La última de García por César Lévano (*)
El presidente de la República tuvo el viernes una idea genial. "Los funcionarios públicos no pueden exigir ocho horas de labor", sentenció. "Deben trabajar 16 horas o mucho más".Para redondear la propuesta, debería exigirse que dichos funcionarios, incluido el presidente, se dediquen durante las 16 o 18 horas a trabajar, no a pronunciar discursos. Nada de cháchara infecunda.Algo más, se debería atender a estos empleados con desayuno, almuerzo y cena, así como tazas de café bien cargado a fin de que no se queden dormidos.Igualmente, sería recomendable colocar en cada oficina un médico tisiólgo, con el objeto de atender a quienes se vuelvan tuberculosos.No sé por qué, las palabras del primer funcionario de la República me hacen recordar algo que hace casi cuatro siglos escribió Pascal: "Decir disparates por azar y por debilidad, es un mal ordinario; pero decirlos adrede, eso sí que es insoportable".¿Pero qué se puede esperar de un presidente, que al final del 2007, aseguró que en 2008 estaremos económicamente a la altura de las grandes potencias?No nos ganan, con un pre-sidente como el actual. Por lo menos en floro y boquilla, como proclama un palomilla.Perdonemos al hombre que preside Palacio. Resulta calumnioso afirmar que es un estadista o político. Así lo entendió Mario Vargas Llosa cuando, el 12 de marzo del 2006, en la época electoral, escribió:"Que con sus truculentas credenciales el presidente que trajo al Perú más cataclismo social y económico que la Guerra del Pacífico figure tercero en esta liza muestra hasta qué punto, en esta campaña electoral, el olvido es un protagonista mayor, y cómo el histrionismo influye más en ella que los programas y las ideas".Y prosigue: "Al inicio de su campaña, Alan García se mostró muy serio, tratando de demostrar que había cambiado, que ya no era más el jovencito alocado y demagogo que des-trozó el país que le confió la presidencia. Exponía un proyecto social demócrata de centro izquierda, con algunos coces a los empresarios y las trasnacionales para no perder la costumbre. Pero, como esta estrategia responsable lo iba alejando de los dos punteros, comenzó de pronto a condimentar sus presentaciones públicas con el exhibicionismo coreográfico bailando los bailes de moda, el reggaetón y el perreo. Muchos creíamos que este espectáculo del líder cincuentón, obeso y pelopintado, moviendo con furia el trasero para ganarse a la juventud, lo hundiría del todo en las encuestas y el ridículo. Pero no ha sido así: ha comenzado a ganar puntos y algunos dicen que, si sigue meneándose con ahínco, podría superar a Humala y disputar tal vez la final con Lourdes Flores".No nos podemos quejar: a falta de pan, buenos son bailes.
(*) Aparecido en la columna del Director del diario La Primera
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