viernes, 15 de agosto de 2008

LA FILOSOFÍA ENTRE EL JEFE Y EL LABURANTE 10



Empresa: Una mirada con el ojo izquierdo (10)

por Guillermo Giacosa (*)
Muchos me preguntan si la mención al ojo izquierdo tiene solo una intención política. Y la verdad es que sí y no. Creo que la izquierda representa una sensibilidad ante la problemática social de la que la derecha suele carecer. Creo, también, que una mayor sensibilidad social no es ajena, de ningún modo, al trato que los obreros o empleados reciben en el interior de las empresas. También creo o, mejor dicho, estoy profundamente convencido –como lo he expresado en artículos anteriores– que un mejor trato no solo redunda en beneficio del trabajador sino que, a la larga, favorece a la empresa mucho más de lo que el buen trato favorece a los empleados y mucho más de lo que esta pueda imaginar. No todas incluyen la satisfacción de sus empleados entre los logros a cumplir. Y es curioso que así ocurra porque la satisfacción de quien trabaja potencia los logros que la empresa se propone. Sin embargo, este componente, en una sociedad crecientemente deshumanizada y robotizada, no siempre es tenido en cuenta. ¿Ignorancia? ¿Soberbia? ¿Prejuicios? ¿Estupidez? ¿Falsas ideas sobre la jerarquía? ¿Temor a perder el respeto del subordinado?, etcétera. Todos y cada uno de esos puntos son posibles y hacen una surtida pero indigesta ensalada para el beneficio del conjunto. Pero hay otro componente fundamental en ese título: el ojo izquierdo está ligado al hemisferio derecho de nuestro cerebro. Y el hemisferio derecho se caracteriza por su creatividad, por su capacidad para ver las cosas en su conjunto, por su habilidad para lograr que la comunicación sea fluida, por su acercamiento al arte. Y ninguna de estas aptitudes deja de ser importante para mantener un grupo humano emocionalmente predispuesto y motivado. De ahí viene el nombre 'ojo izquierdo’, de su relación con el hemisferio derecho. Hemisferio que nada tiene que ver con la derecha política que solo sabe sumar lo suyo y restar lo del prójimo, y esas son aptitudes propias del hemisferio izquierdo. Lo de sumar y restar digo, el resto lo fue construyendo una sociedad que no siempre se edificó fiel a su mandato de llenar las necesidades humanas elementales. Sin embargo, no es el pobre y exquisito cerebro el culpable. El cerebro, según la neurobiología, ha sido diseñado para la solidaridad y la compasión. Ambos son componentes de nuestra personalidad y nos han permitido sobrevivir cuando el mundo estaba infestado de carnívoros infinitamente más fuertes que nosotros. Es verdad que las deformaciones generadas por la cultura de la codicia nos han hecho perder la brújula, pero la solidaridad y la compasión –elementos que son la sustancia del respeto por el prójimo y el fundamento (no siempre la praxis) de algunas religiones como el cristianismo– siguen presentes y activas aunque la prensa y la sociedad en general aún no hayan tomado nota de ello, y aunque muchos de los que practican la religión las usen en su vocabulario pero, desequilibrados por el peso emocional del bolsillo, las hayan excluido de su práctica.

(*) Aparecido en su columna del diario Perú21.

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