El cerebro selecciona la realidad
que quiere ver
por Guillermo Giacosa (*)
Me preocupa mucho la prensa. No es una cuestión ideológica, es una cuestión de manipulación y de poder. En el interior de los medios de comunicación se puede disentir con el poder de turno pero, si usted presta atención, esos disensos siempre están referidos a temas que poco tienen que ver con las preocupaciones centrales de los ciudadanos. En los últimos días, todos se han preocupado por el malhumor presidencial. No diré que no sea un tema ligado indirectamente al funcionamiento democrático pero, visto en perspectiva, es un tema folclórico. Sabemos que el doctor García es propenso a los exabruptos. No debería extrañarnos por tanto que, de tiempo en tiempo, manifieste ese aspecto de su personalidad. No olvidemos que la percepción de los acontecimientos varía según la ubicación del espectador y, seguramente, el presidente considera honestamente injustos algunos cuestionamientos. Contaré una anécdota que nunca hice pública, pero que puede servir para ilustrar. Durante el primer gobierno de García, siendo Daniel Carbonetto asesor directo del presidente, tuve oportunidad de cruzarme un día con él en su propia casa debido a un trabajo social que estábamos desarrollando con su esposa en el marco de la ONU. Recuerdo con claridad que era la peor época del primer mandato aprista, con una inflación diaria que nadie olvidará y que era imposible no reconocer. En esa circunstancia, Carbonetto regresaba de Palacio y tuvimos oportunidad de conversar brevemente. Trataré de reproducir el diálogo que, palabras más, palabras menos, fue como lo leerá a continuación: – Guillermo, ¿cómo van tus cosas?– Bien, Daniel, bien. Salvo la crisis, el resto bien.– ¿Qué crisis?, preguntó Daniel, como si yo hubiese hecho mención a una invasión marciana.– Bueno –dije alelado ante semejante pregunta–, la crisis, lo que está pasando, los precios… – Por favor, Guillermo. Aquí no hay ninguna crisis. Esas son cosas de los medios de comunicación. Crisis-crisis es la que se vive en Argentina.– Bueno –respondí y desvié la conversación hacia una banalidad. Luego de ese intercambio de ideas, no volví a ver a Daniel y, sin negar por supuesto la crisis argentina, saqué la conclusión de que Carbonetto había sido totalmente honesto en su respuesta. Se podía leer tanto en su lenguaje gestual como en el tono de su voz. El hombre que despachaba diariamente con Alan García no veía lo evidente. ¿Por qué? Simplemente porque el cerebro selecciona lo que le interesa y, a veces, lo que le conviene. En una palabra, ve lo que quiere ver. Escucha lo que quiere escuchar. Y cualquier argumento que salga de ese libreto genera reacciones que dependerán, en su énfasis, de las características personales de cada individuo. En las alturas del poder, esa característica se profundiza debido al coro que hace eco de la misma visión de la realidad. Aun así, me solidarizo con el colega de RPP, que merecía otro trato por su condición humana y profesional y no por pertenecer a una emisora tan poco crítica para con el Gobierno.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21.
Estudios biológicos y científicos han demostrado que animales como los sapos tienen la posibilidad de borrar de su espectro visual lo que no desean ver, osea que si un anuro tiene ante si cuatro moscas y desea cazar a una de ellas, borrará de su campo de observación a las tres restantes. ¿Sorprendente? . Lo vi en Animal Planet.
Ahora, ¿no es mucho ofender a los pobres sapos al enrostrarles las majaderías de Catrasca y la bardeada que te pegó el tremendo garca de Danielito Carbonetto?. Joder, Guille.
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