martes, 29 de julio de 2008

INEVITABLE TRÁNSITO




Cuando releer lo propio sabe a amargura
por Guillermo Giacosa (*)

No imaginan cuán deprimente puede resultar la relectura de artículos antiguos. No porque uno se sienta insatisfecho con el estilo o haya afirmaciones desacertadas. Eso quisiera. Lo deprimente es comprobar el empecinamiento que ponen los problemas para no ser resueltos. Es como si tuvieran vida y voluntad propias y se negaran a alejarse del festín funesto de la vida. En la nota que sigue, escrita y publicada en 1995 y titulada Numerus Clausus, hacía referencia simbólica a cómo los números, esos que del cero al nueve producen todas las combinaciones posibles, se inclinan definitivamente y siempre por los que más tienen. Era otra forma de decir que el poder de unos pocos determina la marcha de los negocios mundiales y, en consecuencia, el destino global de la humanidad. Las cifras que figuran en la nota son hoy, 13 años después, aún más exageradas y grotescas. Decía así: “Son solo diez, pero no hay otros diez como ellos, capaces de engendrar euforias y cataclismos, de ahondar dramas o de encender esperanzas. Mandan sobre hombres y naciones. Cuando ellos no están bien, nada está bien. Voltaire dijo que Dios prefería los ejércitos mejor pertrechados. Nosotros podríamos decir que los números prefieren, en sus infinitas combinaciones, a los seres humanos de vida holgada y estómago satisfecho.Es una suposición, pero écheles ojo a estas cifras y comprobará la preferencia: los tres hombres más ricos del planeta poseen un capital mayor al Producto Bruto Interno de los cuarenta y ocho países más pobres. ¿Milagro tecnológico? Sin duda es un milagro de la tecnología. Milagro para tres, hambre para millones. Y sin culpas, que esas no son cosas que deban preocupar a los dinámicos ciudadanos de la modernidad. La pregunta que queda es ¿para qué sirve, hacia dónde nos conduce y cuál es el límite de esta acumulación despiadada de la riqueza? Otra cifra para demostrar la descarada y cada vez más acentuada preferencia de los números por los que más tienen: en 1960, el 20% de los habitantes de los países más ricos tenía una entrada 30 veces superior al 20% de los habitantes de los países más pobres. En 1995, esa diferencia había subido a 82 veces y seguía creciendo. ¿Cuando se habla de progreso se consideran esos datos? Lo dudo.Nuestros antepasados latinos hubiesen llamado a esta política la política de 'Numerus Clausus’, que en la vieja lengua latina significa que solo un número limitado de personas puede ser admitido. Y de eso precisamente se trata: hoy, en vísperas de ingresar al tercer milenio, solo hay espacio para que viva dignamente algo menos de la mitad de la población actual del planeta.Los demás a sobrevivir... si pueden. Porque el cada vez mayor número de marginales sin trabajo y sin ninguna esperanza de conseguirlo se asemeja a aquello que el genial Francisco de Quevedo, con otros fines, llamó "cosas que, pareciendo que existen y tienen ser, ya no son nada, sino un vocablo y una figura".

(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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