Crítica de la sinrazón pura por Jorge Bruce (*)
Hace algunas semanas se produjo una reunión entre el Ejecutivo y los presidentes de las regiones que nos entusiasmó a muchos. Yehude Simon, coordinador de la Asamblea Regional de Presidentes Regionales, salió del cónclave celebrando que se haya compuesto el teléfono malogrado. ¡Qué ingenuos fuimos! Una vez más, Alan García hizo gala de su legendaria capacidad para seducir, diciéndole a la gente exactamente lo que quiere oír. para después olvidarlo hasta el próximo encuentro.
No vaya a leerse en lo que viene a continuación un diagnóstico clínico de la persona -pues no lo es- pero el histrionismo y el mecanismo de la seducción acompañada de frustración son dos características de la histeria clásica. Te ofrecen, te ofrecen, te prometen hasta que te la crees y después te dejan con los crespos hechos. Como todo comportamiento humano, este ejercicio depredador en las lides amorosas y sexuales tiene su equivalente en el escenario de la política. Solo que mientras en el primero las consecuencias afectan al incauto o incauta de turno, en el ámbito público la onda expansiva perjudica a muchísima gente, tan inocentes como los turistas varados en el Cusco o los campesinos asesinados a balazos, aparentemente por la Policía, a la que el presidente había azuzado ordenándole que no le tiemble la mano a la hora de disparar: lo tomaron, desgraciadamente, en sentido literal. Vale la pena recordar que el ex ministro del Interior Fernando Rospigliosi, para muchos el mejor en mucho tiempo y gobiernos, fue censurado por el Apra a consecuencia de los disturbios en Puno, que terminó con el linchamiento del alcalde de Ilave Cirilo Robles. En cambio Alva Castro, para muchos el peor en mucho tiempo y gobiernos, lo que incluye no una sino muchas muertes, es defendido con fraternal ardor. Pero su sector es clave y los efectos de su gestión violentamente desastrosos en términos de seguridad, narcotráfico, terrorismo, manejo político, gasto presupuestal, etcétera. Al lado de esa insensatez corporativa y partidaria delirante, el paro de los cusqueños tiene la lógica implacable de la crítica de la razón pura de Kant.
Según Simon (Somos # 1107), si los hubieran escuchado -no en el sentido manipulador de sonreír y asentir con palmadas para fingir que se está de acuerdo, sino en el de poner en práctica las recomendaciones y acuerdos logrados- se habrían podido evitar por lo menos tres enfrentamientos recientes, que le han costado tanto al país, en términos de vidas como de daños materiales y simbólicos: el del Cusco, el Decreto Supremo 004, del tercio superior, y el paro agrario. Porque si bien es cierto que en ocasiones los conflictos pueden ser útiles por las enseñanzas y oportunidades que acarrean, es evidente que es preferible identificarlos a tiempo y prevenirlos, a fin de no limitarse a sofocarlos mediante la represión o descalificación. Cuando se llega a ese punto, por lo general es tarde y suelen yacer cadáveres en la morgue.
Comprensiblemente, Simon es prudente en la entrevista citada y procura no romper puentes con el Gobierno: para eso bastan las lluvias, las crecidas y la imprevisión. No obstante, a los demás nos toca hacer ver que las luces de alerta están encendidas y el motor recalentando. El representante regional pide que no los traten como a hijastros. Infeliz metáfora: bastaría con que se respeten la palabra empeñada y los derechos de todos, sea cual fuere el parentesco.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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