Siempre es mejor el jardín de al lado
por Ferndo Maestre (*)
Muchas personas viven anhelando encontrar la felicidad y en este anhelo se colocan frente a la ilusión de que esto siempre es posible. No falta quien cree que un buen matrimonio es la clave de la felicidad, otros piensan que la clave está en la salud, hay quien apuesta a que la felicidad está en el amor, en la vida espiritual o en el arte. Lo cierto es que aún tiene vigencia la máxima del profesor S. Freud, quien afirma en su texto El malestar en la cultura que la felicidad está hecha solo de instantes, principalmente en la cultura, y que el resto de la vida es un malestar.
Es difícil determinar qué es aquello que nos llevará a la felicidad anhelada, el camino a la "no felicidad" lo generamos nosotros mismos. La culpa de esta autodesgracia no estriba en que nos falte decisión o, como dicen los positivistas, que no pujamos lo suficiente para tener la felicidad. Es así como mucha gente apuesta por el optimismo ciego y, mirándose al espejo, repite varias veces y todos los días: "Vamos, Jorge, tú sí puedes", esperando así que el día le sonría y que el bienestar lo colme, cuando en realidad donde hay que mirar es dentro de uno y ver qué es aquello que se repite en nuestra vida.
Probablemente, no pueda contestar qué es la felicidad, aunque sí podría decir algo sobre lo qué es la "no felicidad". Mi profesión me muestra el modo cómo las personas se lanzan al vacío creyendo que están en el camino del "disfrute feliz". Lo primero que pondría en la lista de aquello que causa más desdicha es el narcisismo. Considerarnos por encima de los demás y pensar que nos lo merecemos todo o convencernos de que siempre el otro es el culpable y que lo propio es jamás pedir perdón, nos lleva a desestimar los derechos del otro, lo cual sí es una soledad desgarradora.
Otra razón de la desdicha es la envidia, cuando no solo sufrimos de la ira de que otro tenga lo que yo pienso que es mío, y por ende, me lo ha quitado. Si este fuera el problema, la rabieta duraría un tiempo y san se acabó, pero el problema estriba en que, como dijo M. Klein, el que envidia no puede ser feliz con nada, pues nada lo conforma, nada le gusta, todo es incompleto, ya que solo puede estar bien si le devuelven aquello que supuestamente le han robado.
Finalmente, me encuentro cara a cara con la "sombra", aquella pulsión que insistentemente nos lleva a repetir, sin freno y sin sentido, aquellos estados de vida gozosos que solamente nos llevarán a la muerte. La lista cada vez aumenta, son las nuevas enfermedades del alma, propias de la postmodernidad en la que estamos, y que es todo el supuesto placer al que nos lanzamos ciegamente: drogas, alcohol, violencia, sexo, bulimia, anorexia, comida, dinero, la lista sigue. Lo grave es que este camino gozoso nos quita el raciocinio, nos enajena y, puesto que no hay freno y no conoce prohibición, solo se detendrá "en el hueco oscuro de la fosa".
Muchas personas viven anhelando encontrar la felicidad y en este anhelo se colocan frente a la ilusión de que esto siempre es posible. No falta quien cree que un buen matrimonio es la clave de la felicidad, otros piensan que la clave está en la salud, hay quien apuesta a que la felicidad está en el amor, en la vida espiritual o en el arte. Lo cierto es que aún tiene vigencia la máxima del profesor S. Freud, quien afirma en su texto El malestar en la cultura que la felicidad está hecha solo de instantes, principalmente en la cultura, y que el resto de la vida es un malestar.
Es difícil determinar qué es aquello que nos llevará a la felicidad anhelada, el camino a la "no felicidad" lo generamos nosotros mismos. La culpa de esta autodesgracia no estriba en que nos falte decisión o, como dicen los positivistas, que no pujamos lo suficiente para tener la felicidad. Es así como mucha gente apuesta por el optimismo ciego y, mirándose al espejo, repite varias veces y todos los días: "Vamos, Jorge, tú sí puedes", esperando así que el día le sonría y que el bienestar lo colme, cuando en realidad donde hay que mirar es dentro de uno y ver qué es aquello que se repite en nuestra vida.
Probablemente, no pueda contestar qué es la felicidad, aunque sí podría decir algo sobre lo qué es la "no felicidad". Mi profesión me muestra el modo cómo las personas se lanzan al vacío creyendo que están en el camino del "disfrute feliz". Lo primero que pondría en la lista de aquello que causa más desdicha es el narcisismo. Considerarnos por encima de los demás y pensar que nos lo merecemos todo o convencernos de que siempre el otro es el culpable y que lo propio es jamás pedir perdón, nos lleva a desestimar los derechos del otro, lo cual sí es una soledad desgarradora.
Otra razón de la desdicha es la envidia, cuando no solo sufrimos de la ira de que otro tenga lo que yo pienso que es mío, y por ende, me lo ha quitado. Si este fuera el problema, la rabieta duraría un tiempo y san se acabó, pero el problema estriba en que, como dijo M. Klein, el que envidia no puede ser feliz con nada, pues nada lo conforma, nada le gusta, todo es incompleto, ya que solo puede estar bien si le devuelven aquello que supuestamente le han robado.
Finalmente, me encuentro cara a cara con la "sombra", aquella pulsión que insistentemente nos lleva a repetir, sin freno y sin sentido, aquellos estados de vida gozosos que solamente nos llevarán a la muerte. La lista cada vez aumenta, son las nuevas enfermedades del alma, propias de la postmodernidad en la que estamos, y que es todo el supuesto placer al que nos lanzamos ciegamente: drogas, alcohol, violencia, sexo, bulimia, anorexia, comida, dinero, la lista sigue. Lo grave es que este camino gozoso nos quita el raciocinio, nos enajena y, puesto que no hay freno y no conoce prohibición, solo se detendrá "en el hueco oscuro de la fosa".
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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