viernes, 4 de julio de 2008

LA FILOSOFÍA ENTRE EL JEFE Y EL LABURANTE IV






Empresas:

una mirada con el ojo izquierdo (4)

por Guillermo Giacosa (*)
Nos referíamos el viernes al estrés. En este campo, gracias a los extraordinarios avances de las neurociencias, se están hallando respuestas que quizá sorprendan a quienes les obnubila la excelencia, pero que son totalmente lógicas para aquellos en quienes predomina el sentido común. La mentada excelencia no tiene mejor camino para su realización que un clima laboral amable, amistoso y distendido. En otras palabras, la respuesta ideal al estrés es crear una atmósfera de trabajo que promueva la empatía. Es sencillo si quienes conducen saben de qué se trata y tienen predisposición para hacerlo. Es imposible cuando los muchos elementos anti-empáticos que ha creado la cultura con su panoplia de prejuicios, estereotipos y distancias sociales son los que predominan. Empatía es sentir al otro, ponerse en su lugar, recibir su mensaje y responderlo desde un interés genuino por él mismo. No es, como podrán apreciar, el patrón de conducta social predominante.
El diseño de nuestro cerebro apunta exactamente a eso, a pesar de que a menudo nos comportamos en sentido contrario a nuestras tendencias naturales. El hacerlo no solo afecta al subordinado, que suele ser el receptor, sino que también afecta al emisor, que suele alterarse con su propia conducta. La batalla fundamental es con uno mismo. Si nos han educado en el individualismo feroz que suele caracterizar la sociedad moderna, seguramente nuestros oídos estarán clausurados para el otro y seguiremos, desde el interior de nuestro caparazón, preguntándonos qué debo hacer para que las cosas mejoren sin comprender que, si no hay un cambio de actitudes personal, los resultados serán siempre los mismos. Aquella máxima que afirma "que si siempre haces lo que siempre has hecho, siempre obtendrás lo que siempre has obtenido" adquiere, en este caso, una vigencia contundente.
Un ejemplo puede iluminar esta afirmación. Durante un taller que dicté en una empresa tratando de mejorar el clima laboral apliqué una encuesta en la que los encuestados no debían poner su nombre y en la cual, gozando del anonimato, podían referirse libremente a su visión del trabajo en sí, a las relaciones interpersonales entre los trabajadores y a su relación con los jefes.
La respuesta de uno de ellos sintetizó el macabro clima imperante al interior de dicha empresa: "Qué piña que soy, cada vez que están los patrones todo me sale mal".
Simplísimo: la presencia de los patrones, incapaces de un mínimo de empatía con sus trabajadores, creaba en estos un clima de temor y desazón que repercutía grandemente sobre su rendimiento laboral. Como en este caso se trataba de tareas manuales, cometían errores impensables en una persona que se encuentra en un estado normal. La alteración de esa normalidad por la sola presencia de los patrones, aunque estos se mantuvieran en silencio, les predisponía a la comisión de errores que nunca ocurrían cuando estaban solos. Generar confianza potencia la capacidad creativa y la eficiencia.


(*) Aparecido en su columna del diario Perú21.

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