sábado, 24 de noviembre de 2007

ESQUELETOS EN EL ARMARIO por Hugo Del Portal







La verdad de las mentiras (*)
Hace muchos años atrás -quizás unos treintados pirulos- saliendo del colegio, una tarde me tocó presenciar un espectáculo nunca antes visto (al menos por mi). En el restaurante de la esquina, (algo así como una cebichería) había cierto alboroto, dos ebrios sacaban una mesa al jardin de la calle y la instalaban sobre el pastito para aprovechar el sol primaveral. Un tercer beodo se sentó con ellos. El tipo estaba realmente borracho. Levantó un vaso de cerveza y se lo empujó seco y volteado. Uno de los etílicos comenzó a llamar a los escolares para ofrecerles un autógrafo del ídolo libante. Era Roberto Challe Olarte. Creo que por esos tiempos jugaba en el Defensor Lima (ya hacía años que lo habían despededido de la U por sus constantes indisciplinas) y el recuerdo de aquel tremendo jugador, de ese muchacho terrible que enloqueció a los argentinos con el cuajo varonil de su juego, alla por el año sesenta y nueve en la antigua Bombonera, contrastaba de manera dolorosa con ese sujeto inconciente, atrapado en los vericuetos de sus propias debilidades y vicios. Aún en este momento, al escribir esto y rememorar el momento, me invade la misma vieja tristeza de aquello que se perdió en el vuelo, de lo que un destino irónico nos terminó quitando de las manos. Alguien que pudo ser una vida mejor. Años mas tarde cuando laboraba con mi buen amigo Javier Carvallo en la cafetería del Teatro Segura (en la que eramos los concesionarios de la temporada teatral) salimos al finalizar la chamba y nos encontramos en la medianoche de Lima sin cigarros. Nos fuimos caminando por la Colmena en busca de algún sucucho abierto que nos proporcionara unos cuantos cigarrillos y llegamos a una pollería a unos pasos de la Plaza San Martin. Mientras aguardabamos que una japonesa desganada nos atendiera pude divisar al Diablo Eddy Carazas con una dama de pantalón al cuete departiendo en un apartado. Al día siguiente, a las tres y media de la tarde se jugaba una versión más del clásico del fútbol peruano y Eddy era puntal del equipo crema. Me acerqué discretamente a su mesa. Recuerdo que observé un reloj de inca kola y eran cerca de las dos de la madrugada. No voy a negar que el zambo se palteó cuando le estiré la mano y lo saludé. -¿mañana ganamos diablito?- le dijé sonriendo mientras el "malabarista" (1*) me estrechó la mano nerviosamente. -goleamos maestro, goleamos- me respondió. Sobre el mantel : un par de platos con restos de huesos de pollo a la brasa y varias botellas personales de Bremen. Al día siguiente, no sólo no ganamos, perdimos mal, y el Señor Carazas jugó para el culo, ahogándose en la mala noche que ahora llaman "gastritis" o "insolación sudamericana" . Nunca he esperado que los peloteros sean abstemios, o santos, o virtuosos. Es más, me parece muy humano (y muy subdesarrollado) que necesiten su carro ficho, sus mp3 salseros y su vedette que los exprima con el amor que sólo el profesionalismo puede dar. Es su mundo y no se puede esperar mucho de ciertos niveles culturales. Alguna vez yo también preferí la juerga antes que prepararme para rendir un buen exámen. Y aqui me tienen. Pero yo -gracias a Dios- no le metó al mano al bolsillo del pueblo peruano para llevarme ocho (¿o seis mil dolares?, ¡decídanse con la cutra por favor!) para pagarme los martinis en los locales snobs de Miraflores. No tengo nada contra Paolo Guerrero (quien además de pundonor, no ofrece mucho técnicamente, amén de cierta mariconada en el vestir) pero por razones de trabajo he visto amanecer su porsche en el sótano del racista Café del Mar. Es más, he visto al Coyote Rivera (su pariente) recoger el auto a la mañana siguiente. Ese bonito y carísimo carro al que con presionarle un botón se le polarizan las lunas. No nos engañemos, ni hagamos de esta cotidaneidad un círculo de alcahuetería. Aquí los jugadores que juegan en el extranjero vienen en un gracioso plan sabático de eliminatorias inútiles, a vacacionar. Y encima hay que pagarles para que se muestren en su mediocridad y logren algún último contrato con esos agentes y promotores bellacos, íntimos del Chemo y de esa manga de dirigentes (de dobleteros ingresos públicos) como Juvenal Silva que hace una lista de media docena de maletas que juegan en el Upa, Upa Upapa, para ver donde los coloca, aunque sea en la liga de Iraq. Todo este tema cincuenta mil veces repetido resulta más aburrido que diálogo de película porno y tal es el nivel de cinísmo que se maneja en estos asuntos que la Sra Medina -teniendo al serenazgo de los distritos de Lima trabajando para ella al destajo a ver si pescan a uno de estos incautos deportistas- al mas puro estilo de Montesinos, ha resultado la censora moral de este país. Entonces, si que estamos jodidos, fregados de espíritu, reventados mentalmente entre tantos desfases de la realidad y la ficción.Y todo porque nos hemos creído las mentiras que armamos para sobrevivir las carencias, porque jugamos este juego peligroso de falsearnos a diario, de ver en el espejo, no distinguir absolutamente nada y decir que hemos percibido de todo, en pocas palabras porque para pasar las malas epocas adquirimos vicios, luego pasaron los tiempos tormentosos y los vicios se quedaron siempre, impidiendo que lleguen mejores días (2*) La pelea sigue. Es hora de incorporarnos del golpe que nos tiró a la lona y seguir en la brega, simplemente se trata de vencer ciertos miedos escondidos adentro. Una ducha de verdad, con agua robusta y calatita nos haría muy bien. ¿ O desea Usted seguir amancebado con la mentira? . Su decisión.
(*) Título tomado prestado del diestro escritor peruano Mario Vargas LLosa (tan diestro ultimamente que llega a ser siniestro)
(1*) Eddy Carazas logró jugar en el Belgrano argentino en donde lo apodaban el malabarista . Sus ultimos quecos como malabarista los hizo en la segunda división del Perú.
(2*) De la novela Los geniecillos dominicales . Teoría de Segismundo expuesta mientras devora media docena de empanadas rociadas con varios vasos de pisco



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