por César Lévano (*)
El Mensaje presidencial ha sido de una elocuencia impresionante: nada ha dicho sobre lucha contra la corrupción; no se ha referido a la crisis que atraviesan los servicios de salud del Estado, de la seguridad social y aun del sector privado; no ha hablado tampoco del fracaso de la “reforma” de la educación o de la insatisfacción de los maestros.El Presidente admitió que hay descontento por el precio de los alimentos, y atribuyó el alza a factores externos. Calló, en cambio, que también el crecimiento macroeconómico se debe al mercado mundial. La enumeración caótica de logros y aumentos materiales no logró opacar un gran escándalo reciente: el recinto en que el mandatario hablaba acaba de ser escenario de una componenda del Apra con el fujimorismo -suma y síntesis de corrupción y robo- y con otros exponentes de la impudicia. ¿Con qué autoridad moral puede el Presidente propugnar, después de eso, una “reforma del alma”?El punto neurálgico es que el crecimiento económico no se transmite a los más pobres. Toda la política del régimen favorece a los grandes empresarios y las transnacionales. Por eso, el Presidente no pudo decir ni una palabra respecto a aumento de sueldos y salarios, y sobre los miles de despedidos por el solo hecho de organizarse sindicalmente.En virtud de eso mismo, el régimen de García ha dictado Decretos Legislativos destinados a reprimir el descontento, con licencia para matar.Cada día está más claro que el Apra llegó al poder, por segunda vez, sin un programa de gobierno. Todo el plan presentado por el aprismo en la última campaña electoral fue un listado superficial y demagógico, regido por el mismo estilo que dominó el reciente Mensaje. Metas sin sustento, cifras sin coherencia, porcentajes sin visión de futuro. El propio Alan García acaba de confesar, en la revista Cosas: “Creo que no llegamos premunidos de un paquete legal que nos permitiera hacer lo que venimos de hacer un mes, o quince días, con los decretos legislativos: 99 decretos legislativos que son una transformación extraordinaria de la base productiva del país. Si hubiéramos tenido todo esto preparadito y listo para ponerlo en marcha el 2006 o comienzos del 2007, hubiera sido mejor”. Esa referencia arroja luz, no sólo cronológica, sobre la naturaleza y la acción del Gobierno actual. Recuérdese que el precedente de los decretos legislativos mencionados es la serie de artículos titulados “El síndrome del perro del hortelano”, que se empezó a publicar el 28 de octubre del 2007 en El Comercio.El tardío paquete antinacional y antipopular fue sin duda prefabricado en directorios y estudios todopoderosos, quizás extranjeros.Por eso es previsible un segundo fracaso gubernamental de García. El país debe preparar su defensa propia y su contraofensiva.
El Mensaje presidencial ha sido de una elocuencia impresionante: nada ha dicho sobre lucha contra la corrupción; no se ha referido a la crisis que atraviesan los servicios de salud del Estado, de la seguridad social y aun del sector privado; no ha hablado tampoco del fracaso de la “reforma” de la educación o de la insatisfacción de los maestros.El Presidente admitió que hay descontento por el precio de los alimentos, y atribuyó el alza a factores externos. Calló, en cambio, que también el crecimiento macroeconómico se debe al mercado mundial. La enumeración caótica de logros y aumentos materiales no logró opacar un gran escándalo reciente: el recinto en que el mandatario hablaba acaba de ser escenario de una componenda del Apra con el fujimorismo -suma y síntesis de corrupción y robo- y con otros exponentes de la impudicia. ¿Con qué autoridad moral puede el Presidente propugnar, después de eso, una “reforma del alma”?El punto neurálgico es que el crecimiento económico no se transmite a los más pobres. Toda la política del régimen favorece a los grandes empresarios y las transnacionales. Por eso, el Presidente no pudo decir ni una palabra respecto a aumento de sueldos y salarios, y sobre los miles de despedidos por el solo hecho de organizarse sindicalmente.En virtud de eso mismo, el régimen de García ha dictado Decretos Legislativos destinados a reprimir el descontento, con licencia para matar.Cada día está más claro que el Apra llegó al poder, por segunda vez, sin un programa de gobierno. Todo el plan presentado por el aprismo en la última campaña electoral fue un listado superficial y demagógico, regido por el mismo estilo que dominó el reciente Mensaje. Metas sin sustento, cifras sin coherencia, porcentajes sin visión de futuro. El propio Alan García acaba de confesar, en la revista Cosas: “Creo que no llegamos premunidos de un paquete legal que nos permitiera hacer lo que venimos de hacer un mes, o quince días, con los decretos legislativos: 99 decretos legislativos que son una transformación extraordinaria de la base productiva del país. Si hubiéramos tenido todo esto preparadito y listo para ponerlo en marcha el 2006 o comienzos del 2007, hubiera sido mejor”. Esa referencia arroja luz, no sólo cronológica, sobre la naturaleza y la acción del Gobierno actual. Recuérdese que el precedente de los decretos legislativos mencionados es la serie de artículos titulados “El síndrome del perro del hortelano”, que se empezó a publicar el 28 de octubre del 2007 en El Comercio.El tardío paquete antinacional y antipopular fue sin duda prefabricado en directorios y estudios todopoderosos, quizás extranjeros.Por eso es previsible un segundo fracaso gubernamental de García. El país debe preparar su defensa propia y su contraofensiva.
(*) Aparecido en la columna del Director del diario La Primera.
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