposibilidad de ir al colegio, limitaciones absolutas para cuidar su salud) y que repitió, con esa sabiduría tan futbolística que lo condena: "y nosotros nos quejamos de todo, hay que quejarse menos que mucha gente esta peor que nosotros"
Porque la mejor interpretación es la que nos es común a todos, la mas simple, la que logró decodificar el Diamante.
La que dice que culpables somos todos, ya sea por omisión o por acción y que por lo tanto no debemos decir ni media palabra.
Y aunque esto fuera cierto, que es lo que el show de la pobreza le trata de meter en el pensamiento, como quien no quiere la cosa, es una torpe manipulación de aquellos que quieren seguir cargándose el país en peso, pero esta vez sin que les digamos nada. Porque ya no se trata de que se lleven todo tan evidentemente, sino de que nosotros vivamos el dolor de lo que sufren los demás por la ambición de unos cuantos miserables que llegaron al poder a saquear al país y a mantener las prebendas de sus socios, los tagarotes aviesos de siempre, que juegan con fuego mientras el Perú cada vez mas pobre se incendia, desde la curva del diablo en Bagua hasta las orillas del lago mas alto del mundo en Puno, en donde parecieran querer salir de esas aguas heladas, o de esa selva realmente agreste y salvaje, las sentencias inapelables de la Historia que tardan pero llegan y que cuando llegan, zanjan.
Porque los tiempos que se acercan no permitirán la repetición de estos tristes espectáculos.
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