viernes, 13 de marzo de 2009

REMATE DE RIPLEY (CAE UNO GRANDECITO)









No se confundan. No se trata de un remate de características tan singulares que sea digno de una clasificación especial en el libro de las cosas extrañas o del programa televisivo de los personajes bizarros y raros. Quizás el negocito de marras establezca un record excesivo. Pero nada más.
Esta venta -que sigue a una buena cantidad de hechos concatenados en una especie de orden natural- empezó hace unos meses con las clásicas y escondidas reducciones del personal, primero fueron los practicantes, luego las victimas de siempre contabilizados en planillas como empleados pesimamente tratados, muy mal pagados y normalmente puestos de patitas en la calle sin la correspondiente liquidación de beneficios. (Lo que resulta casi típico en este país).
Luego los precios, carísimos, con intereses de usura y una clientela que se fue haciendo mas reacia a soportar tan descarado latrocinio. Ya venían bajando las ventas. Pero los dioses ciegan a quienes quieren perder.
El mercado mundial se contraía y los dueños tenían dinero metido en varias financieras norteamericanas como las de Madoff. Y entonces se perdió mucho circulante.
Con las ventas en picada, los clientes buscando otras opciones, los trabajadores hartos y el tío Bernie llevándose la plata se escuchó una voz agónica: vendan, vendan, aunque sea a los mejicanos.
Entonces Ripley se constituirá en el futuro negocio que se vende y no se vende (como hicieron mas de un año con Wong para que el cambio sea menos doloroso)
en la desesperación por recuperar el dinero de una cartera pesada insalvable. Luego vendrán los despidos masivos que se traducen en crisis social inmediata y lastimera. En inversión muerta. En recesión.
Estos son los empresarios del sur, los inversionistas chilenos que nos traerá este nuevo TLC (que arranca con uno de sus grandes almacenes practicamente quebrado)
Ojo con lo que le cobran en sus recibos: van a querer levantarse con todo aunque sea como despedida para tan triste final.
Y pensar que nosotros nunca deseamos ser de sus seleccionados clientes. Chuzcos.
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