miércoles, 20 de agosto de 2008

LA DESPEDIDA DE BUSH







La soledad de Georgia



por Guillermo Giacosa (*)
No hay desgracia más terrible que un político que posee, en exceso y al mismo tiempo, poder y miopía. Que un político, en suma, que ha llegado a un cargo de importancia sin saber muy bien de qué se trata. Esta década ha padecido a uno de esos imbéciles de campeonato llamado George W. Bush que, en las horas postreras de su desastroso mandato, se retira ¡felizmente! con un índice histórico de rechazo popular. Digo felizmente pues ese hecho prueba que a la gente se le puede meter el dedo, pero hay un cierto nivel donde su conciencia despierta. Hablo de seres humanos y no de los zombis que repiten siempre la misma letanía o de los crápulas que se enriquecen gracias a los desaciertos del imbécil. Uno de los tantos desaciertos tiene que ver con el conflicto que se ha suscitado entre Rusia, segunda potencia nuclear del planeta, y la pequeña Georgia, ex república socialista soviética de la URSS. Bush que, como los perros, ve el mundo en blanco y negro, ha insistido sin éxito para que Georgia se integre a la OTAN. Ese ingreso obligaría a los miembros de la Alianza Atlántica a intervenir si este país fuera víctima de una agresión, como acaba de ocurrir. Lo que hace las cosas diferentes es que, en este caso, habría que intervenir contra Rusia, que no solo es la segunda potencia nuclear del planeta, como decíamos más arriba, sino que, además, es la principal fuente de suministro de gas de los países de Europa Occidental. En este caso ocurriría lo que ocurrió con la Doctrina Monroe (América para los americanos: no permitir ninguna injerencia extracontinental en las tierras que van desde Alaska hasta Tierra del Fuego) durante la invasión a Las Malvinas por parte de los ingleses en la década del 80. Como le ocurrió a Argentina, uno de los garantes de la Doctrina Monroe, los EE.UU. abandonó los principios y optó por sus pactos de sangre y dinero, brindando ayuda logística al Reino Unido y olvidando los compromisos asumidos. Georgia, la pequeña Georgia, en caso de ingresar a la OTAN, debería saber que, si los rusos la tratan mal, solo recibirá declaraciones de solidaridad y condolencia de sus aliados, pero ninguno enfrentará, por las razones ya expuestas, al musculoso gigante ruso. Una cosa es invadir Irak después de bombardearlo y someterlo a boicot durante 10 años y otra, muy diferente, enfrentar a un adversario que lo va a esperar con el cuchillo entre los dientes y con tantos y tan modernos misiles como nunca antes se ha visto. Los miembros europeos de la OTAN se han negado a admitir a Georgia ya que lo consideraban una provocación gratuita contra Rusia, de la que ellos dependen, como ya dijimos, para su suministro de gas. También les preocupa la intención de Bush de instalar defensas de misiles balísticos en Polonia y en la República Checa, ya que la consecuencia será que habrá misiles crucero nucleares rusos apuntados hacia capitales europeas. Los europeos suicidas no son y no ven la ventaja de ayudar a EE.UU. a bloquear represalias rusas contra este país a costa de su propia existencia.


(*) Aparecido en su columna del diario Perú21.

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