Una mente brillante por César Hildebrandt (*)
El premio Nobel de Economía John Forbes Nash, quien tuvo y tiene que luchar contra la esquizofrenia siempre al acecho, acaba de mostrar su aplastante cordura política interviniendo en el proceso electoral norteamericano.Nash, que inspiró la película “Una mente brillante”, dijo ayer en Madrid que tanto Barak Obama como Hillary Clinton deberían recordar que el verdadero adversario se llama John McCain y que “el dilema del prisionero” está listo para quien quiera recordarlo y sacar de él las lecciones correspondientes.El llamado “dilema del prisionero” es un esquema de conflicto que ha sido materia de muchos análisis en la teoría de los juegos no cooperativos, la especialidad de Nash y de quienes compartieron con él el Nobel de Economía de 1994: John Harsanyi y Reinhert Selten.En el famoso dilema, dos incorregibles que andan juntos son puestos en celdas separadas, sin posibilidad de comunicarse. Han sido acusados por tenencia ilícita de armas, lo que supone dos años de cárcel, pero el fiscal está seguro de que ambos han perpetrado el robo de un banco. Como la autoridad no tiene pruebas para lo del robo, delito que se castiga con diez años de prisión, va donde los detenidos y les promete a cada uno de ellos que reducirá su condena en 50 por ciento si testimonian en contra del otro respecto del delito mayor (el robo del banco).El dilema parece fácil: si ambos no se traicionan, estarán dos años en la cárcel. Si la traición tienta a uno de ellos, el traidor estará sólo doce meses en prisión pero su compañero podría estar una década. Pero el hecho de que ninguno de los dos conozca qué ha decidido el otro convierte a la traición en una opción frecuente, a pesar de que su resultado es notoriamente peor que el que hubieran logrado manteniéndose leales. Con lo que Nash llega al llamado “punto de equilibrio”: ambos se traicionan y van sendos tres años a la cárcel, un año más que si se hubiesen mantenido como dúo. Sobre este modelo, que es en realidad matemático y no lógico, pueden trazarse muchas variaciones, con estrategias reactivas o sin ellas, y lo que acabo de hacer es una grosera simplificación de aficionado con pocas luces. Pero es evidente lo que Nash ha querido decirles a Obama y Clinton: sigan así y el “fiscal” McCain se saldrá con la suya.El matemático, que contribuyó a la aplicación de la Teoría de Juegos a la guerra fría desde la ultraconservadora Corporación Rand, ha llegado más lejos todavía y ha propuesto que Obama y Clinton junten sus figuras en una sola fórmula, de modo que la vicepresidencia norteamericana “esté asegurada en cuanto a su idoneidad”.La verdad es que cuando uno escucha a los candidatos demócratas decir lo mismo con distintas inflexiones y afirmar cosas semejantes con ademanes de otro color, existe la impresión de que este es un ardoroso debate entre una Coca Cola en lata y una Coca Cola en vidrio reciclable. O sea, el dilema del prisionero encarnado del modo más vivaz. Y es bueno que un hombre como Nash haya echado un chorro de sentido común al avispero inexplicable del partido que Franklin Roosevelt llevó a la gloria y Bill Clinton condujo, puro en mano, a la promiscuidad con lo peor de los republicanos.
(*) Aparecido en su columna del diario La Primera
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