domingo, 18 de noviembre de 2007

EL PASADO EN EL PRESENTE





Que Pisco quede como está por César Hildebrandt (*)
Propongo que Pisco se quede como está. Que Chincha, como está. Que las zonas afectadas de Cañete o Ica, como estén. Sería un homenaje de la patria a sí misma, un testimonio agradecido de la fatalidad a la ruina entendida como goce y como destino, un monumento que la desgracia modeló y el hombre mantuvo casi con acatamiento.Al fin y al cabo, en este país las mayores ruinas son contemporáneas: el centro de Lima, por ejemplo, es el Machupicchu dedicado al orín; el Parque de la Exposición es el Chan Chan de la huachafería castañédica; la avenida La Marina es como Las Vegas después de la segunda guerra nuclear.Para no hablar del Teatro Municipal, que está hace años más quemado que Fujimori y que, gracias a Castañeda –uno de los analfabetos de mayor éxito en la política peruana–, continúa allí, intacto y chamuscado, oliendo a parrilla de mezzosoprano y a chinchulín de ballet ruso.Como Castañeda es analfabeto funcional pero de los rabiosos, ha dejado el Teatro Municipal no sólo como una ruina a la brasa sino como una lección y advertencia: así terminan los templos donde Ionesco o García Lorca hacen de las suyas; aquí empiezan las escaleritas que me llevarán al poder y allá están las clínicas de emergencia que me construyen la imagen y más allá la banda del SAT, que lo que más toca es el muy viejo ritmo del bolsillo, y más acá las fuentes de donde sale el agua para mi molino.Castañeda es él mismo la ruina andante de la política peruana y habría que hacer un tren que nos llevara a él, previo pago de peaje y de boleto, para visitar sus vericuetos de fujimorista del Seguro Social, de antifujimorista ad hoc para el 2000, de fujimorista de retorno cuatro años después y de aprista militante en estos días: doscientos millones de escamas para un solo camaleón verdadero. Castañeda no es el alcalde de Lima: es una atracción turística que ningún FOPTUR ha reconocido como se debiera.¿Y qué es el Parque de la Exposición sino lo que queda después de la sinvergüenzada y la encerrona?¿Y la vía expresa de Kouri, no es el santuario de la cochinada? A mí me encantan las ruinas de Miraflores: sus edificios ideados por arpías, sus baches tan profundos como el abismo social de Basadre, sus casinos decorados por coqueros. No sé por qué no elegimos a Miraflores como una de nuestras maravillas arqueológicas. Cuando, en el futuro, los estudiosos excaven y encuentren Miraflores podrán darse una idea de lo que fue esta cultura Mocha que vivimos, esta cultura Hinca que construimos, esta cultura altipánica que respiramos, esta grandiosidad Chavín de Aguantar que produjimos. Nada, sin embargo, como los restos de Barranco. El Barranco un tanto violentado de los sábados por la noche debería ser obligatorio para los paleontólogos (aunque ya lo es para los antropólogos forenses).De modo que en este país con vocación de ruina y taxi sin airear, de ruina y Castañeda sin hablar, ¿por qué no dejar Pisco como está? ¿No sería un acto de devoción al poderío del Señor de los Temblores? ¿No sería la última estación procesional de un nuevo culto?Por lo menos así nos ahorraríamos al señor Favre y sus autoacusaciones y al señor Garrido Lecca y su ópera de dos centavos y a los alcaldes de la región hablando en RPP como si nada hubiese pasado y a los locutores de RPP pidiendo más dosis de paciencia a los que viven entre escombros desde el 15 de agosto por la tarde.Que Pisco quede como está. Y que cambie de nombre con el tiempo: Ciudad Favre, Garridogrado, Búfalo Valley, habría que ver.Posdata.- Para ser precisos y no con el ánimo de polemizar: conocí a Adolph en una columna de Sofocleto, cuando el grande libelista lo llamaba “mugrecita Adolph”, verdadero insulto. En cuanto a los chismes malignos, chismes que sólo pueden provenir de quienes nos halagan con su odio, que Pepe recuerde lo que tan injustamente siempre dijeron de él y lo que muchos lectores sospecharon, sólo por maledicencia, de un narcomatrimonio vestido de Armani y difundido en tres páginas de “Ellos y Ellas”. A no ser que Pepe, como en otros tiempos, escriba por encargo. Y ojalá que una de nuestras “frases estúpidas” de “Liberación” (“Enrique Zileri quiere tanto a sus hijos que a uno le ha puesto marco”) no esté flotando por allí como llamado a la vendetta. En todo caso, lo diré con todas sus letras: qué pena que “Caretas” haya terminado como “Dinastía”. Saludos, Jaime Bedoya. Tu columna, va.


(*) Aparecido en su columna del diario La Primera.

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