Empresa: Una mirada con el ojo izquierdo (7)
por: Guillermo Giacosa (*)
Una importante empresa me pidió que diera una charla de motivación a su personal de ventas. Estaban en el lanzamiento de una nueva campaña y se habían propuesto cumplir metas muy elevadas. Por supuesto que esos logros no dependían de mi exposición, pero había una cierta expectativa, en algunas personas, por evaluar cuánto puede incidir una buena motivación en el rendimiento individual y grupal.Yo creo que la motivación tiene el efecto de un empujón y arrastra a la persona mientras dure la inercia del golpe recibido. Es ideal en el vestuario de un equipo de fútbol en vísperas de un encuentro de gran importancia. Funcionará en parte de los primeros 45 minutos de juego y podrá ser reforzada en el entretiempo, para que se prolongue en parte de los 45 minutos finales. Algunos motivadores logran efectos un poco más prolongados, pero nunca un trabajo de motivación, que opera esencialmente sobre la inteligencia emocional, determinará un cambio de actitudes en el largo plazo. Hace falta mucho más que una charla o un seminario para que alguien que, como toda persona arrastra una historia de vida, modifique profundamente aquellos factores que limitan su crecimiento. Si no, que opinen los psicoanalistas que luchan años a brazo partido contra los impedimentos de sus pacientes. No discuto que es un buen negocio prometer cambios sustanciales, pero es una burla a la exquisita complejidad del ser humano pretender que algunos “tips” (como se dice ahora) y algunas frases alentadoras van a lograr resultados que justifiquen las ilusiones creadas en quien participa de la experiencia. Entiendo que es parte de la estrategia de la sociedad de consumo hacernos consumir conocimientos. No está mal. Más, es útil. Pero no es mágico. No es caminando sobre carbones encendidos como se llega a estar en paz con uno mismo y se logra pasar de pelele a gerente o de objeto manipulado a sujeto consciente de su situación en el mundo. Creo, en el caso de la motivación, que uno de los pocos factores que están bajo nuestro control y que puede modificar el rendimiento personal y grupal es el clima laboral. Un ambiente donde la comunicación sea fluida y horizontal obtendrá logros más altos que un ambiente donde la verticalidad y la competencia a dientes apretados impida la comunicación. En el primer ejemplo, por establecer una metáfora, los participantes respirarán aire puro y dispondrán de sus mejores energías; en el segundo estarán inmersos en un ambiente tóxico que disminuirá grandemente, aunque no sean conscientes de ello, su capacidad de acción. La ira, que suele ser el motor de no pocas actividades excesivamente competitivas, produce un desgaste que, a la larga, siempre termina afectando nuestras relaciones y pasando factura a nuestra salud. Existe un punto de equilibrio entre las metas propuestas por la empresa y nuestra capacidad para cumplirlas; si ese punto se respeta teniendo en cuenta que no en todos es el mismo, se avanzará. En caso contrario, estaremos atentando contra los objetivos propuestos.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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